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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

17
Oct
2011
Si no hace pensar, no es fe madura
3 comentarios

En esta viñeta de José Luis Cortés aparece un hombre leyendo este artículo del Credo: “Que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo”, y comenta: “Todo esto es fácil de creer…, mientras no te preguntes qué significa realmente”. La humorada tiene no sólo su gracia, sino su parte de razón. Pues la fe da qué pensar, plantea preguntas. Cuando uno aprende el Credo de memoria y lo recita como un papagayo, parece “fácil de creer”. Pero cuando se pone a pensar en lo que “significa realmente”, cuando se pregunta por el sentido de lo que está diciendo, entonces empiezan a surgir las dificultades. Hasta puede ocurrir que uno tenga la impresión de no entender nada. Cuando esto ocurre lo peor que podemos hacer es pensar que estamos ante una duda de fe. En realidad, la fe que pregunta es una fe que se hace adulta, una fe que crece, que está en condiciones de ser asumida personal y libremente.

Las mayores dificultades para creer no provienen del ambiente externo. Las mayores dificultes, hoy y siempre, provienen de la fe misma. Porque el creyente se encuentra con un misterio que le desborda y nunca acaba de comprender. Pero las personas inteligentes buscan comprender, necesitan saber los motivos, las razones, el porqué de las cosas. Una fe que no se interroga es una fe infantil, impropia de una persona responsable y adulta. Necesitamos buenos motivos para creer, buenas explicaciones y razones de lo que creemos. Tomás de Aquino decía que cuando se trata de saber “lo que hay que creer” hay que acudir a las autoridades, o sea, hay que escuchar a la Iglesia y a su Tradición. Pero una vez que sabemos lo que hay que creer, es necesario instruir a los fieles y explicarles “por qué es verdad lo que se les dice. De lo contrario, si el maestro desarrolla la cuestión con puras autoridades, el alumno se certificará ciertamente que esto es así, pero no adquirirá nada de ciencia o de inteligencia, antes se marchará vacío”.

Una fe vacía no puede durar mucho, no tiene capacidad de comunicarse, no sabe defenderse del error, no es luz para la inteligencia, no sabe cómo moverse en las dificultades. Es una fe que se encierra en sí misma, que se convierte en pietismo y, lo que es peor, en intransigente, que confunde sentimiento con verdad y que piensa que cuanto más grita más razón se tiene. La fe no sólo se ora, también se piensa. Una fe sin oración y sin estudio es una mala fe.

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20
Oct
2011
¿Es la paz o el fin de una banda?
10 comentarios

Este no es un blog que trata de política ni está albergado en una página “generalista”. Es un blog religioso dentro de una página religiosa. Pero no cabe duda de que la política tiene repercusiones religiosas y la religión repercusiones políticas. Más aún, la Iglesia, a través de la Conferencia Episcopal Española y a través de los Obispos vascos, se ha pronunciado repetidas veces a favor de la paz y del final de la actividad, inaceptable para las personas de bien, de la banda terrorista ETA. Por eso quiero expresar mi alegría por la declaración que ha hecho un representante encapuchado de esta banda criminal, anunciando el final definitivo de su actividad armada.

Me gustaría comentar algunas cosas de esta declaración que pueden encontrar fácilmente en internet. Una, que los representantes de la banda salgan encapuchados para declarar el fin de la violencia que ellos provocan debe ser, desde su punto de vista, una medida de prudencia, pero no les añade, más bien les resta, credibilidad. Dos, el encapuchado que habla, hace un homenaje a los miembros de su banda que han muerto, y a los que están encarcelados, pero no dice ni una palabra de lamento, y mucho menos de petición de perdón, hacia las víctimas y el dolor irreparable que ellos han provocado. Y tres, el comunicado pide “la resolución de las consecuencias del conflicto”. Declaración ambigua, aunque supongo que bien medida. ¿En qué consecuencias piensa? ¿En los presos? ¿Y por qué no pensar en las armas que no entregan? ¿O en el anuncio de la disolución de la banda?

