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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

20
Ene
2010

La libertad, principal causa del mal

6 comentarios

Además de en la finitud, el mal tiene su causa en la libertad humana y en la del universo. Si estas dos libertades son reales, entonces hay que decir: una vez puestas ciertas condiciones, hay cosas que no pueden ser hechas. En este sentido, Dios no puede evitar el mal. Más aún, la libertad humana implica, por parte de Dios, una cierta retirada para hacer sitio al hombre. Esta retirada no quiere decir indiferencia: es la forma en que Dios se hace presente sin destruir la libertad humana. La libertad implica la posibilidad de decir no a Dios, de destruir la creación y de destruirse uno mismo. Dios acepta ser negado por amor de su obra, acepta el riesgo que comporta la grandeza de su obra. Solo suprimiendo la libertad, podría Dios suprimir el mal uso de la libertad. Pero entonces, en vez de un ser humano, aparecería un robot, que siempre hace lo quiere su dueño. Dios mismo es el garante de la libertad de la persona, incluso cuando esta le rechaza o hace el mal que Dios no quiere. Viene bien recordar aquí un poema vasco sobre un pájaro: “Si le hubiera cortado las alas / habría sido mío / pero habría dejado de ser pájaro / Y yo lo que amaba era el pájaro”.

El sufrimiento provocado por la libertad humana es más grave y doloroso que el que deriva de la finitud. La pregunta que entonces se nos plantea es: ¿qué hacemos con nuestra libertad? La libertad implica responsabilidad y respeto a los derechos del otro. Se ha dicho muchas veces que mi libertad acaba donde empieza la del otro. Iluminados por el Evangelio es mejor decir que mi libertad es garantía de la libertad del otro. Más aún, que la libertad está al servicio del amor mutuo (Gal 5,13). El egoísmo no tiene como resultado la libertad, sino la propia destrucción: “si os mordéis y os devoráis mutuamente, ¡mirad no vayáis mutuamente a destruiros” (Gal 5,15). La libertad solo es auténtica y realiza al ser humano cuando se fundamenta en la verdad (Jn 8,32) y en el amor, pues sólo desde el amor la libertad germina.

El mal uso de la libertad no se soluciona con leyes e imperativos, sino con un cambio de mentalidad, con un corazón nuevo capacitado para amar y mirar al prójimo con respeto (continuará).

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josecarlos
20 de enero de 2010 a las 14:56

Un corazón nuevo; bonita metáfora de la era de los trasplantes, en la que morir y donar tus órganos a la ciencia podía salvar vidas, y lo mejor de todo es que la libertad del receptor mediaba en ello. Vivir en otro sin vivir en ti resultaba un tanto Teresiano, evidentemente para el donante.

Si, es cierto que Dios lo arriesgo todo al hacernos libres, pero las libertades se conquistan y se defienden, no se otorgan, porque si no pudiera ser que aquel que nos la dio decidiera quitárnosla o cuando menos acotarla.

Decía el filosofo B.Pascal que:¡El corazón tiene sus razones y que estas la mayoría de las veces le son ajenas a la mente!. Este cambió de mentalidad que en su día propuso el filosofo francés, viaja con facilidad en el tiempo para llegar hasta nuestros días y recordarnos, que la libertad anida en el corazón con mucha más alegría que en la mente y que desde él, amar y aceptar al prójimo, nos resultara inmediato.

Catalina
21 de enero de 2010 a las 09:22

Finitud, libertad...sigo sin entender.
Somos finitos y somos libres, hasta ahi podria entendser el sufrimiento provocado por el hombre a otro hombre, y hasta la enfermedad y el hambre. Pero estod desastres naturales, no.
Desde luego han servido para mover la solidaridad de mucha gente, que no se mueve por el que tiene mas cerca. Tal vez por eso, es mas facil moverte por el de lejos, ese te pide menos, el de cerca, te lo pide todo y ahi si somos finitos y libres.
Todo esto se me escapa por las que lo pienso, sera por la finitud de mi raciocinio, pero lo de ver al de al lado no, eso no se olvida porque a diario me lo recuerdan, Ancinos abandonados en las residencias porque molestan, hijos usados como moneda de cambio en relaciones rotas, enfermos abandonados porque dan asco, y final de la vida sin aceptar, negacion, encarnecimiento terapeutico por parte de la familia, que quiere en el ultimo momento hacer lo que no ha hecho antes, y lo unico que hace es alargar un sufrimiento que no querrian para ellos. Esa es la libertad y la finitud,,,,
espero ansiosa mas explicaciones, es el gran problema que explicita o implicitamente se me hace y al que no se responder y me callo porque no tengo ni idea
Gracias

Bernardo
21 de enero de 2010 a las 19:24

El mal moral, el causado como ab-uso de nuestra libertad, es el único a tener en cuenta, según lo veo. Ni la finitud, al fin y al cabo no hay otra posibilidad para nosotros, ni la constitución metafísica del ser, que siempre se nos escapa, pueden ser cuestiones determinantes en la explicación del mal. De hecho, lo malo, que no el mal, es hecho, no existe en sí mismo. De existir tendría consideración metafísica y por tanto el dualismo sería la explicación del universo. Resulta que ni la ciencia, ni la filosofía ni, ya era hora, la teología, van por ese camino. Ahora sólo los intereses bastardos de los señores de la guerra infinita contra el terrorismo (y su imagen especular dialéctica, los "terroristas"), son los que esgrimen esa solución. El mal no existe, pura y simplemente, se ejerce, se impone, se enseña y se transmite.

Rosa
22 de enero de 2010 a las 01:34

Para vivir en la Libertad Cristo nos ha liberado...esta afirmación de Pablo a los gálatas es también para nosotros...pues solo desde la libertad es posible la aceptación de Jesús como el Señor,solo desde la libertad se entrega y se comparte
la vida con otros...Es cierto que podemos hacer mal uso de la libertad y es más cierto aún que es la cualidad (yo diría que gracia) con la que Dios nos capacita
para responder a su Amor.

Juanjo
22 de enero de 2010 a las 13:26

Las dos razones principales que explican la causa del mal son claras. Tal vez se pueda aún esgrimir una "intermedia". La del que lo está pasando mal y sufriendo no directamente ese mal sino en solidaridad con quien está sufriendo. También mi asertividad con el otro, mi sentirme hermano con el otro, a mí me produce un daño y me hace sufrir casi tanto como a él. Y más si sé que el otro es Cristo, que en otro independientemente de quien sea está Dios presente. Ahí sufro yo también y "soporto un mal" al ver a mi hermano sufrir. Y tal vez haya mucho de esto en esta catástrofe

J. García
9 de febrero de 2020 a las 11:28

Desgraciadamente, y para quienes viven en países donde sus gobernantes abusan del poder, entienden perfectamente el hecho de que Dios se haya retirado del gobierno del mundo.. No podía ser de otra forma, dado su Trascendental Naturaleza., ¿Quién pondrá límites a la libertad del hombre?

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