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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
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28
Oct
2025
Carta de León XIV sobre la educación
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educacion

León XIV acaba de publicar una carta sobre la educación, con motivo del 60 aniversario de la declaración conciliar Gravissimum educationis, señalando que la educación no es una actividad secundaria, sino parte central de la misión evangelizadora de la Iglesia. El Papa recuerda que en su exhortación Dilexi te dijo que la educación es una de las expresiones más altas de la caridad cristiana. Hoy esta expresión de caridad resulta particularmente urgente frente a los millones de niños en el mundo que aún no tienen educación primaria, y ante las dramáticas situaciones de emergencia educativa provocadas por guerras, migraciones, desigualdades y diversas formas de pobreza.

Como ya hizo en la Dilexi te, el Papa recuerda que muchas congregaciones religiosas han sido pioneras tanto en la enseñanza universitaria como en la básica. Nombra la labor de San José de Calasanz, San Juan Bautista de la Salle, San Marcelino Champagnat, san Juan Bosco, Vicenta María López Vicuña, Francesca Cabrini y otras. Y señala: “la educación de los pobres, para la fe cristiana, no es un favor, sino un deber”. Pues la educación no es un negocio, está al servicio de la persona. La escuela y la universidad católica están para formar teniendo en cuenta todas las dimensiones de la persona (espiritual, intelectual, afectiva, social y corporal), y para ayudar a pensar y a crecer: “son lugares donde las preguntas no se silencian y la duda no se prohíbe sino que se acompaña”. “El objetivo es aprender a afrontar los problemas, que siempre son diferentes”; “la educación no es solo transmisión de contenidos, sino aprendizaje de virtudes”.

“La escuela católica, dice el papa, es un entorno donde fe, cultura y vida se entrelazan. No es simplemente una institución, sino un ambiente vivo en el que la visión cristiana permea cada disciplina e interacción. Los educadores tienen una responsabilidad que va más allá del contrato laboral: su testimonio vale tanto como su enseñanza”. Nota que la familia es el primer lugar educativo y la primera responsable de la formación de los hijos. La escuela católica no reemplaza a los padres, colabora con ellos.

Termino con dos ideas que me parecen importantes del documento papal. Una sobre la inteligencia artificial: “el punto decisivo no es la tecnología, sino el uso que hagamos de ella. La inteligencia artificial y los entornos digitales deben orientarse a proteger la dignidad, la justicia y el trabajo; deben gobernase con criterios de ética pública y participación; deben acompañarse con reflexión teológica y filosófica de altura”. Nuestra actitud hacia la tecnología no puede ser hostil, porque “el progreso tecnológico forma parte del plan de Dios para la creación”. Aún así, “ningún algoritmo puede reemplazar lo que hace humana a la educación: poesía, ironía, amor, arte, imaginación, alegría del descubrimiento y educación al error como oportunidad de crecimiento”.

Importante también la insistencia del Papa en una educación para la paz: “desarmen las palabras, levanten la mirada, custodien el corazón”. Desarmen las palabras, porque la educación no avanza con la polémica, sino con la mansedumbre que escucha. Levanten la mirada: sepan preguntarse hacia dónde van y por qué. Custodien el corazón: la relación viene antes de la opinión, la persona antes del programa.

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25
Oct
2025
Segundo misterio de gozo: visitación de María a Isabel
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visitaciónmaria

A comienzos de este mes del octubre, mes del Rosario, comenté el cuarto misterio de gloria. Ahora, al finalizar este mes del Rosario, me gustaría comentar el segundo misterio de gozo: la visitación de Virgen, recién embarazada de Jesús, a su prima santa Isabel, una mujer estéril y de edad avanzada, que está encinta de Juan Bautista.

Dios saca vida de donde parece imposible que surja vida, de una virgen y de una estéril. Seguramente María, cuando llegó a casa de Isabel tendría unos diez días de embarazo, pues el evangelista Lucas índica que, inmediatamente después del anuncio del ángel, María se fue con prontitud a una región montañosa, a una ciudad de Judá, a casa de Isabel, ciudad que hoy se identifica con Ain Karim, a 6 kilómetros al oeste de Jerusalén. Por tanto, a tres o cuatro días de viaje desde Nazaret.