Todo lo que sean pasos para acabar con la violencia, son buenos pasos. Todo los gestos que indican un camino de alejamiento del mal, son buenos gestos. Los políticos valorarán políticamente esta declaración. ¡Ojalá sea esta la hora de la Política con mayúsculas, esa que busca que todos los ciudadanos, sean del color que sean, puedan convivir en paz! Por mi parte, una última pregunta: ¿Se trata de una declaración de paz? En todo caso si guerra había, al menos en términos estrictos, no la había declarado el estado español. Guerra es un concepto amplio y puede entenderse de muchos modos. Según lo que se entienda por guerra, así se entenderá la paz. Pero estoy convencido que muchos piensan que es un paso, ese bastante firme, hacia el final de una banda que estaba ya en franca decadencia y cada vez tenía menos apoyos sociales.

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19
Oct
2011
Benedicto XVI convoca año de la fe
2 comentarios

Para conmemorar los cincuenta años del inicio del Concilio Vaticano II el Papa ha tenido la feliz idea de convocar un “año de la fe”. Es interesante leer su reciente carta de convocatoria, titulada “la puerta de la fe”. Este aniversario, dice el Papa, puede ser una ocasión propicia para leer, conocer y asimilar los textos dejados en herencia por este Concilio, que “no pierden su valor ni su esplendor” y que deben ser considerados “como textos cualificados y normativos del Magisterio”. Acertadas palabras de las que deberían tomar buena nota aquellos que todavía guardan algún recelo a propósito del Concilio Vaticano II.

Por lo demás, el documento es un canto a la fuerza y belleza de la fe, que “introduce en la vida de comunión con Dios”, es “un camino que dura toda la vida” y conduce al “encuentro con Cristo”. Los creyentes estamos llamados a “dar un testimonio coherente de la fe en condiciones históricas distintas a las del pasado”, conscientes de que hoy “la fe está sometida a una serie de interrogantes que provienen de un cambio de mentalidad”. Y todo eso con alegría y entusiasmo. Porque quién de verdad se ha encontrado con Cristo no puede dejar de manifestarlo. El Papa indica que este testimonio tiene que ser creíble. El Vaticano II insistía en que esta credibilidad depende de la exposición adecuada de la doctrina y de la coherencia entre nuestra vida y lo que profesamos.

Hay dos aspectos en la carta papal que no deberían pasar desapercibidos. Uno se refiere a la necesidad de profundizar no sólo los contenidos de la fe, sino también el mismo acto con el que se cree. Esto es importante, porque a veces pensamos que la fe es un puro sentimiento o un asunto del corazón. Y la fe tiene sus motivos, sus razones, es en realidad un acto de la razón. También importa notar que el acto de fe no se dirige a dogmas o doctrinas, sino a Dios mismo: creemos sólo en Dios y todo lo demás lo creemos en orden a Dios. El Papa se refiere también a la necesidad de detectar “los preámbulos de la fe” presentes en muchas personas que, en nuestro contexto cultural y social, no conocen a Dios, pero buscan con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva de su existencia y del mundo. Si sabemos encontrar esta búsqueda de sentido en los que no conocen a Dios, hemos encontrado el “enlace” que puede conducirles a Dios, gracias al testimonio de los creyentes.

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17
Oct
2011
El Padrenuestro, ¿habla de deudas o de ofensas?
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Las personas mayores recordarán que no hace tanto tiempo la versión “oficial” del Padrenuestro hablaba de “deudas” y “deudores”. La versión actual pide a Dios que perdone nuestras “ofensas como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido”. ¿Qué dice el texto bíblico del que se ha extraído el texto litúrgico? En el evangelio de Mateo, la oración de Jesús habla de deudas y deudores; según Lucas pedimos a Dios que perdone nuestros “pecados”, así como nosotros perdonamos “al que nos debe”. Deuda y pecado están muy relacionados. Cierto, la ofensa también puede considerarse una deuda, en la medida en que pide reparación y compensación.

En tiempos de Jesús había mucha gente endeudada, pues los pobres pedían préstamos a sus vecinos para poder pagar los impuestos. Hoy también hay naciones y personas abrumadas por deudas que no pueden pagar. Sin duda, con Dios no tenemos deudas económicas, pero sí que hay muchas deudas en la relaciones interhumanas. No conviene olvidar este sentido de endeudamiento material y la crítica social que conlleva, cuando rezamos el Padrenuestro. Muchas deudas han sido multiplicadas por la ambición y la rapiña de los acreedores. Entre los cristianos debe primar la solidaridad por encima de las deudas.

