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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

26
Jun
2012

Convertirse: poder ser distinto y mejor

4 comentarios

La llamada con la que Jesús comienza su predicación: “convertíos” (Mc 1,15) presupone una antropología, un concepto del ser humano no solamente “cristiano”, sino humano sin más. Este es un ejemplo de cómo en Cristo se ilumina el misterio del hombre (como decía el Concilio Vaticano II), lo que somos y lo que estamos llamados a ser. Si esto es así, entonces el Evangelio (y más concretamente la persona de Cristo) es algo que debería interesar a todos, porque ahí todos encuentran una luz que les ayuda a comprenderse mejor. Es tarea de la Iglesia y de los cristianos saber decirlo de forma comprensible, sin aditivos confesionales.
 

Pedir conversión supone que el ser humano no está irremediablemente atado a lo que ha sido. Tampoco se define por su situación presente. Invitar a la conversión es exhortar al ser humano a tomar la vida en sus manos, orientándola hacia el bien. Es decirle que no hay cadenas que no pueda romper, que no hay ninguna fuerza que pueda cerrar su vida; es decirle que puede ser distinto y mejor. El ser humano siempre es una posibilidad abierta. Es, por tanto, injusto clasificarlo por su pasado, o por sus debilidades, porque es capaz de abrirse a nuevas oportunidades. El futuro es elemento constitutivo de la vida humana. Para el cristiano este futuro está siempre en buenas manos, en las manos de Dios. Por eso no podemos condenar a nadie, ni considerar su vida un fracaso.
 

Si Dios nos pide conversión es porque espera algo de nosotros. Porque se fía de nosotros. Seguramente se fía más de nosotros de lo que nos fiamos nosotros mismos. Porque él nos valora y considera más de lo que nos valoramos nosotros. El conoce nuestra capacidad y sabe bien que es una capacidad infinita. No vale, por tanto, decir: “soy como soy” o “no tengo remedio”. No vale pensar que porque el mal nos ha acosado mil veces, va a seguir acosándonos una vez más. Esta es la esperanza que se deriva de la llamada a la conversión. Evidentemente, esto no quita que podamos y debamos buscar todas las ayudas necesarias, humanas y divinas, para activar nuestras posibilidades de futuro. En este sentido, la llamada a la conversión significa estar abierto a la ayuda que puede venir de fuera de nosotros y estar atento a toda palabra que pueda orientarnos hacia el bien.

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Juanjo
26 de junio de 2012 a las 20:04

Tengo la impresión que muchos hemos entendido inadecuadamente esta exhortación en un sentido básicamente moral. Convertíos era algo así como "no seas tan pecador" "deja ya todos tus vicios" "se más puro, más religioso y más piadoso".
Y desde esa perspectiva y quizá inconscientemente el requisito primero para acercarse a Dios era hacerlo "con pureza". Quizá al contrario de lo que Jesús pedía. Muy en la línea de Juan el Bautista se podría decir. Y entonces se difumina el Dios que no hace acepción de personas ni se escandaliza de ningún hombre. Pasa desapercibido el Dios capaz de hacer cambiar al hombre que se siente amado a pesar de sus miserias y acoge como un don ese amor incondicionado.

Antonio M. Saavedra
27 de junio de 2012 a las 04:02

Sintonizo con la idea de base: la antropología de Jesús presupone un concepto de ser humano sin más. ¿Podríamos decir "precristiano"?
Alguna vez he pedido que nuestros argumentos sean ante todo basados en la ley natural, para poder dialogar con no creyentes; tiempo habrá luego para cristianizarlos si hubiera ocasión.
A título de ejemplo, ¿cuántos cristianos podrían defender la durabilidad de la pareja humana, sin apelar a mandato religioso? Y digo durabilidad por no decir indisolubilidad del matrimonio, idea más religiosa y que tal habría que revisar, reconociendo el error posible.
¿Cuántos podrían defender la vida del no nacido sin oponer que Dios la ha creado a quien no creen en el mismo Dios que nosotros, o no creen en ninguno?
Creo que no debemos tener miedo. Sólo acostumbrarnos a pensar, como se decía en un reciente comentario a texto dominical. Y asumir que podemos equivocarnos.

Martín Gelabert
27 de junio de 2012 a las 05:58

Estoy de acuerdo con el comentario de Antonio M. Saavedra: los cristianos deberíamos utilizar argumentos aceptables para toda persona razonable a la hora de defender determinados postulados morales, aunque al hacerlo estemos motivados por nuestra fe. De lo contrario no seremos ni aceptados ni muchas veces entendidos. Por ejemplo: yo no creo que debamos argumentar diciendo que las relaciones prematrimoniales son pecado, sino diciendo que este tipo de relaciones no favorecen al futuro matrimonio. Pero claro, para hacer esto se necesita pensar, leer, estudiar. Lo fácil es decir "eso está prohibido porque lo dice la Iglesia". Lo convincente es decir: "eso no está bien, porque te hace daño a tí o hace daños a los demás". Gracias por su aportación.

Bernardo
27 de junio de 2012 a las 21:41

Creo que la Metanoia es el centro alrededor del que Marcos articula su evangelio y es, por tanto, un reflejo de lo que Jesús mismo predicó y vivió con los suyos. Tengo ante mí el extenso e intenso trabajo de Pikaza sobre el Evangelio de Marcos, y no me cabe duda de que la metanoia vinculada a la sotería son los núcleos de la propuesta cristiana: metanoia personal para buscar la sotería socio-histórica en contraste con el mundo circundante; entonces el IR hoy el IGP.

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