Lo interesante de esta visita es que allí se produce el encuentro de cuatro personas, dos madres y dos hijos. El cuerpo de María no tendría aún señales visibles de embarazo. Y, sin embargo, Isabel la llama “Madre de mi Señor”. No solo madre, sino madre “de mi Señor”, y añade estas palabras que forman parte del “Ave María”: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”. Isabel, inspirada sin duda por el Espíritu Santo, reconoce que María llevaba en su vientre a Dios. Isabel estaría embarazada de unos seis meses y, sorprendentemente, el niño que lleva en su seno, escuchó la respuesta de María, el cántico del Magnificat, y exultó de gozo en el seno de Isabel. Parece ser que el sentido del oído ya está desarrollado en el sexto mes de la gestación. Juan el Bautista también escucha que María es la “madre de su Señor”, y, aún no nacido, da testimonio de Jesús, aún no nacido, y se apresura a anunciarlo como “su Señor”.

Sin duda, María ayudaría a Isabel en los últimos meses de su embarazo. Ella, que fue calificada por Isabel de “feliz por haber creído”, nos muestra que la fe y el servicio a los hermanos van siempre unidos. La mujer de fe es también la mujer del éxodo, la que sale de sí misma para servir a quién la necesita. María no fue a casa de Isabel como reina y señora, sino como la mujer humilde que busca servir a quién la necesita, a pesar de los peligros que comportaba un viaje a pie como el que ella tuvo que hacer.

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21
Oct
2025
"Dilexi te": los pobres ayudan a leer el Evangelio
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No cabe duda de que un cristiano debe interpretar los acontecimientos a la luz de la Palabra de Dios. Ella es una luz que nos ayuda a valorar los hechos y nos estimula a vivir con justicia, verdad y amor. Por otra parte, los acontecimientos nos ayudan a interpretar la Escritura, a profundizar y encontrar en ella aspectos inéditos que, sin la experiencia de determinados hechos, nunca hubiéramos descubierto. Por ejemplo, el contacto con los pobres ayuda a leer la Escritura con otra sensibilidad. La fe nos ayuda a vivir de una determinada manera, pero hay modos de vivir que condicionan nuestro modo de entender la fe. La Iglesia y la teología deben estar atentas a la realidad donde hay que concretar la fe. Y esa realidad hace que descubramos nuevos aspectos, nuevas consecuencias y nuevas exigencias de la fe.

Un buen ejemplo de esta atención a la realidad que invita a leer con nuevos ojos el Evangelio lo tenemos en la teología latinoamericana de la liberación. Al respecto dice Jesús Espeja: “el justo clamor de las mayorías pobres pidiendo la palabra, originariamente no ha sido provocado por la Iglesia ni por sus teólogos. Ha surgido espontáneamente de unos pueblos conquistados, humillados y ofendidos. La Iglesia y sus teólogos han hecho nueva lectura del Evangelio desde su sensibilidad a ese clamor y desde las prácticas de liberación que ha suscitado la nueva situación cultural”.

Algo de eso se dice en la exhortación apostólica Dilexi te del Papa León XIV. Sin duda hay que evangelizar a los pobres, pero no es menos cierto que los pobres nos evangelizan. De ahí la necesidad de reconocer la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos. Para eso es necesario conocer al pobre y valorarlo en su bondad propia, con su forma de ser, con su cultura, con su modo de vivir la fe. Pues “la experiencia de la pobreza da la capacidad para reconocer aspectos de la realidad que otros no son capaces de ver”. Y por esta razón la sociedad y la Iglesia necesitan escuchar a los pobres.

En el periodo postconciliar, “en casi todos los países de América Latina se sintió fuertemente la identificación de la Iglesia con los pobres y la participación en su rescate”. Esta identificación fue provocada por la gente que sufría y estaba obligada a vivir en condiciones miserables. Y hablando en primera persona, León XIV reconoce: “Yo mismo, misionero durante largos años en Perú, debo mucho a este camino de discernimiento eclesial”.

