Logo dominicosdominicos

Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

10
Dic
2011
Voz que grita... la compasión
1 comentarios

Hace quinientos años un fraile dominico tomó pié de las palabras de Juan Bautista que en este domingo escucharemos: “yo soy la voz que grita en el desierto”, para gritar en el desierto, o sea, en el vacío y la ceguera de sus poderosos oyentes, conquistadores y encomenderos de la isla “La Española”. En estos días, desde distintas instancias de la Orden de Predicadores, se celebran actos conmemorativos de este sermón. En la ciudad de Valencia, los próximos días 14, 15 y 16, tendrán lugar unas conferencias en la calle Garrofa, número 2, a las 19 horas (el día 16 será a las 18 horas, porque más que conferencia habrá proyección de la película “También la lluvia” con coloquio posterior moderado por Moisés Pérez Marcos). Alfonso Esponera, reputado historiador, y un servidor intervendremos los otros dos días.

En esta historia hubo muchos protagonistas. Por supuesto, Antón de Montesino, el predicador; Pedro de Córdoba, el joven Prior que le defendió; y también el provincial español, Alonso de Loyaza, que les mandó callar. Conviene recordar a otro fraile, el famoso teólogo Francisco de Vitoria, que sin salir de Salamanca, sentó las bases del actual derecho internacional, y apoyó ideológicamente a los frailes de La Española, llegando a negar la validez de la donación pontificia que había conferido a España la posesión de América. Muchos protagonistas con los que identificarse: encomenderos, gobernadores, superiores eclesiásticos, profetas y teólogos.

En mi conferencia del miércoles, día 14, hablaré de la compasión como atributo del Dios de Jesús y tarea del seguidor de Jesús. Una compasión que nos impele a ponernos al lado de aquellos que sufren, y a asumir su causa como algo propio. Este ponerse al lado de los que sufren puede hacerse de muchos modos, pero no conviene ser ingenuos. Porque esto implica hoy una toma de posición política. No se trata de politizar el evangelio. Se trata de caer en la cuenta de que todo tiene repercusiones políticas. Cuando no se hace política de un tipo, se hace de otro. Las llamadas a la “no politización” frecuentemente esconden el “no compromiso”, el no molestar a los poderosos. La compasión tiene mucho que ver hoy con la defensa de los derechos humanos, el compromiso por la justicia y la paz. Y en esto podemos y debemos darnos la mano con tantas personas que, desde posiciones religiosas distintas a la nuestra, y también desde posiciones no creyentes, luchan en pro de la dignidad humana.

Ir al artículo

7
Dic
2011
Todo era bueno y el humano muy bueno
7 comentarios

Hay una frase, que recorre todo el capítulo primero del libro del Génesis, que narra la obra creadora. Una frase que se repite seis veces y no tiene más que una palabra, introducida por dos puntos. Esta frase es: ¡bueno!. Este es el epílogo de cada día de la creación, la afirmación de la existencia buena de la criatura. Dios llama buena a su propia obra. El la ha hecho. Es buena. Dios, el único sujeto creador, al afirmar la bondad de las cosas, las independiza, las libera. Creadas por Dios, son buenas por sí mismas. Cuando los humanos hacemos algo, una pintura, una casa, dejamos nuestra marca, la huella de nuestra personalidad en lo que hacemos. Pero cuando Dios crea, lo hecho tiene su propia consistencia. Por esto queda como expulsado del ámbito de lo divino. Este es uno de los posibles sentidos teológicos del plural de lo creado: las aguas, las luminarias, las hierbas, los animales. Para la mitología antigua, el Sol y la Luna, en singular, parecen únicos en su especie y son individualizados como personas divinas. En el relato del Génesis se convierten en luminarias y este género plural las introduce en el mundo de lo creado.

