Ene
La libertad, principal causa del mal
6 comentariosAdemás de en la finitud, el mal tiene su causa en la libertad humana y en la del universo. Si estas dos libertades son reales, entonces hay que decir: una vez puestas ciertas condiciones, hay cosas que no pueden ser hechas. En este sentido, Dios no puede evitar el mal. Más aún, la libertad humana implica, por parte de Dios, una cierta retirada para hacer sitio al hombre. Esta retirada no quiere decir indiferencia: es la forma en que Dios se hace presente sin destruir la libertad humana. La libertad implica la posibilidad de decir no a Dios, de destruir la creación y de destruirse uno mismo. Dios acepta ser negado por amor de su obra, acepta el riesgo que comporta la grandeza de su obra. Solo suprimiendo la libertad, podría Dios suprimir el mal uso de la libertad. Pero entonces, en vez de un ser humano, aparecería un robot, que siempre hace lo quiere su dueño. Dios mismo es el garante de la libertad de la persona, incluso cuando esta le rechaza o hace el mal que Dios no quiere. Viene bien recordar aquí un poema vasco sobre un pájaro: “Si le hubiera cortado las alas / habría sido mío / pero habría dejado de ser pájaro / Y yo lo que amaba era el pájaro”.
El sufrimiento provocado por la libertad humana es más grave y doloroso que el que deriva de la finitud. La pregunta que entonces se nos plantea es: ¿qué hacemos con nuestra libertad? La libertad implica responsabilidad y respeto a los derechos del otro. Se ha dicho muchas veces que mi libertad acaba donde empieza la del otro. Iluminados por el Evangelio es mejor decir que mi libertad es garantía de la libertad del otro. Más aún, que la libertad está al servicio del amor mutuo (Gal 5,13). El egoísmo no tiene como resultado la libertad, sino la propia destrucción: “si os mordéis y os devoráis mutuamente, ¡mirad no vayáis mutuamente a destruiros” (Gal 5,15). La libertad solo es auténtica y realiza al ser humano cuando se fundamenta en la verdad (Jn 8,32) y en el amor, pues sólo desde el amor la libertad germina.
El mal uso de la libertad no se soluciona con leyes e imperativos, sino con un cambio de mentalidad, con un corazón nuevo capacitado para amar y mirar al prójimo con respeto (continuará).