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La Trinidad en la Eucaristía
7 comentariosSi yo fuera profesor de Religión, el día que tuviera que explicar el Misterio Trinitario, mandaría hacer un ejercicio práctico a los alumnos. Quizás alguno se pregunte qué tipo de ejercicio práctico puede hacerse sobre el Misterio del Dios Uno y Trino. Pues siga usted leyendo, porque también usted está invitado a hacerlo. Como todo ejercicio que se precie requiere de papel y lápiz, amén de un poco de atención y perspicacia. Este es el ejercicio: en la primera Eucaristía a la que asista, cuente las veces en las que la liturgia nombra explícitamente a las tres personas de la Trinidad en un mismo texto u oración, al Padre, al Hijo y el Espíritu Santo. Para empezar puede usted notar que en los cuatro primeros pasos de la Eucaristía aparece cuatro veces: en la invocación inicial, en el saludo del presidente a la asamblea, en el canto del Gloria y en la oración colecta. Aparece en la bendición con la que concluye la celebración. Y antes aparece varias veces más, por ejemplo en el Credo y en la doxología (“Por Cristo, con él y en él…”).
Lo más importante es que la Trinidad hace posibles las dos mesas de la Misa, la de la palabra y la eucarística, que al decir del Concilio Vaticano II, “están tan íntimamente unidas, que constituyen un solo acto de culto”. Cristo se hace presente en la eucaristía, como en el resto de los sacramentos, gracias a la acción del Espíritu Santo. Por eso, la plegaria eucarística está dirigida al Padre, al que se le pide que santifique “estos dones por la efusión del Espíritu” para que así se conviertan en cuerpo y sangre de Cristo. Y una vez recordadas las palabras del Señor en su última cena, la liturgia indica que este memorial del Hijo se ofrece al Padre para que infunda su Espíritu en los que participamos de la mesa del Señor. Lo mismo ocurre con la mesa de la Palabra: La Palabra de Dios Padre, que es su Hijo, se hace presente a través de las lecturas bíblicas y es acogida en los corazones de los creyentes gracias a la acción del Espíritu Santo. La Trinidad entera hace posible la Eucaristía y en la Eucaristía se hace presente. Y así, como dice san Cipriano, toda la Iglesia aparece como “un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.