Pero de pronto ocurre un cambio en el hablar de Dios. Para su último acto creador, Yahvé dice: Hagamos a un ser humano. Hagamos. Cuando se trataba de crear el resto de las cosas, el Génesis se expresaba de forma impersonal: Dijo Dios. Pero ahora, por primera vez, ya no se habla del Creador, sino que el Creador habla. En vez del ello, un yo. Y más que un yo, un tú en el que el yo se dice a sí mismo: hagamos. Antes se contaba lo que el Creador hacía. Ahora la frase cobra un sentido personal. Es un yo que habla en plural: hagamos. Eso no significa ningún yo fuera de él. Es el plural de la majestad absoluta: un yo que habla consigo y que únicamente puede hablar consigo. Y al tomar Yahvé la palabra personalmente, aparece una persona que no necesita estar mediada por el género, alguien que ya no es creado “según su especie”. Por eso no es plural, porque siendo muchos, cada uno es único e irrepetible. Cada uno es singular, con su propio nombre, a imagen de Dios.

Dios mira por última vez lo que ha creado. Y ahora resulta… muy bueno. Dios compara. Se supera. Hay un ámbito que se afirma diferentemente: “muy” (bueno), o sea, de un nivel superior a todo lo demás. Algo en la creación apunta más allá de la creación.

Ir al artículo

4
Dic
2011
Inmaculada y Redimida
6 comentarios

La celebración de la fiesta de la Inmaculada no debe hacernos olvidar que María, como todos los descendientes de Adán, necesitaba ser redimida. Precisamente la dificultad teológica para la proclamación del dogma de la Inmaculada era esta: si María no hubiera nacido con pecado original no tendría necesidad de Cristo. Los grandes teólogos medievales, como Buenaventura y Tomás de Aquino, afirmaban la santificación de María “después de haber contraído el pecado original”. Afirmar lo contrario parecía atentar contra la universalidad de la acción salvadora de Cristo.

El argumento a favor del pecado original de María presuponía que quien no ha incurrido en pecado no puede ser beneficiario de la acción salvadora de Cristo. De hecho, muchos cristianos piensan espontáneamente así: Cristo es necesario porque el ser humano es pecador; sin pecado, Cristo no hubiera sido necesario. Si aplicamos este modo de argumentar a María resulta que, concebida sin pecado, no necesitaría ser salvada. Pero esto no es así: pues Cristo es necesario en toda circunstancia (con y sin pecado) para la salvación humana. Sin pecado también el ser humano necesita salvación, porque la salvación es un acto gratuito de Dios, que eleva a la criatura humana por encima de sus posibilidades.

María es una criatura que forma parte de la comunidad humana de personas que, en razón del primer pecado, se convirtieron en radicalmente incapaces de alcanzar la salvación. María y los otros miembros de la raza humana necesitamos de Cristo y de su salvación. Sin Cristo ninguno podemos llegar a Dios, ninguno podemos alcanzar la santidad. Por pertenecer a la raza humana, María necesitaba de la redención de Cristo. Lo que ocurre de excepcional con ella es que fue redimida antes y no después de haber contraído el pecado original. Y esto ocurrió, como también sucede en todos los bautizados, “en atención a los méritos de Jesucristo”.

Esta gracia previniente, dicen Pío XII y el Concilio Vaticano II, redime a María de forma más eminente, más plena. Parece como si María necesitase de Cristo más que los demás. ¿Cómo comprender esta mayor necesidad de Cristo cuanto mayor es la santidad? Cuanto más santo es uno, cuanto mejor conoce al Señor, tanto más comprende la necesidad que tiene de él. Ocurre algo similar en el plano humano: cuanto más adivinamos dónde está la perfecta felicidad, tanto más la necesitamos; y cuanto más la conocemos, más la deseamos.

Ir al artículo

1
Dic
2011
Omnipotencia sin ser capricho
4 comentarios

Dios, el Creador, es esencialmente poderoso. Puede cuanto quiere, pero sólo quiere lo que por su esencia tiene que querer. Su esencia es Amor. Por eso el acto creador es libre, sin ser arbitrario ni caprichoso. Un Dios que no crease libremente sería un Dios menesteroso, un artista que satisface en la creación una necesidad de su naturaleza o se libera de una carga interior. Igualmente sería menesteroso un Dios que crea porque anhela o añora el amor. En realidad, el Dios judeo-cristiano crea porque rebosa de amor. Un mundo y un hombre producto de la menesterosidad de Dios no podrían ser nunca mundo libre o un hombre con capacidad de plantarle cara a Dios y decirle que no o que sí.

