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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

5
Nov
2015

Vaticano II 50 años después

3 comentarios

El ocho de diciembre, en la fiesta de la Inmaculada Concepción del año 1965, el Papa Pablo VI clausuraba el Concilio Ecuménico Vaticano II. Están a punto de cumplirse, pues, los cincuenta años de la clausura de un acontecimiento que ha marcado la reciente vida de la Iglesia. Es una buena ocasión para recordarlo, siempre que utilicemos bien este recuerdo.

En efecto, el recuerdo no es ni una vuelta al pasado, ni una nostalgia de un pasado que nunca volverá, ni un simple hacer memoria de algo que está lejos de nosotros y no nos afecta. En la Biblia el “recuerdo” es un hacer presente. En esta línea me parece que debemos recordar al Vaticano II. Recordar hoy al Vaticano II es recuperar sus grandes intuiciones, hacer presente su espíritu en aquellas realidades eclesiales que el Concilio no pudo prever, porque la historia avanza y aparecen nuevos problemas y necesidades, actualizar sus mejores aportaciones y prolongar aquellas cosas que el concilio solo dejo esbozadas o insinuadas.

Se trata, por tanto, no sólo de recordar la letra del Concilio. Sin duda, el Concilio dijo cosas muy interesantes, que han servido para renovar la teología y para vivir mejor nuestra vida cristiana (piénsese, por ejemplo, en lo que ha supuesto la renovación litúrgica, el ecumenismo o el acercamiento del texto bíblico a los creyentes). Pero quedarnos en esto, no es suficiente. Tan importante o más que lo que el concilio dijo es el espíritu con el que lo dijo, el impulso renovador que desencadenó.

Precisamente las dificultades que ya desde el inicio mismo del concilio hubo y sigue habiendo para acogerlo no vienen principalmente de “la letra”, aunque también, sino del “espíritu”. En la Iglesia siempre ha habido creyentes que han tenido dificultades para vivir el presente, para renovarse y mirar la futuro. Esos creyentes, so pretexto de fidelidad al pasado, son en realidad inmovilistas. No quieren que nada se mueva, que nada cambie, no comprenden que la vida está en permanente movimiento, no aceptan que sus hijos o sus nietos no sean igual que ellos. Por eso es adecuado llamarlos conservadores, porque solo quieren conservar. Pero el conservador no tiene futuro.

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JMValderas
6 de noviembre de 2015 a las 09:35

Siempre me pareció el Vaticano II a uno de esos episodios clave de la evolución, entendida ésta como un proceso de equilibrios puntuados. Como es sabido, esta teoría de Eldredge y Gould establece que la evolución de los organismos se desarrolla a través de largo períodos de estabilidad rotos por episodios de profundas transformaciones. Esas transformaciones se explican por los cambios sutiles que se han venido acumulando durante los períodos de aparente estabilidad que terminan por converger y forzar la brusca aparición de una nueva especie. La labor de escrituristas, patrólogos, eclesiólogos, especialistas en dogma y moralistas, desde comienzos del siglo XX polarizaron en los grandes documentosdel Vaticano II. No me entusiasma la división entre conservadores y progresistas. En ciencia no la hay; en filosofía, tampoco. Lo que hay son aproximaciones a la verdad (del mundo, de la mente, del evangelio). Otra cosa es el uso más o menos falaz que se haga de esas denominaciones.

Me falta una parte
6 de noviembre de 2015 a las 13:36

No acabo de entender cómo si el CVII fue un carne-con-pescado, en gran parte ambiguo para contentar a todos, como así recogen todos los historiadores y se pudo ver en la formación de los textos finales, y como además decía el propio autor del blog hace unos días en otro artículo: "El Sínodo no es una batalla entre buenos y malos, los buenos supuestamente los más conservadores y los malos los más abiertos. En el Sínodo ha ocurrido algo parecido a lo que ocurrió durante el Concilio Vaticano II.", aquí se habla solamente de lo malos que son los que él llama conservadores. (Aplaudo el acierto del comentarista JMValderas). El angelismo en la Iglesia y en la sociedad no es bueno, de ahí que dejar de lado lo escrito y hablar del "espíritu del Concilio", siempre para saltarse la letra es por un lado hipócrita, por otro falso históricamente, y por otro es manipular al Espíritu con mayúscula, y esto último tiene mal arreglo, como dijo Jesucristo. Si estamos hartos de los carcas que tienen el cuello torcido hacia la Edad Media o la Edad Patrística romántica que nunca existió, también lo estamos de los autodenominados progres-abiertos y demás manipuladores del lenguaje que suelen ser poco progres y poco abiertos con los que no piensan como ellos.

Anónimo
7 de noviembre de 2015 a las 12:07

Cuando el discípulo de Cristo toma su cruz, lo antiguo queda atrás y es lanzado al dominio de las posibilidades infinitas en el seguimiento de Jesús, la única realidad liberadora, el Único necesario. La vinculación a Jesucristo es lo contrario a todo legalismo. No es posible otro contenido. En palabras de Bonhoeffer, al lado de Jesús no hay otro contenido. Él mismo es el contenido. Es Palabra Palabra Viva, Nueva, para cada tiempo.
Aún por poner en práctica toda la profunda riqueza que el Vat II nos legó. Esperemos que los palos en las ruedas no impidan avanzar.

Gracias P. Martín por su palabra llena de vida y esperanza ayer en el programa la linterna de la Iglesia en la Cope. Para interesados, en cope.es se puede escuchar.

Felicidades a la familia dominicana en su fiesta conmemorativa. Gracias por toda vuestra aportación humana y espiritual.

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