La “deuda” que tenemos con Dios es impagable. A Él se lo debemos todo, empezando por la vida. El Padre nuestro liga indisolublemente nuestras deudas con Dios y las deudas que los hermanos tienen con nosotros. Pues la deuda de los hermanos es la mediación antropológica de nuestra deuda total y teologal con Dios. ¿Cómo se “paga” la deuda con Dios? Si la mediación antropológica de nuestra deuda con Dios está en lo que nos debe el hermano, pagaremos a Dios en la medida en que perdonemos al hermano. El perdón al hermano y el perdón que Dios nos otorga son directamente proporcionales.

Algo parecido ocurre con las ofensas. La ofensa a Dios tiene su mediación antropológica en la ofensa al hermano. Ofendemos a Dios en la medida en que dañamos al hermano. Nunca acabamos de estar del todo en paz cuando hemos ofendido a alguien. El camino para una reconciliación total pasa por el perdón otorgado y recibido. También aquí la reconciliación con Dios pasa por la reconciliación con el hermano, de modo que el perdón otorgado al hermano es directamente proporcional al perdón recibido de Dios.

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15
Oct
2011
Un yugo llevadero
5 comentarios

El yugo es un instrumento de madera que sirve para sujetar a un par de bueyes o de caballos. En Israel el yugo se utilizaba como metáfora. Su simbolismo podía designar algo negativo: el sometimiento a una fuerza que violenta nuestra voluntad (por ejemplo en Jr 28,12-14). Pero podía tener también una significación positiva: gracias al yugo, los bueyes caminan juntos y cumplen su misión sin desviarse. En este sentido los rabinos se referían a la ley como yugo, porque los que la cumplían caminaban según la voluntad de Dios. Según el Eclesiástico (51,26-17), el yugo de la ley procuraba instrucción y en su cumplimiento se encontraba el descanso.
 

Para los rabinos el yugo de la ley era una bendición. Sin embargo, Jesús entiende que sobrecargaba y fatigaba, en contraste con el suyo, que era suave (Mt 11,28-30). ¿Acaso porque la ley de Jesús es más fácil de cumplir? De ninguna manera. La ley siempre aparece como una imposición. Lo que ocurre es que con Jesús la ley deja de ser algo externo, para convertirse en un movimiento interior, que impulsa a obrar espontáneamente. Con Jesús, la ley se transforma en amor. Mejor aún: la ley queda sustituida por el amor. Cierto, el amor a Dios y al prójimo puede parecer externamente un “mandamiento”. En realidad, el amor como cumplimiento externo deja de ser amor. Y sólo es auténtico amor cuando es resultado de una transformación que produce una especie de segunda naturaleza. De modo que si se quiere utilizar el lenguaje del mandamiento, hay que decir que los mandamientos de Dios “no son pesados” (1 Jn 5,3). Y si se quiere decir que en el amor hay obediencia, hay que añadir que se trata de una obediencia libre, no forzada: es un “obedecer de corazón” (Rm 6,17). El amor evangélico no es producto de una obligación externa. Se le puede llamar ley, pero no en sentido jurídico, pues está por encima de toda ley. Es la esencia misma de la vida.
 

Un autor medieval, Elredo de Rieval, identifica el yugo del Señor con la caridad: “Este yugo no oprime, sino que une; esta carga no tiene peso, sino alas; este yugo es la caridad; esta carga es el amor fraterno”. Lo que en realidad es pesadísimo, dice Elredo, es “el yugo de la concupiscencia del mundo… No es áspero el yugo del Señor, sino el del mundo; y el peso del mundo es muy grande. El yugo del Señor es suave y la carga del Señor es ligera”. “No sufro por haber abrazado el yugo de Cristo, sino por no haber abandonado del todo el yugo de la codicia”.

