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Milagros de Jesús, signos de humanidad
6 comentariosTendemos a considerar los milagros de Jesús como signos de su divinidad: solo Dios puede hacer obras como estas. Cuando pensamos así deberíamos preguntarnos si en la misión de Jesús entraba una política de prestigio querida por Dios. El hecho de que no interviniera para arrancarle de la muerte, ni para rodear su resurrección de signos deslumbrantes, nos conduce a pensar que Dios no quería asegurar el triunfo de su enviado por medios de poder. Cuando a Jesús le pedían algún milagro se mostraba reservado, y no recurría a ellos para sacudir la incredulidad de la gente. Dios no utiliza medios de presión para manifestar su presencia.
Para entender los milagros de Jesús debemos comenzar por preguntar cuál es su sentido y su pretensión. Fijémonos en la categoría más numerosa de milagros, las curaciones de enfermos y de poseídos por el diablo (que también eran enfermos, pues entonces la enfermedad se atribuía al pecado o a la influencia de espíritus malvados). Su actividad curativa es la expresión visual de su mensaje. Jesús no es un personaje que hace valer su poder extraordinario para que se reconozca su autoridad divina, sino un ser lleno de humanidad y compasión, que expresa con su palabra y su obra la compasión de Dios para con los que sufren, su indignación ante la injusticia o la indiferencia de que son victimas, su proximidad a los pequeños. Las curaciones de Jesús ilustran la buena nueva que él anuncia con su palabra: Dichosos los pobres, los tristes, lo que tienen hambre y sed de hacer la voluntad de Dios.
La síntesis de la vida de Jesús de Hch 10,38 (“pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”) remite a un hecho histórico, sólido, cargado de significación, a saber: que Jesús pasó la mayor parte de su vida entre enfermos y gente de condición modesta, haciendo propio el sufrimiento ajeno y ocupándose, por eso mismo, de todo sufrimiento, considerándose enviado por Dios para restaurar la dignidad de los que sufren. Los milagros de Jesús, más que la omnipotencia divina, revelan la humanidad de Dios. Una humanidad que llama a cada uno de nosotros a ser humanos como Dios es humano. Con una nueva humanidad.