Pero la libertad divina no es capricho. El Dios bíblico no se comporta como un déspota, que en su actuar se atiene sólo al humor del momento, y al que le resulta indiferente el derecho o la injusticia, la vida o la muerte, el hacer u omitir un acto. No es un Dios para el que es lo mismo crear y aniquilar, un Dios que exige de sus fieles que le adoren, o mejor que le teman por igual en uno y otro momento. Produciendo y ejecutando el derecho y la justicia es como se acredita el poder propio del Creador, el poder que realiza lo necesario. La omnipotencia del Dios bíblico es Sabiduría permanente, no ocurrencia momentánea o capricho arbitrario.

El Dios bíblico es el que traza en el cielo el arco iris, como señal que le obliga a no dejar que se acabe la vida mientras haya tierra. El Dios que da su alimento al ganado y se ocupa y preocupa de los cabellos de la cabeza del hombre. No con la ocupación del que siempre está encima y agobia, sino con una providencia universal que deja que la realidad funcione y madure por sí misma. Este modo de actuar del Dios bíblico (en contraste con otros dioses de los que hablé en un post anterior) es la que permite entender al hombre como hijo de Dios. Hijo es más que criatura. Hijo es incompatible con ser súbdito. Los hijos no están sometidos.

Ir al artículo

28
Nov
2011
En Adviento Isaías determina el Evangelio
7 comentarios

El creyente medianamente culto sabe que una de las figuras del Adviento es el profeta Isaías. Casi podríamos decir que este profeta marca el camino del Adviento. Hasta el punto de que en las lecturas de la Eucaristía de los días feriados o laborables del Adviento ocurre algo sorprendente, único; lo contrario de lo que ocurre en el resto del año litúrgico. Como deben saber los que asisten regularmente a la Eucaristía dominical, la primera lectura, siempre del Antiguo Testamento, se elige en función del Evangelio. Un domingo tras otro leemos fragmentos seguidos de un evangelista, y en función de este evangelio se elige una lectura del Antiguo Testamento, para hacernos caer en la cuenta de que el Nuevo Testamento estaba ya latente en el Antiguo. Pues bien, en los días de Adviento no es el Evangelio del día el que determina la elección de la primera lectura, sino al revés: es el texto del profeta Isaías el que determina la elección del Evangelio. El Evangelio está en función del profeta Isaías. De este modo podemos comprobar como el Antiguo Testamento se hace patente y se cumple en el Nuevo.

Comprobémoslo en las lecturas de la primera semana de Adviento. El lunes leímos que, según Isaías, llegará un día en que los gentiles confluirán hacia el monte del Señor, hacia la casa del Dios de Jacob. El evangelio del primer lunes de adviento muestra a un gentil, a un centurión pagano, acercándose a Jesús. El martes el profeta anuncia que un renuevo brotará del tronco de Jesé y que sobre él se posará el Espíritu del Señor. El evangelio nos presenta a Jesús lleno de la alegría del Espíritu Santo. El miércoles Isaías habla de los manjares suculentos y los vinos de solera que el Señor prepara para todos los pueblos, y el Evangelio muestra a Jesús multiplicando el pan para que la gente pueda saciarse. El jueves Isaías habla de una ciudad fuerte en la que habitará un pueblo justo, y el Evangelio elogia al hombre sensato que edifica su casa sobre roca. El viernes Isaías anuncia que verán los ojos de los ciegos, y en el Evangelio Jesús abre los ojos de dos ciegos.

Parece como si la liturgia quisiera dejar muy claro que los tiempos mesiánicos anunciados por Isaías encuentran en Jesús su pleno cumplimiento. Los profesores de religión, como ya he hecho notar otras veces, tienen ahí un buen ejercicio para sus alumnos, que hasta puede ser entretenido: hacerles buscar de qué modo se cumple en el Evangelio la lectura de Isaías.