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12
Oct
2011
Conciencia humana de la filiación divina
9 comentarios

La fe confiesa (y sin esta confesión no puede uno considerarse cristiano) que Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios hecho hombre. Ahora bien, si Dios se hace verdaderamente hombre, estará sometido a todas las limitaciones de lo humano. “Pensó con inteligencia de hombre”, dice de Jesús el Vaticano II. Precisamente considerando la humanidad de Jesús algunos plantean la pregunta, formulada un poco abruptamente, de si Jesús sabía quién era. ¿Qué tipo de conciencia tenía Jesús de su filiación divina?

 

Jesús tenía una conciencia humana de su realidad personal. Pero los humanos adquirimos conciencia de nuestra identidad a través de las situaciones históricas y de las experiencias que nos toca vivir. De Jesús se decía que crecía no sólo en edad, sino también en sabiduría y en “gracia”. ¿La experiencia que Jesús tenía de Dios y de su unión con Dios la iba adquiriendo progresivamente? Ser hombre no es sólo nacer. Nos vamos haciendo hombres, nos hacemos lo que somos, y adquirimos conciencia de lo que somos en el encuentro con los otros. Eso requiere tiempo y paciencia. ¿También Jesús necesitó tiempo para tomar conciencia de sí mismo?

 

Este tipo de preguntas requieren una respuesta afirmativa, so pena de negar la verdadera humanidad de Jesús. Pero, ¡atención!, Jesús tomaba conciencia de su pertenecer a Dios de un modo singular y único, de su venir de Dios y de su ser de Dios. Tomaba conciencia de su filiación divina. A niveles humanos, sin duda. O sea, el “modo” de su conciencia y de su toma de conciencia es humano. Pero el contenido de lo que toma conciencia no nace de la carne o de la sangre, sino de su ser divino. En el origen humano de Jesús hay un misterio, porque “su Padre”, su único Padre, es Dios. Al encarnarse se “hizo semejante en todo a nosotros”, vivió una temporalidad humana, estuvo condicionado por los conocimientos y situaciones de una época determinada, fue realmente hombre. Pero aquello de lo que se enteraba a lo largo del tiempo y en el encuentro con los otros y la realidad, no era sólo que había sido llamado por Dios para una misión especial. Era mucho más: era la conciencia de ser Hijo de Dios, de tener una relación con el Padre como ningún otro ser humano ha tenido ni podrá tener en este mundo.

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10
Oct
2011
Sí, Jesús tenía fe
16 comentarios

Muchas cuestiones relacionadas con la fe cristiana pasan desapercibidas. Cuando se cae en la cuenta, unos se las toman en serio y se preocupan por profundizar en ellas y buscar cómo compatibilizarlas con el resto de los datos de la fe; otros pasan de largo o simplemente niegan que haya problema. Así ocurre con la cuestión de la fe de Jesús. Digo bien “de Jesús”, en genitivo. Y no digo, porque ahora no es el momento: “fe en Jesús”. Un lector habitual de este blog me ha pedido que toque este tema y me dice: “supongo que será un tema muy manido y tratado a nivel de Facultad de Teología, pero no queda claro a nivel de calle” (no creas, querido amigo, a nivel de Facultad somos pocos los que nos atrevemos a tratar este tema afirmando claramente la fe de Jesús). Añade que en muchas de las cosas que ha oído sobre este asunto subyace un “monofisismo que siempre aflora”. Monofisismo: antigua herejía que afirmaba que en Cristo hay una sola naturaleza, la humana; herejía que ha cambiado de cara y reaparece en muchos modernos que entienden que la única naturaleza que hay en Cristo es la divina. Porque no saben qué hacer con la humanidad de Jesús.

