Abr
En el cielo no hay templos
9 comentariosDistinguimos entre sagrado y profano. Dentro del templo está lo sagrado, Dios y las realidades que se relacionan con Dios. Fuera del templo está lo profano, identificado muchas veces no sólo como lo que no es sagrado, sino como lo que se opone a lo sagrado. Curiosamente, la última página de la Biblia afirma que en la Jerusalén celeste, o sea, en el cielo, “no se ve ningún templo” (Ap 21,22). Si fuera cierto que dentro del templo está Dios, y fuera del templo no está, este texto del Apocalipsis nos llevaría a la absurda conclusión de que en el cielo, ese lugar dónde Dios todo lo determina, porque es “todo en todas las cosas”, no hay lugar para Él porque no hay templo.
La Escritura nos obliga a revisar nuestros criterios habituales. Es evidente que en el cielo no hay templo porque todo el cielo es un templo. En el cielo, Dios no necesita de ningún lugar especial porque ocupa todo el lugar. ¿Qué ocurre en la tierra, este espacio nuestro en el que sí hay templos? ¿Acaso Dios los necesita porque se le expulsa de los lugares profanos? ¿No será más bien que no se le reconoce? Dios está en todas partes, su presencia es onmiabarcante. No hay nada que no esté determinado por Dios. El ruido de la calle es tan eco de Dios como el silencio del monasterio. Pretender expulsar a Dios de nuestra realidad es pretender lo imposible. Son nuestros ojos cegados los que no alcanzan a ver a Dios en ella.
Unos no ven, otros no quieren ver. Las personas no religiosas no ven la presencia de Dios en la realidad. Pero, la gran desgracia es que los que se consideran creyentes tampoco ven o, mejor, no quieren ver la presencia de Dios en tantos lugares “profanos” en los que Dios está. Los que se consideran religiosos parece que sólo quieren ver a Dios en determinados espacios, en sus iglesias y en sus devociones. Pero Dios está también en tanta gente pobre, necesitada, en las realidades profanas en las que hay amor, aunque quizás no haya ritos o manifestaciones pietistas. Eso de que en el cielo no hay templo nos invita a discernir la presencia de Dios en las realidades mundanas, en lo concreto de la vida, en el trabajo de los hombres, en las protestas de los oprimidos, en las búsquedas y balbuceos de muchas personas, en el ansia de amor que algunos expresan con formas poco convencionales.
A veces pensamos el cielo como un gran templo que debería ocupar todo el espacio. El Apocalipsis dice que en el cielo no hay templo. En consecuencia, el espacio que ocupa Dios no es el sagrado, sino el profano. En el cielo todo lo profano es divino. ¿Será esta imagen del futuro una crítica del presente, de esta separación entre lugares donde pensamos que está Dios y lugares donde pensamos que no está? Jesús dijo que a Dios ya no se le iba a adorar en ningún templo, sino en espíritu y verdad. Allí donde hay espíritu, donde hay verdad, allí está Dios. Este mundo no necesita templos, sino espíritu y verdad.