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Espiritualidad sin Dios
5 comentariosHay quienes asocian lo espiritual a lo divino. Más aún, con frecuencia contraponemos espiritual a material; y lo entendemos como invisible, intangible. A quienes así piensan puede sorprenderles una propuesta atea formulada por el filósofo francés A. Comte-Sponville, en un libro reciente que lleva por título: “Introducción a una espiritualidad sin Dios”.
Dice el filósofo: No creer en Dios no significa carecer de espíritu. El espíritu es la más alta función del ser humano, lo que nos hace distintos al resto de los animales; por ser tan importante no conviene dejarlo abandonado a sacerdotes y espiritualistas. Hay que distinguir, pues, entre religión y espiritualidad. Toda religión implica una espiritualidad, pero no toda espiritualidad es necesariamente religiosa. El budismo, por ejemplo, es una espiritualidad no religiosa, sin Dios. Según los defensores de la espiritualidad sin Dios, todo lo que existe es inmanente, el espíritu también; todo es natural, la espiritualidad también. Se trata de promover un misticismo sin Dios y sin misterio, o mejor dicho, se tratar de afirmar al ser mismo como misterio; una espiritualidad sin trascendencia, pues todo se halla dentro del mundo, sin eternidad futura, sin angustia ni esperanza. Pero no una espiritualidad inmoral, pues es posible una ética laica, atea; es posible distinguir el bien y el mal sin referirnos a Dios. Se trata de un ateismo que promueve y admira lo humano. Se trata, en definitiva, de salvar el espíritu negando el espíritu, salvarlo en cuanto acto y negarlo en cuanto sustancia.
¿Qué decir como cristianos? Lo primero, reconocer que la espiritualidad es un dato antropológico. Espiritualidad es el espíritu, el talante, con el que afrontamos lo real. Ahora bien, la espiritualidad puede explicitarse de manera cristiana. La espiritualidad cristiana es la consecuencia de la acogida del Espíritu divino en la vida humana. Por otra parte, el que haya espiritualidades distintas a la cristiana no significa que sean condenables. Al contrario, un cristiano debe apoyar todo lo que promueve la dignidad humana y sentirse compañero de aquellos que buscan el bien, aunque no lo refieran a Dios. Alguna “razón” tendrán para hacer el bien, pues el bien no se hace sin motivo. El que los ateos no llamen Dios a esta razón, no impide que los cristianos lo hagamos. Esta “razón” para practicar la justicia y el bien que pueden tener los ateos es el correlato humano de lo que los cristianos llamamos Dios.