Que Jesús tenía fe aparece explícitamente en distintos lugares del Nuevo Testamento. Los dos más claros son Heb 12,2 y Mc 9,23 (cuando Jesús dice que todo es posible para el que cree está hablando de sí mismo). La fe de Jesús hay que entenderla en clave de fidelidad. Jesús es fiel a Dios, al que llama Padre, tiene en él una confianza incondicional, se pone en sus manos, incluso en Getsemaní y en la cruz, convencido de que en sus manos está seguro a pesar de las apariencias contrarias. Esta confianza de Jesús es un reflejo en su vida de lo que el Padre mismo es. Porque el primero que es fiel (fiel a nosotros y fiel a Jesús) es el Padre Dios. Lo que Dios es, se refleja en la vida de Jesús, como debería reflejarse en la vida de todo cristiano. Si Jesús es la traducción humana de lo que Dios es, la fe-fidelidad de Jesús es el modo como se refleja en el mundo la fidelidad de Dios. Porque la fe no es un conocimiento de verdades o doctrinas, sino un fiarse del Dios fiel. Jesús es fiel porque se apoya totalmente en Dios. Añado: todo cristiano participa vital y activamente de la misma fe de Jesús, de modo que podríamos decir que Jesús imprime en cada uno de los suyos su propia actitud, su misma fe al incorporarnos a él como cabeza nuestra.

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8
Oct
2011
Mujeres africanas y árabes
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La concesión del premio Nobel de la paz a tres mujeres africanas y árabes añade un interés suplementario a la noticia. Desgraciadamente. Pues eso significa que lo noticiable no es tanto la paz, cuanto el sexo, la raza o la etnia. Puedo decir, desde la humildad y el temor a haberme equivocado muchas veces, que a mi eso de la discriminación de la mujer me ha sonado muy mal desde pequeño, seguramente porque he vivido en mi familia la maravilla de mujeres trabajadoras y emancipadas, capaces de tomar decisiones y de sacar adelante a los suyos. Siempre he conocido a mi madre y a todas sus hermanas (hijas de unos labradores) trabajando no como amas de casa, sino en sus respectivas profesiones, en un plano de igualdad con ellos, ganando tanto o más que ellos, en trabajos tanto o más dignos que los de los varones de la casa. Por eso, a mí, cuando me hablan de emancipación de la mujer, la cosa me parece una obviedad. Porque desdichadamente todavía no lo es, se necesitan cuotas y asociaciones propias (de teólogas por ejemplo); si las cosas fueran normales lo de las cuotas y las asociaciones sería incomprensible, porque a unas y otros nos valorarían por lo que hacemos, decimos, pensamos y somos, sin necesidad de atender al sexo.

Todo esto viene a propósito de la concesión del Nobel de la paz a tres mujeres africanas y árabes. Hace tiempo escuché a un mujer africana lo siguiente: “hay algo peor que ser pobre; es ser una mujer pobre; y hay algo peor que ser una mujer pobre, es ser una mujer pobre y negra”. Y escuché a un varón latinoamericano: “la mujer latinoamericana, cuanto más le pegas, más te quiere”. Supongo que en muchos sitios no estamos ahí. O mejor, no estamos del todo ahí. Porque, por no ir más lejos y quedarnos en la Iglesia, todavía en muchos monasterios femeninos los varones siguen pretendiendo controlar, por ejemplo las cuentas o las elecciones. O sigue siendo difícil apuntarse a buenos cursos de formación teológica. Y eso que yo creo que la vida religiosa femenina ha sido el espacio eclesial en dónde las mujeres ha podido organizarse por sí mismas. Vuelvo a las mujeres Nobel. El eterno femenino es irreal. Sólo existen las mujeres concretas, con sus problemas y necesidades. Esas Nobel han trabajado por la paz, la democracia, la promoción y la igualdad de la mujer. Premiarlas a ellas también dignifica a los varones y al conjunto de la humanidad. Gracias, pero ¡qué pena que haya todavía que trabajar por eso!

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7
Oct
2011
El perdón de Dios debe ser transmitido
4 comentarios

En Jesús llama la atención lo siguiente: a todos los pecadores, para escándalo de quienes se creen justos, les ofrece su compañía y se sienta a la mesa con ellos. Más aún, a los pecadores les ofrece el perdón de los pecados, y al hacerlo se puso en contra de la ley que exigía el castigo del pecador. Desde la perspectiva de Jesús, el perdón de los pecados es una concretización de su mensaje alegre y liberador. Jesús no es un predicador sombrío ni amenazante, como quizás sí lo era Juan el Bautista. Su llamada a la conversión no tiene nada de sombrío, sino que es la oferta de una nueva posibilidad de vida ofrecida al hombre. Más aún, esta conversión no es fruto de nuestra ascesis, de nuestros sacrificios o penitencias, sino fruto de la gracia, fruto del amor alegre y liberador de Dios.

