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Distintas religiones, una misma familia
3 comentariosEl viaje del Papa al Líbano ha dejado una serie de mensajes de amplio alcance, tanto más necesarios cuanto más complicada es la situación social y política del contexto en el que está situado este país. Subrayo una idea que me parece fundamental: en el Líbano, ha dicho el Papa, encontramos un ejemplo de convivencia de distintas religiones, hasta el punto de que “no es raro ver en la misma familia las dos religiones (se refiere al cristianismo y al Islam)”. De ahí la pertinencia de la pregunta: “si en una misma familia es posible, ¿por qué no lo puede ser con respecto al conjunto de la sociedad?”. Para ello, añade Benedicto XVI, se requieren unas condiciones: “una sociedad plural sólo existe en el respeto recíproco, con el deseo de conocer al otro y del diálogo continuo”.
Y ahora viene algo muy interesante en el razonamiento del Pontífice romano: “este diálogo entre los hombres es posible únicamente siendo conscientes de que existen valores comunes a todas las grandes culturas, porque están enraizados en la naturaleza de la persona humana. Estos valores que están como subyacentes, manifiestan los rasgos auténticos y característicos de la humanidad. Pertenecen a los derechos de todo ser humano. Con la afirmación de su existencia, las diferentes religiones ofrecen una aportación decisiva”. Hay valores que son anteriores a las religiones, y esos valores hacen posible la convivencia entre religiones y, en definitiva, entre todos los seres humanos. Las religiones no crean esos valores, “afirman su existencia” y, al hacerlo, “ofrecen una aportación decisiva” a la causa de la paz y del buen entendimiento entre personas y pueblos.
Todos los seres humanos formamos una única familia, una común humanidad. Las religiones que no reconocen y fomentan esa familiaridad, no pueden ser auténticas, porque se fundamentarían en la mentira. Los diferentes credos, por tanto, pueden ser motivo de diálogo, de mutua interpelación, signo de los caminos distintos por los que discurren los designios divinos, pero no pueden ser motivo de separación y, mucho menos, de odio. Porque lo que está en la base de estos diferentes credos es precisamente el mismo valor común, enraizado en la naturaleza humana, a saber: la igualdad de todos y cada uno de los seres humanos, bajo la común paternidad divina, que nos hace a todos hermanos. Así se comprende lo que el Papa ha dicho a los jóvenes libaneses: “Cristo os invita a hacer como él, a acoger sin reservas al otro, aunque pertenezca a otra cultura, religión o país”. ¡Sin reservas! Claro. Es de mi familia.