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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

4
May
2015

Subir al cielo a lomos de un caballo

5 comentarios

Uno de estos autores que ataca polémicamente a la religión, considerándola irracional, el neurocientífico Sam Harris (autor de “El fin de la fe”), ofrece este argumento: las afirmaciones de las religiones presentan un contenido que repugna directamente a la razón, como por ejemplo decir que Mahoma ascendió al cielo a lomos de un caballo alado. Ya puestos, podía haber recordado que el profeta Elías, según el Antiguo Testamento, subió al cielo sobre un carro de fuego con caballos de fuego. Traigo a colación el ejemplo aducido por S. Harris porque no sería serio que los cristianos descalificásemos esta creencia del Islam, mientras aceptamos como algo muy normal una representación literalista de Jesús subiendo al cielo en presencia de sus discípulos.

Ante argumentos de este tipo los cristianos, al menos, no tenemos que polemizar, sino más bien aceptar que algunas afirmaciones de la fe resultan “una tontería para la razón” como dice san Pablo. Hay afirmaciones de fe que sólo aceptan los creyentes. Los no creyentes no pueden aceptarlas, porque si las aceptasen serían creyentes. Estas afirmaciones, por ejemplo, la Ascensión de Jesús, no pueden probarse, pero sí pueden y deben explicarse de forma que resulten significativas y creíbles. La Ascensión, para seguir con el ejemplo, es significativa porque llena de esperanza a los creyentes, que ven realizada en este misterio la vocación de todo ser humano de entrar en Dios. Y es creíble cuando la explicamos despojándola de literalismos que distraen, y hasta alejan, del núcleo de la fe. Subir al cielo o estar a la derecha del Padre son metáforas. Ningún pastor, teólogo o exégeta serio las mantiene en su literalidad. Estas metáforas quieren indicar que Cristo resucitado ya no está ahí, ya no es de este mundo, sino que pertenece para siempre al mundo de Dios.

Por lo demás, el diálogo entre religión y cultura o entre fe y razón no se sitúa tanto al nivel de los misterios propios de la fe, sino a niveles previos, a saber, los de la existencia de Dios y su relación con el mundo. La pregunta clave de este diálogo entre fe y ciencia es la de saber si la hipótesis de un mundo dependiente de Dios es razonable. Más aún, la de saber qué explicación resulta más convincente, la atea de un mundo autónomo y autosuficiente o la teísta, que mantiene que la finitud del mundo requiere una causa última, y la creaturidad un Creador. Este diálogo de la religión con la ciencia no es posible desde posiciones dogmáticas, sino desde posiciones críticas. Situados en esta perspectiva hay que decir: la existencia de Dios no puede probarse apodícticamente, pero sí justificarse, puesto que cuenta con argumentos que la hacen verosímil.

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J.M. Valderas
5 de mayo de 2015 a las 17:12

Suele usted fray Martin tender a hablar de las relaciones entre ciencia y fe. Un tema apasionante, con abundantísima bibliografía y actividad incesante. Hoy mismo, Andrew Pinsent, sacerdote y físico de partículas responsable del Centro Ian Ramsey de la Universidad de Oxford, sobre las relaciones entre ciencia y fe, anunciaba para el día 7 una de tantas conferencias que se imparten en el convento dominicano oxoniense (Blackfriars). El ponente, Michal Heller, físico y sacerdote polaco, teólogo entrañablemente unido a Juan Pablo II. El tema: "Del Big Bang al Gulag: cómo justificar la historia del universo".

El punto de encuentro son los preambula fidei. Pero también la racioanabilidad de misterios, como la Resurrección o los milagros. De hecho, una de las primeras teologías de la ciencia, la de Dubarle (Du Cerf, 1967) les dedica amplio espacio. No comparto, padre Martín, la idea hoy tan extendida entre los teólogos, que la existencia de Dios no pueda demostrarse. ¿A qué llama justificación racional?

