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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

24
Sep
2014

¡Iglesia servidora!

2 comentarios

La tentación de usar el ministerio para el propio prestigio está siempre presente. De ahí la necesidad de estructuras sinodales que corrijan fraternalmente los abusos que puedan darse. Estas estructuras sinodales actúan, a veces, democráticamente, para elegir a los ministros o a los responsables de la comunidad. El Obispo de Roma es elegido por un colegio. Se puede discutir el modo de formar parte de este colegio electoral del Obispo de Roma. Pero la cuestión de fondo seguirá siendo esta: el Obispo de Roma no es el que “toma” el poder, sino el que “recibe” un encargo. Este colegio elector del Obispo de Roma es equivalente a otros colegios electores que elegían a los Obispos diocesanos. Durante mucho tiempo fue el “cuerpo” de los canónigos el que elegía al Obispo. Recordarlo es un modo de plantearse si no habría que recurrir de nuevo a algunas instituciones que el tiempo ha ido relegando.

Las Ordenes y Congregaciones religiosas, con las que está enriquecida la Iglesia, también funcionan democráticamente, de distintas maneras y con distintas perspectivas. En todas ellas, el Superior mayor siempre es elegido por un colegio representativo del resto de los miembros de la Congregación. Más aún, estos superiores religiosos tienen fecha de caducidad, o sea, son elegidos por un tiempo determinado. Eso no les quita ninguna autoridad. Recordarlo es otro modo de plantear si no habría que extender esta temporalidad a otros ministerios importantes en la Iglesia, sin restarles un ápice de su autoridad.

En cualquier caso, en la Iglesia no se trata de jerarquía, democracia, sinodalidad o cualquier otro modo de organizarse. En la Iglesia se trata de otra cosa: de recordar que todos estamos para servir. Empezando por los que tienen mayores responsabilidades o por los que resultan más visibles dentro del organismo eclesial. Porque una Iglesia que no sirve, sino que domina; que no practica la misericordia, sino la exclusión; que no ofrece esperanza, sino condenas, no responde a la voluntad de Jesús. Todos en la Iglesia estamos llamados a construir el Reino de Dios y a vivir fraternalmente. Esta fraternidad es el signo distintivo de los discípulos de Jesús: en eso, y solo en eso, en que vivimos como hermanos, se conoce nuestra pertenencia a Cristo.

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Manuel Suárez
25 de septiembre de 2014 a las 06:34

"Una Iglesia que no sirve, no sirve para nada". Me recordé de esta lapidaria sentencia que leí en una autobiografía de Mons. Jacques Gaillot, obispo de Évreux, que tanto escándalo causó en la Iglesia por sus gestos de acercamiento y defensa de grupos humanos marginados y excluidos. Él decía: " Siguiendo el ejemplo de Cristo, me siento a la mesa con los pecadores para que todos escuchen el clamor del evangelio.No hay excluidos para el evangelio. No hay parias para aquel que rompió nuestras cadenas. No hay tierra prohibidas

Anónimo
25 de septiembre de 2014 a las 19:06

Sin querer criticar modos que hemos visto en la Iglesia y, que aún seguimos viendo, la reflexión que propone el P. Martín es el ejemplo de lo que todos deseamos ver y que el papa Francisco nos descubre cada día. No me extraña la abrupta oposición de algunos purpurados, como recientemente con el tema del Sínodo de la Familia. La Iglesia que sirve, la Iglesia madre, la Iglesia que escucha el lamento de los que sufren, que no quiere abandonar a sus hijos. Y la fraternidad que sustenta el servicio. Nos alegran los nuevos modos que dan carta de naturaleza a los gestos proféticos, como el de la foto, o el mencionado del Obispo Gaillot. Es tiempo de "normalizar" las maneras asemejándolas a las del Jesús del evangelio. Gracias.
Marieta.

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