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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

3
May
2011

Santos de mi devoción

4 comentarios

En el lenguaje coloquial calificamos a algunas personas de santos que son o no son “de mi devoción”. Con esto queremos manifestar nuestra aprobación o desaprobación de la persona en cuestión. Pero, ¿por qué implicamos a los santos para hablar de personas que nos gustan o nos disgustan? Porque también entre los santos oficialmente canonizados, hay unos con los que nos sentimos más en sintonía que con otros. Cosa normal. El acto oficial de la canonización no dice nada sobre la mayor o menor simpatía que puede despertar el canonizado o canonizada.

No debemos olvidar que en la comunidad de los creyentes hay una pluralidad de sensibilidades. Y que el seguimiento de Cristo puede realizarse según estilos y modos de vida diferentes. Cada uno escoge el que más le conviene y mejor se acomoda a su carácter. Entre los santos y santas inscritos en el martirologio (o lista de los santos) de la Iglesia hay muchos modelos de santidad. Y no todos los modelos manifiestan la misma significatividad en diferentes épocas y sociedades o para diferentes personas. Sin duda, un testigo de la fe siempre pretende señalar u orientar a Cristo. Pero su significado profundo o la buena orientación a la que tiende, no se desvela automáticamente. En la captación del correcto significado interviene la sintonía cultural entre el testimoniante y los que reciben el testimonio. Hombres y mujeres que en su momento dieron lugar a un fuerte movimiento religioso, pierden su fuerza en otras épocas o en otras áreas culturales. Por esto, cada cristiano es muy libre de escoger su modelo de santa o santo. Y debe, además, respetar las elecciones que otros puedan hacer.

No hay que pensar tampoco que los canonizados sean los únicos o los mejores. Ya sabemos que una canonización no se hace sin una seria investigación de las virtudes de aquel que va a ser elevado a los altares. Pero además de las virtudes, también intervienen otros motivos en las canonizaciones. Cosa que no debería escandalizar a nadie. Los humanos somos así. Pero tampoco debería confundir a nadie, en el sentido de pensar que no hay otros que, con las mismas o mejores razones, pudieran resultar verdaderos modelos para los creyentes.

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capillitas capillitas: la Catedral Soy Yo
4 de mayo de 2011 a las 19:35

A veces se recurre a los santos como intermediación ante un Dios-que -se teme. Como se recurre a la Madre para que " suavice" la interrelación con el Padre, reducto de una concepción patriarcal del Dios Padre-Madre, que es Amor, y nos espera con los brazos abiertos. Restos de una concepción de Dios algo apartada de Aquel Jesús, cercanía de tu-a-tu. Estamos llamados a ser y vivir "Eso" que los santos, la Virgen María y el mismo Jesús Son y Viven. Y ese algo es propio de cada uno, porque Dios nos hizo únicos, y único nuestro camino de santidad cristiana. La intercesión de los Santos y la Madre de Dios no son una especie de "enchufe trifásico de alto voltaje divino", que diluye nuestra responsabilidad de devenir otros cristos, de la responsabilidad de nuestras decisiones, de nuestra vida. ¿ No habría que reconsiderar aquello de la imitacion, la esclavitud, y terminos religiosos de una espiritualidad, devociones de siglos pasados. Como bien dices Fray Martín, cada época y cada cultura tiene sus santos, incluidos los anónimos - todos los santos, 1 de noviembre-.

No hay atajos en nuestro devenir cristiano hacia Dios. Quien Me ha visto ha visto al Padre, nos recuerda Jesús. Estemos atentos no sea que yendo por las ramas, olvidemos cual es la Raiz. La Raiz de un Dios Amor que llama a nuestra puerta directamente.
Lo del dicho: capillitas capillitas: la Catedral Soy Yo.

Gracias Fray Martín.

Martín Gelabert
4 de mayo de 2011 a las 19:53

Parece que durante el día de hoy ha habido problemas con el sistema informático para que entrasen los comentarios en los blogs. También parece que está arreglado. Pido disculpas si alguien ha intentado hacer un comentario a lo largo de la mañana y hasta las cinco y media de la tarde, sin lograrlo. Gracias por intentarlo de nuevo.

Bernardo
5 de mayo de 2011 a las 00:27

Muy acertada esta reflexión, tras ver como paseaban sangre en un recipiente estos días. Una canonización es lo que es y nada más, nada más. Lo que sucede es que algunos quieren hacer de eso mucho más, como cierta responsable de un partido político muy popular, que elogió al beato por su colaboración contra la violencia y el sectarismo. Toma esa, ZP.

Juanjo
5 de mayo de 2011 a las 10:45

“Santos de mi devoción”, a los que se desfigura, a los que se les hace, quizá sin mala intención o por falta de formación teológica ¡tantas veces un flaco favor!
Cuento una breve experiencia. Todos los lunes de San Vicente acudo con expectación y curiosidad a escuchar alguna predicación sobre el santo. Confieso que este lunes salí del templo tremendamente triste, preocupado, y desorientado.
Toda la homilía estaba centrada en intentar hacer creer a los fieles, la realidad, la certeza absoluta, y seguridad de todos y cada uno de sus milagros atribuidos a San Vicente Ferrer, por supuesto incluido y destacando la del obrero mantenido en el aire hasta recibir el “permiso” para hacer el milagro. Ahí se basan para destacar a San Vicente en que es el santo más milagrero que ha habido (con permiso de la Virgen María ¡por supuesto!).

¡Qué daño, y tergiversación se puede hacer de la vida de un santo! Es lo primero que pensé. Pero el problema creo que es más profundo. (tendría que explicar el hilo conductor de todo el sermón).
Me preocupa tanto la falta de criterio de muchos pastores como el infantilismo del pueblo.
¿Cómo se pueden hoy oir homilias que parecen de hace 80 años?

San Vicente Ferrer ora pro nobis.

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