Ir al artículo

26
Nov
2011
María y Jesús, nombres que venden
4 comentarios

Tengo delante de mi los últimos ejemplares de dos revistas de divulgación científica. En la revista Geo aparece una foto de María, con el niño Jesús en brazos, llenando toda la portada, y encima de la foto este título: “María, una historia divina”. En la portada de la revista muy INTERESANTE aparece en un recuadro una foto que quiere representar a una carpintería, con este titular: “Los años perdidos de Jesús”. Geo dedica 21 páginas a la figura de María y muy INTERESANTE 5 a la de Jesús, en las que pueden encontrarse datos correctos, preguntas legítimas y algunas inexactitudes.

 

Una de las páginas dedicada a María se titula: “Ella estuvo aquí”, y se ofrecen los nombres de 13 lugares de apariciones marianas, con esta apostilla: “selección de las apariciones oficialmente reconocidas por el Vaticano”. Muchos católicos se sentirán a gusto con esta afirmación. Pero la verdad es que el Vaticano, o mejor aún, la Iglesia, no ha dicho nunca “oficialmente” que en ningún lugar haya aparecido la Virgen. Lo que hace la Iglesia, sin entrar en el fondo de la cuestión de si hubo o no aparición o mensaje proveniente de María, es reconocer que este supuesto mensaje no contiene nada contrario a la fe y a las buenas costumbres y, por tanto, puede ser una ayuda para la fe. Por otra parte, la revista dedica unas páginas al papel de lo femenino en el mundo de los dioses, con una insinuación inaceptable: que María puede ponerse en paralelo con “otras divinas del mundo” (como las diosas de las religiones asiáticas o latinoamericanas).

Muy INTERESANTE presenta diez cuestiones “que intrigan a los expertos” sobre la infancia de Jesús. Eso de “los expertos” es un decir. Pero no cabe duda de que muchos creyentes se plantean cuestiones sobre su nacimiento en Belén o en Nazaret, sus hermanos y hermanas, sus estudios, sus amistades, su familia. Todos estos temas están muy bien estudiados y tienen una respuesta seria, sin necesidad de acudir a elucubraciones más o menos fantasiosas. La pena es que los católicos, a veces, no tengamos clara la respuesta. O demos respuestas “dogmáticas” a aquello que se responde con argumentos y datos históricos. En todo caso, que dos revistas difundidas y leídas dediquen tanto espacio a los nombres de Jesús y de María (quizás aprovechando el tirón de la cercana Navidad) es una prueba de que estos temas interesan también a los no creyentes y, lo más importante para los editores, que estos temas venden.

Ir al artículo

22
Nov
2011
Distintas copas y distinto vino
4 comentarios

Solemos pensar que cuando decimos “Dios”, todos decimos “algo muy parecido”. Alguna vez he escuchado que las religiones son algo así como “un mismo vino en distintas copas”. A mi entender, no se trata únicamente de distintas copas, sino también de distinto vino. Aunque los vinos se parecen, hay una amplia gama de vinos, desde los muy buenos a los malos. Igualmente hay diferencias fundamentales entre el concepto mítico-filosófico griego de Dios, el coránico y el bíblico-cristiano.

Según Aristóteles, la potencia divina “es ciertamente objeto de deseo y amor por parte de todo ser, pero ella misma no necesita nada y no ama, sólo es amada” (dice Benedicto XVI). Es un Dios que el hombre trata de alcanzar, un Dios deseado, pero un Dios que no ama. Los dioses del Olimpo son ciertamente dioses vivos, pero no dioses de los vivos. Porque no salen de sí mismos. Por su parte, el Dios del Corán es un Dios que sale de sí mismo y se relaciona con el ser humano. Pero desde el señorío y el poder. Por eso, la actitud del hombre ante Dios es la sumisión. Eso es lo propio del Islam. No hay diálogo, no hay reciprocidad. Sólo obediencia. El Dios del Corán es siempre “Señor”, un Señor muy bueno, clemente y misericordioso. Pero un Señor que mantiene la distancia con sus súbditos, a los que reclama obediencia. El hombre, ante ese Dios, no tiene nada que decir, nada que pedir. Sólo tiene que escuchar y someterse.

