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El retorno de Adán al Paraíso
3 comentariosHay toda una literatura judía y cristiana antigua que ve en el pecado de Adán un pecado de debilidad. Eso le hace digno de compasión y misericordia. En esa literatura encontramos una idea que, poco a poco, se ha ido ocultando con la emergencia de la doctrina del pecado original tal como la formuló San Agustín, a saber, que Adán ha sido reintegrado por Cristo mismo al Paraíso. Hasta el punto de que la Iglesia oriental le coloca, junto con Eva, entre los santos de su calendario litúrgico. Con todo, hay que decir que San Agustín, a pesar de la radicalidad de su doctrina del pecado original, mantiene discretamente la creencia en la salvación de Adán, impresionado como está por una tradición antigua bien establecida. Hay incluso una leyenda, de la que san Jerónimo es testigo, que cuenta que Adán murió en Jerusalén y está enterrado en el lugar mismo donde Cristo fue crucificado, conocido como Calvario o calavera, porque allí estaba el cráneo del primer humano. De este modo las gotas de la sangre de Cristo que caían de la cruz lavaron los pecados del primer Adán.
A este respecto es llamativo que, en varios números del Catecismo de la Iglesia Católica, aparezca el tema de la salvación de Adán. En el número 769, reproduciendo un pasaje del Vaticano II, se dice: “todos los justos descendientes de Adán, desde Abel el justo hasta el último de los elegidos se reunirán con el Padre en la Iglesia universal”. Y en el número 1167, hablando del sentido del domingo, se cita este texto de la liturgia siríaca de Antioquia: “Bendito es el día del domingo porque en él fueron abiertas las puertas del paraíso para que Adán y todos los desterrados entraran en él sin temor”. Finalmente, en el número 635, hablando del descenso de Cristo a los infiernos (=lugar de los muertos) se dice que allí Cristo fue a buscar a nuestro primer padre, “a librar de sus prisiones y de sus dolores a Adán y Eva”, “yo, tú Dios, que por todos los que han de nacer de ti, me he hecho tu Hijo”.
La salvación de Adán es el símbolo de la salvación de toda la humanidad. Como dice Ireneo de Lión, no sería razonable que aquel que ha sido herido por el enemigo (= el Diablo) no fuera salvado por Aquel que ha vencido al enemigo, y sí fueran salvados los hijos que él ha engendrado. Porque Cristo es el salvador de todos, sin excepción.