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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

18
Jul
2011

¿Cómo hablar de la bondad de Dios?

5 comentarios

Todo lo que decimos de él, se queda corto ante la realidad de su ser. Por este motivo, de Dios y su bondad sólo se puede hablar a base de parábolas, de imágenes abiertas que remiten más allá de ellas. Así hablaba Jesús de Dios: “se parece a”. O sea, en el parecido tenemos una línea indicativa, pero la realidad es mucho mayor, tanto que no podemos imaginarla. ¿A qué se parece un Dios bueno? Al propietario de un campo que ofrece el mismo salario a los trabajadores de la última hora que a los que se han esforzado todo el día (Mt 20,1-15). Eso choca con nuestra sensibilidad social, pero también chocó a quienes lo escucharon por primera vez. ¡Dios es así! ¡Igual de bueno con todos, aunque no todos seamos igual de buenos con él! Su amor no es como el nuestro, que siempre funciona a base de comparaciones, de más y de menos, de celos y rivalidades. Su amor tampoco está condicionado por respuesta alguna. La parábola quiere hacernos descubrir un mundo extraño, sorprendente, que no se refiere sólo a Dios, sino también a nosotros, al mostrarnos una nueva posibilidad de vida en medio de lo cotidiano. Nosotros, al escuchar la parábola, estamos invitamos a ser como Dios. Más aún, sólo la comprendemos cuando buscamos el modo de repetirla en nuestra vida.

La bondad del Padre Dios es tan sorprendente que Jesús llega a decir que “es bondadoso con los malos y desagradecidos” (Lc 6,35). No es bueno porque le gusta o, al menos, porque no le importa que sean malos y desagradecidos, sino porque su bondad y su amor son incondicionales. Como es bueno no le gusta que nosotros seamos malos, quiere que seamos como él. Y no le gusta que seamos malos porque el mal sólo conduce a la catástrofe. Por eso, Él nunca actúa con maldad. Dios no hace daño a los pecadores, son los pecadores los que se hacen daño a sí mismos. Dios busca el bien de todos, y así “hace salir su sol sobre malos y buenos” (Mt 5,45). Además, quiere darles tiempo para que se conviertan y enmienden, porque no quiere que nadie perezca. Su bondad se manifiesta en la paciencia que tiene con todos (cf. 2 Pe 3,9), aprovechando cualquier resquicio y oportunidad para orientar nuestra vida hacia el bien. Porque nos quiere felices. Y sólo en el bien, en la bondad, hay felicidad.

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Elih
18 de julio de 2011 a las 05:03

Si vislumbrar mínimamente un destello de lo que pudiera ser la misericordia o la bondad de Dios es complicado, me resulta aún más difícil entender cómo al tiempo del perdón incondicional se pueda dar también la justicia divina...será que un día víctima y victimario compartirán la misma mesa?

Juanjo
18 de julio de 2011 a las 11:27

Considero crucial ser plenamente consciente del carácter analógico de todo lenguaje sobre Dios. Y aunque la realidad de Dios no podamos comprenderla, es importante notar
que en Dios la bondad no es una cualidad, si no su esencia. Y lo que evoca es que no podemos amar a Dios al margen de la criatura.Que está siempre en nosotros, no necesito invocarlo para que venga si no tomar conciencia de su continua presencia y dejarle actuar en nosotros. En ese sentido creo que solo vivimos si convivimos.

Andrés
18 de julio de 2011 a las 17:43

¡Qué reflexión tan alegre!

Viene de perlas para alegrarse el día. ¡Gracias!

Mercedes
19 de julio de 2011 a las 12:07

Si esto es así , y no dudo que lo sea , al final de los tiempos y por mucho que hayamos pecado , todos nos encontraremos en el Reino , disfrutando de la presencia de Dios .
Aunque no logro entenderlo ,es magnífico . Creo que en definitiva , lo que importa es alcanzar la felicidad en la tierra y eso sólo se logra haciendo su voluntad , es decir , viviendo el Evangelio .

Bernardo
20 de julio de 2011 a las 21:00

Además de la perspectiva de la Bondad de Dios, al analizar la parábola con la que Jesús compara a Dios, también podemos hacer la lectura sociológico-crítica: Dios se parece a un propietario que en lugar de ser un explotador actúa con la misericordia que exige la humanidad. Desde el punto de vista "humano" es un empresario un poco tonto, no como nuestro dirigente de la CEOE, que siempre barre para su casa. En lugar de pagar lo que se estilaba, algunos sestercios, pagaba un denario, ¡menuda fortuna! Y además, paga a todos por igual, tanto a los que trabajaron desde el principio del día como los del final. Lo que le importa es cubrir la necesidad del obrero y no si su trabajo era más o menos.
En fin, con estas parábolas, Jesús intenta desmontar tanto la injusticia de este mundo como la imagen de un Dios rácano y tacaño.

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