Lo que ocurre es que faltan teólogos que sepan poner al día las cinco vías. Y, como vulgarmente se dice, se han dejado comer la tostada. Ocurre así con los argumentos de finalidad o del orden del universo.

JM Valderas
5 de mayo de 2015 a las 17:25

Por cierto, fray Martin, condición necesaria es saber en qué consiste el depósito de la fe, el contenido de la fe. Lo digo porque me han sorprendido las palabras de Francisco ante la obispa luterana, declarándose "hermanos en la fe". Así, sin matizar es un soberano disparate. Me explico: el depósito de la fe es el cuerpo total de la doctrina de Cristo, Eucaristía incluida, por no decir el centro del mismo. No es esa la fe protestante. Me gustaría que alguien me dijera que o no fueron esas las palabras del Papa o quedaron explícitamente acotadas. Antes de que salga el cardenal del dicasterio correspondiente con la muleta tendida. O el jesuita portavoz.

Un amigo
5 de mayo de 2015 a las 19:48

"Ningún pastor, teólogo o exégeta serio las mantiene en su literalidad". A veces ese es el problema. Lo que se necesita es ser serio, esto es competente, ilustrado, que simplemente es estar formado adecuadamente y abierto a aceptar el lenguaje simbólico.
Todavía escucho presbíteros que predican que la virgen María "no murió" y "no murió" porque no pecó, pero no saben explicar porque Jesús tampoco pecó y sí que murió, aunque esto podría dar para otro post

mar
8 de mayo de 2015 a las 06:41

Sabemos que a la palabra Dios corresponde una sustancia, a la fórmula de fe corresponden contenidos concretos. Pero nunca, en cuanto estemos en este mundo, tendremos la evidencia sensible de dominar intelectualmente, poseer vitalmente esa sustancia viva y personal que corresponde a la palabra Dios.
Nuestra mentalidad esta amasada con y valoraciones de utilidad... para que sirve esto, cuánto vale eso.
Pero la Biblia viene a decirnos que el Señor es tan único, tan incomparable que vale la pena que se le dedique todo el ser, toda la emoción y atención por sí mismo, para sí mismo, sin otro interés, sin otra utilidad que él mismo.
Somos criaturas cautivas por las cumbres inaccesibles, somos criaturas que sin saberlo estamos corriendo detras de lo eterno por razón de que
fuimos creados por un infinito, a su medida, semejanza e imagen...
Gracias Fray Martín

Antonio López Sernández
11 de mayo de 2015 a las 04:19

Para el cristianismo no hay un conflicto inevitable entre la fe y la comprensión científica del universo.
Sólo se tiene que ser crítico con los que aventuran teorías que o no se fundan en la observación empírica (actitud dominante en Hawking) o sacan conclusiones que sólo son meras hipótesis. Prueba de ello son las múltiples explicaciones que, a su vez, son constantemente corregidas. Si se analizan las conclusiones de algunos científicos, se observará su intención de absolutizar su teoría: pretenden aplicar al universo un valor cercano al absoluto. Podría considerarse que es una especie de panteísmo encubierto.
Ciertamente los descubrimientos tanto del micro como del macrocosmos son interesantísimos. Descubren una complejidad y belleza inmensas. Manifiestan un mundo maravilloso. Y esto de suyo nos lleva con más intensidad a considerar la inmensidad inefable del Creador.
Algunos científicos pretenden descubrir la autosuficiencia de un universo que no necesita a Dios para su explicación. Cuanto más complejo y valioso es el universo en sí, más muestra la grandiosidad de Dios: ha hecho un mundo con valores y fuerzas tales que pueden evolucionar y eclosionar en algo cada vez más grandioso. Considerando al ser más complejo que conocemos, el hombre, observamos que le ha dado la capacidad de llegar a “dominar todo” progresivamente mediante el conocimiento. Y es libre. Pero ¿es autosuficiente?

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