El Dios bíblico es el Dios de la Alianza, una alianza que va en doble dirección, de Dios a la persona humana y de la persona a Dios. Más aún, es un Dios que ama al hombre, no como respuesta al previo amor del ser humano, sino como regalo libre y gracia que sobrepasa todas las medidas de la justicia. No se trata sólo de un Dios amable, sino que ama El mismo con independencia del amor del hombre; más aún, que ama suscitando El mismo el amor del hombre. No es un Dios ante el que el hombre tiene que elevarse, subir hacia él. Es un Dios que baja hasta nosotros, que se da como regalo. Y precisamente porque ama, su relación con el amado no está marcada por el poder y la sumisión, sino por el perdón y la búsqueda constante de una respuesta libre de amor; y también por el dolor y la pena de no verse correspondido.

Ir al artículo

20
Nov
2011
Después de las elecciones, reducir el paro
9 comentarios

Como estaba previsto, el Partido Popular ha ganado las elecciones por mayoría absoluta. Don Mariano Rajoy será el nuevo Presidente del Gobierno de España. Tener la mayoría absoluta tiene un peligro: que las discusiones no resueltas en el Parlamento se trasladen a la calle. Con todo, el gran problema que el próximo gobierno debe afrontar es el de los cinco millones de parados. Ya no vale hablar de herencias. Sólo vale ponerse a trabajar. Si en un año logra reducir significativamente la cifra de parados y en los cuatro años de legislatura logra volver a las cuotas de paro de hace ocho años, Rajoy se habrá ganado continuar cuatro años más en el poder. Yo estoy convencido de que lo que interesa a todos los políticos es el poder, ganarlo o conservarlo. Si para conservarlo hay que trabajar para reducir el paro, y logran ese objetivo instrumental para sus propósitos, entonces muchos ciudadanos estarán dispuestos a ofrecerles otra vez el caramelo que les gusta.

El paro tiene que ver con la vida de muchas familias. No sólo porque tienen que comer y educar a sus hijos, sino porque el trabajo es condición de estabilidad familiar. La tragedia del paro no es sólo la falta de dinero, sino la falta de equilibrio emocional y las repercusiones negativas que esto tiene en la vida familiar. Todo está relacionado. No hay compartimentos estancos en la vida. También la religión tiene que ver con la estabilidad emocional. Ella ayuda a sobrellevar algunos problemas, pero los problemas influyen en el modo religioso de vivir. Por eso, esperar, quizás contra todo esperanza, que este gobierno se ponga a trabajar para reducir las cifras de desempleo, es una obligación religiosa, tiene que ver con el modo de entender la relación con Dios.

Yo no espero que este gobierno cambie esas leyes que, con razón, preocupan a muchos de nuestros obispos. Más aún, tengo la impresión de que, a partir de ahora, habrá un discreto silencio sobre este tema en los medios católicos más conservadores. Las personas somos así y no tenemos remedio. Cosa distinta sería que se tocase el tema de los dineros de la Iglesia, pero supongo que no se hará. Así, pues, ya que estamos de estreno, pensemos en positivo y busquemos lo esencial. Lo esencial, en estos momentos, es reducir el paro y mantener el bienestar social de los españoles. Y un recordatorio, por lo demás obvio, para los señores del gobierno: el número de votantes parados es muy superior al de los banqueros.

Ir al artículo

18
Nov
2011
Masoquismo cristiano
9 comentarios

Podemos todavía encontrar justificaciones del sufrimiento irrespetuosas para con Dios y para con el hombre. Una manera de hacer aparentemente aceptable el sufrimiento consiste en recibirlo como un gesto de atención benévola por parte de Dios. Basten a este respeto estas palabras de Teresa de Calcuta: “cierto día dije a una persona que padecía cáncer que era un beso de Jesús. Señal de estar tan cerca de él en la cruz que puede besarte. La persona me miró y me dijo: ¡dígale a Jesús que deje de besarme!”.

