Ene
Al prójimo como a tí mismo
5 comentariosSigo hablando del amor. Me detengo en el segundo mandamiento: “amarás a tú prójimo como a ti mismo”. Ofrezco algunas reflexiones que, de tan obvias, pueden pasar desapercibidas. La palabra prójimo significa el que en cada caso, el que precisamente en el momento de amar, está más próximo; aquel que, en este momento, haya sido lo que haya sido y sea lo que vaya a ser después, es para mí en este instante tan sólo el más próximo. De esta manera el amor al prójimo se abre, sin escapatoria posible, a todos los seres humanos. Porque el prójimo es el representante de todos: no se le ama por sí mismo, por su hermoso rostro, sino sólo porque precisamente está ahí como el más próximo. En este mismo lugar podría estar igualmente otro. Todo prójimo puede ser cualquiera. No es lícito preguntar, distinguir.
A este prójimo hay que amarle como a sí mismo. El “como a ti mismo” va mucho más allá de la forma restringida: haz a tu prójimo lo que querrías que hicieran contigo. Como a ti mismo indica: tú prójimo es como tú. El hombre no debe renegar de sí. En el “cómo a ti mismo” no se le dice: “eso eres tú”. No, muy al contrario. Se le pone delante un prójimo y de él, y sólo de él, se le dice: “él es como tú”. Como tú, o sea: no tú. Tú sigues siendo tú y debes seguir siéndolo. Pero a él no debes considerarlo un ello. El es un tú como tú. O sea, un yo. Precisamente por eso no puedes no amarlo.
Entonces, ¿por qué se me recuerda que es un deber amar al prójimo? Porque desgraciadamente el ser humano, en su egoísmo innato, tiende siempre a amarse a sí mismo. El sólo amor a uno mismo termina desembocando en el odio al otro. Sólo el mandamiento, que se presenta como sabiduría divina, me recuerda que el prójimo no es “otro”, sino un “sí mismo”.