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Oración de San Vicente Ferrer contra la peste
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San Vicente Ferrer vivió en tiempos complicados y difíciles. En su tiempo, en Valencia, hubo una grave epidemia que durante unos meses provocó unos 300 muertos por día y dejó a la población completamente diezmada. La peste afectó directamente a San Vicente Ferrer. Mató a bastantes de sus sobrinos, a 9 de los 11 hijos de su hermano Bonifacio, que después de la catástrofe entro en la Cartuja. Un testimonio de la implicación directa de san Vicente en la lucha contra esta peste se encuentra en un cuadro del museo de Seborge, donde aparece San Vicente Ferrer realizando una curación milagrosa en un monasterio de frailes de la Orden de San Bernardo, todos afectados por la peste y todos curados por el santo.
Estas desgracias son tan antiguas como la historia. ¿Cómo situarnos ante ellas? Pues desplegando mucha prudencia, mucho cuidado, mucha solidaridad, no haciendo ni diciendo tonterías, y confiando en Dios que nos ama. Lo que me parece del todo improcedente es decir que las desgracias que nos ocurren son un castigo de Dios. ¿Acaso era un castigo de Dios lo que le ocurrió al justo Job? ¿O acaso era un castigo de Dios lo que le ocurrió a Jesús de Nazaret? Juan Pablo II, en su carta sobre el sentido cristiano del sufrimiento, tras referirse a lo ocurrido con el “inocente” Job, dice taxativamente: “no es verdad que todo sufrimiento sea consecuencia de la culpa y tenga carácter de castigo”.
El sufrimiento es una realidad natural, debida en primer lugar a la limitación del ser humano y a la limitación de nuestro mundo. No somos dioses. Somos vulnerables. Nos habíamos creído omnipotentes y un microorganismo nos ha hecho temblar y, de paso, hemos adquirido un baño de realismo. Por otra parte, la pandemia es una llamada a la solidaridad. Cuando las cosas van mal dadas a veces nos preguntamos dónde está Dios, y quizás la buena pregunta sea: ¿dónde estoy yo? ¿Dónde estoy cuando veo sufrir a los demás?
Reproduzco la oración que san Vicente compuso contra la peste: “Cristo vence, Cristo reina, Cristo manda, Cristo de todo mal nos defienda. Jesús Nazareno Rey de los judíos, tened misericordia de nosotros. Por la señal de la Santa Cruz, y por los méritos de la gloriosa y siempre Virgen María vuestra Madre y Señora nuestra, y de vuestros Mártires y Confesores Fabián, Sebastián, Nicasio, Anastasia, Martin, Roque Cosme y Damián; libradnos Jesucristo Dios nuestro, de nuestros enemigos y de toda peste, mal contagioso, y de muerte repentina y eterna. Dios Santo, Dios Fuerte, Santo Inmortal y misericordioso Salvador nuestro habed misericordia de nosotros. Y se encarnó por obra del espíritu Santo de la Virgen María, y se hizo hombre.”