Otro enfoque consiste en interpretar el sufrimiento como un sacrificio expiatorio con valor redentor; el cristiano que sufre participa en el misterio de la cruz, aporta su contribución a la redención del mundo: “completo lo que falta a las tribulaciones de Cristo en mi carne” (Col 1,24). Una tercera posición sería considerar el sufrimiento como una ofrenda agradable a Dios. ¿Cuántas veces no hemos oído decir que hay que ofrecer los sufrimientos y penalidades a Dios? Estas posiciones tienen un peligro: entender el sufrimiento como un a priori deseable. El cristiano puede encontrar un sentido al sufrimiento, pero lo que no puede hacer es pregonarlo como algo bueno que hay que buscar y desear. La bondad del sufrimiento viene siempre a posteriori. No hay que buscarlo ni desearlo, pero si llega puede tener sentido y resultar humanizador.

Cristo, “por los padecimientos aprendió la obediencia; y se convirtió en causa de salvación eterna” (Heb 5,8-9). Lo que posee valor no es el sufrimiento, sino la obediencia. Lo que motiva a Cristo no es el sufrimiento, que él no deseó a priori; pero al afrontarlo hace de éste, a posteriori, ocasión de su obediencia al Padre y de amor a sus hermanos. Dígase lo mismo del sufrimiento como ofrenda a Dios. Cristo no ofreció sus sufrimientos al Padre, le ofreció aquello en lo que se convertía en sus sufrimientos, a saber, una persona que llegaba hasta el extremo del amor. En ambos casos la secuencia es: sufrimiento de Cristo (y del cristiano) – (resultado de) obediencia al Padre, amor a los hermanos, libre don de sí – (que trae como consecuencia) fuerza salvífica, ofrenda grata a Dios. Es la obediencia y el amor lo que dan sentido al sufrimiento; la cruz no tiene valor por sí misma; lo que la hace significativa es el amor con que Jesús la abraza; y por este amor resulta salvífica. Es la obediencia al Padre y el amor a sus hermanos lo que revelan el sentido de la vida de Jesús y le otorgan toda su fuerza.

Ir al artículo

16
Nov
2011
El Dios de Job no explica el mal
7 comentarios

La historia de Job es la de un hombre que, ante el eterno problema del mal, se encuentra con las clásicas y fáciles explicaciones en boca de sus amigos: si sufres es porque has pecado. Como estas explicaciones no le convencen, porque su experiencia las desmiente (los buenos sufren muchos males, mientras que a los impíos todo parece irles bien, o para decirlo con palabras de nuestro protagonista: “Dios destruye igual al culpable y al inocente, se ríe de la angustia del inocente”), Job pide explicaciones a Dios. Al final de un desgarrado diálogo, Dios toma la palabra. Pero Dios no responde a las preguntas de Job.

El Dios que habla con Job desautoriza a los amigos de Job que pretendían justificar a Dios: no han hablado bien de él. Más aún: da la razón a las protestas de Job. Pero este Dios no ofrece una explicación alternativa al mal. Lo que hace es abrumar a Job mostrándole la belleza de lo creado: el mundo, tal como Dios lo ha hecho, no es absurdo, a pesar del mal. Pero el mal sigue ahí. Job termina por reconocer que no sabe nada. Se encuentra ante un misterio. Pero se contenta con el hecho de que Dios le haya hablado. Es un signo de que Dios está con él y se preocupa de él, aunque no le dé explicaciones de su actuación o no actuación frente al mal. Entre otras cosas porque ante el mal no valen las explicaciones ni las teorías; no arreglan nada; sólo vale la solidaridad con el que sufre.

Esta es la lección del libro de Job: Dios se sitúa del lado de quien sufre. El Dios de Job se distancia de los que defendían su honor y elogia al que no ha dejado de protestar y rebelarse. Dios prefiere al hombre sincero más que al adulador religioso. Y si bien el sufrimiento sigue siendo un misterio, no es una experiencia desesperante a partir del momento en que Dios ha revelado su opción a favor del hombre que sufre. Aunque el sentido del sufrimiento siga siendo un misterio, queda muy claro el partido que toma Dios. Por tanto, también debe quedar claro el partido que debemos tomar los “oyentes” de este Dios.

Ir al artículo

Posteriores Anteriores


Suscripción

Suscribirse por RSS

últimos artículos

Archivo

Logo dominicos dominicos