Para Jesús, este perdón recibido de Dios debe ser transmitido a los demás. Ahí está la prueba decisiva de nuestra acogida del Espíritu para el perdón de los pecados. Ahí está también la sinceridad de nuestra oración: perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos. No nos llamemos a engaño: entre los humanos, perdonar las culpas no es algo "natural", no es algo evidente ni normal. Lo espontáneo, lo que al mundo le nace, es la rendición de cuentas. San Pablo, al describir las obras de la carne, contrarias a las obras del Espíritu de Dios, cita entre otras, la ira y las rencillas (Gal 5,20). Por eso, sólo movidos por el Espíritu santo podemos perdonar a los que nos han ofendido.

No hay reconciliación con Dios sin reconciliación en el terreno interpersonal. El perdón de Dios está vinculado al perdón recíproco de los humanos. Por eso, en el Padrenuestro, después de pedir que venga el reino de Dios y que se haga su voluntad, se pide también: "Perdónanos nuestras deudas como también perdonamos a nuestros deudores" (Mt 6,12). Y a continuación viene esta advertencia: "Pues si perdonáis a los hombres también os perdonará vuestro Padre celestial. Pero si no perdonáis a los hombres, vuestro Padre tampoco os perdonará" (Mt 6,14 s.). El ser humano no puede recibir el gran perdón de Dios y negar a su vez el pequeño perdón a su prójimo; es su deber transmitir a los demás el perdón recibido. Este es el sentido de la parábola del rey magnánimo y el sentido de aquella frase provocadora de que no debemos perdonar siete veces, o sea, con cierta frecuencia, sino setenta veces siete, es decir, indefinidamente.

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5
Oct
2011
El Rosario, oración para momentos difíciles
15 comentarios

El 7 de octubre es la fiesta de la Virgen del Rosario. Sobre el Rosario se ha dicho muchas cosas. Tiene sus grandes defensores. Algunos la consideran una oración repetitiva y propia de gente sencilla. Dejando aparte que la gente sencilla merece un respeto y que toda oración es grata a Dios, no en función de su calidad literaria, poética o teológica, sino en función de las disposiciones del orante y de su capacidad de ayudar al que la recita a elevar su corazón a Dios, quisiera hacer una consideración sobre el Rosario que quizás pueda ayudar a algunos recelosos a valorar un poco más esta oración.

Es fácil de memorizar y de recordar; alude a los diferentes misterios de la vida de Jesús. Para rezarla no se necesita de ningún preparativo, ni de ningún lugar, libro, material o instrumento especial. Muchos la hemos aprendido siendo niños y, desde este punto de vista, enlaza con momentos de nuestra vida en los que la relación con Dios resultaba más natural y menos complicada. Todo esto me lleva a lo siguiente: hay momentos en la vida difíciles, dolorosos, complicados. Estos momentos hacen que el creyente se pregunte por la presencia de Dios en su vida. Aclaro que yo no creo que Dios sea un recurso fácil ante las dificultades y que, en mi opinión, hay que buscarlo siempre, en los buenos y en los malos momentos. Aclaro también que las dificultades no se resuelven cruzándose de brazos y esperando mágicas intervenciones divinas.

Pero sí digo que el Rosario puede ser una oración sencilla para momentos difíciles. Momentos en los que resulta casi imposible hacerse planteamientos serenos sobre Dios. Y en los que es mejor no hacerlos. En estos momentos el Rosario puede ayudar, puede servir para sentirse acompañado por la misteriosa presencia de Jesús resucitado. Son momentos en los que uno no sabe qué decir, quizás tampoco sabe qué pensar. El Rosario ayuda a mantener el alma serena, el corazón confiado, la mente ocupada en Dios. Ayuda a que los labios y la vida bendigan, hablen bien. Sin duda la dificultad sigue estando ahí. Pero hay dos maneras de enfrentarse a las dificultades que parecen insuperables: con desesperación o con confianza. Una confianza quizás no muy consciente, pero no menos real. El Rosario ayuda a vivir las dificultades con esta confianza.

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