May
Células de Jesús en el corazón de María
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He leído algo que me ha llamado la atención a propósito de las células cardíacas de una mujer que ha tenido hijos varones. Como es sabido, las células humanas tienen 23 parejas de cromosomas. En las mujeres una de esas parejas tiene dos cromosomas X, y en los varones hay un cromosoma X y otro Y. Lo esperable sería que en el corazón de una mujer todas las células fueran XX. Pues bien, parece ser que las mujeres que han tenido embarazos de niños varones tienen algunos miocardiocitos (células musculares del corazón) XY, es decir tienen células con información genética distinta, unas XX (las de la madre) y otras XY (las del hijo). Esto explicaría porque algunas atletas, después del embarazo de un varón, han experimentado lo que podríamos llamar un “rejuvenecimiento cardíaco” y han batido records mundiales en distintas especialidades deportivas.
El Dr. Manuel Martínez Sellés, que además de doctor en medicina y cirugía es creyente, a partir de los datos anteriores, hace una reflexión interesante sobre del corazón de María, la madre de Jesús de Nazaret. Una reflexión como la que hace el doctor, me resulta curiosa y llamativa, pero no aumenta ni refuerza mi fe. Pero como me parece seria (al contrario de otras reflexiones que desde la ciencia pretenden poco menos que “demostrar” la fe), la doy a conocer. Los datos anteriores nos conducen a pensar que todas las madres tienen en su corazón células que les aportan sus hijos. Esto se realizaría también en el caso de la Virgen María: ella tuvo en su corazón células de su hijo Jesús. De ahí esta conclusión del Dr. Martínez Selles: “creo que la belleza de este hecho viene dada por demostrar que la profunda unión que se dio entre Madre e Hijo también sucedió desde el punto de vista biológico”.
Sin duda, la buena relación con Jesús no es biológica ni cultural. El mismo Jesús dejó claro que el parentesco carnal no es lo determinante a la hora de relacionarse con él: “mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios”. A una mujer que declara dichosa a su madre por haberle llevado en su seno y haberle dado de mamar, Jesús le respondió que los verdaderamente dichosos son los que escuchan la Palabra Dios, como sin duda María lo hacía fielmente. Por eso, ella fue dichosa: no por haber llevado a Jesús en su seno, sino por haberle acogido con fe y amor en su corazón. Y ahí estamos todos. No es la carne ni la sangre lo que nos hace hijos de Dios y hermanos de Jesús, sino la fe con la que acogemos la Palabra de Dios y el amor que profesamos a Jesús.