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17
Oct
2025
Presencia del Vaticano II en la exhortación "Dilexi te"
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El Concilio Vaticano II está muy presente en la exhortación firmada por León XIV, Dilexi te. El Papa reconoce que en los documentos preparatorios del Concilio el tema de los pobres fue marginal. Pero un mes después de su apertura, Juan XXIII dijo unas palabras que reorientaron la tarea del Concilio: “la Iglesia se presenta como es y como quiere ser, como Iglesia de todos, en particular como la Iglesia de los pobres”. Esta reorientación tenía un fuerte apoyo cristológico, pues como bien dijo el Cardenal Lercano, “el misterio de Cristo en la Iglesia es siempre, pero sobre todo hoy, el misterio de Cristo en los pobres”, y para que no quedará la menor duda añadió que “no se trataba de un tema más, sino que en cierto sentido era el único tema de todo el Vaticano II”, pues el pobre es representante de Cristo.

Una de los asuntos más interesantes del Concilio, prolongado luego por el magisterio de Juan Pablo II y de Francisco, fue la cuestión de la propiedad privada. Estos dos Papas afirmaron que el derecho de la propiedad privada era un derecho secundario, siempre subordinado al destino universal de los bienes. Pues, como dijo Tomás de Aquino, no hay derecho de propiedad donde hay urgente necesidad. Y por eso lo superfluo de los ricos debe, no en virtud de la caridad, sino del derecho natural, servir al sostenimiento de los pobres.

El texto clave del Concilio a este respecto es Gaudium et Spes, 69, que la Dilexi te casi cita por entero: “Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos... Por tanto, el hombre, al usarlos, no debe tener las cosas exteriores que legítimamente posee como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás… Quien se halla en situación de necesidad extrema tiene derecho a tomar de la riqueza ajena lo necesario para sí… La misma propiedad privada tiene también, por su misma naturaleza, una índole social, cuyo fundamento reside en el destino común de los bienes. Cuando esta índole social es descuidada, la propiedad muchas veces se convierte en ocasión de ambiciones y graves desordene”.

La exhortación de León XIV recuerda el magisterio de los Obispos latinoamericanos (en Medellín, Puebla, Santo Domingo, Aparecida) que, siguiendo las huellas del Concilio, se pronunciaron contra las estructuras de pecado que causan pobreza y desigualdades extremas, así como contra la dictadura de una economía que mata. En casi todos los países de América Latina, dice la exhortación del Papa, la Iglesia sintió como propio de drama de la mayoría de sus fieles, de tanta gente que sufría desempleo, subemplo, salarios inicuos y estaba obligada a vivir en condiciones miserables. Y recuerda al Arzobispo de San Salvador, Oscar Romero, que hizo de la atención a los pobres el centro de su opción pastoral.

Si, como dice el salmo 24, “del Señor es la tierra y cuanto la llena”, entonces Dios es el único propietario de la tierra. El ser humano no es el dueño, sino el administrador de la tierra. Debe administrar en función de la voluntad del amo. Y la voluntad del amo es que cada uno tenga lo necesario, porque los bienes de la tierra pertenecen a todos. Por tanto, cuando no llegan a todos, no se cumple la voluntad de Dios.

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12
Oct
2025
Los pobres son la misma carne de Cristo
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Ya tenemos el primer gran escrito de León XIV, su exhortación apostólica Dilexi te (= te he amado). “Te he amado” (Ap 3,9) son palabras dirigidas por el Señor a una comunidad cristiana que no tenía ninguna relevancia ni recursos y estaba expuesta a la violencia y al desprecio. Esta exhortación ya la dejó escrita, en lo fundamental, el Papa Francisco. León XIV la he hecho suya, en un gesto que recuerda el de Francisco haciendo suya una encíclica sobre la luz de la fe que dejó preparada Benedicto XVI. Francisco, imaginaba que Cristo se dirigía a cada uno de los pobres diciendo: no tienes poder ni fuerza, pero yo te he amado.

La exhortación es un grito a favor del compromiso de la Iglesia y de todo cristiano con la triste realidad de la pobreza. No estamos en el horizonte de la beneficencia, sino de la Revelación; el contacto con el pobre es un modo fundamental de encuentro con el Señor de la historia. En los pobres Él sigue teniendo algo que decirnos. De ahí la opción preferencial por los pobres de la que hablan los documentos eclesiales. Esta opción nos llama a un cambio de mentalidad, que puede incidir en una transformación cultural. La pobreza no es una elección; es el resultado de estructuras de pecado que se infiltran en la política y en la economía.

El texto firmado por León XIV recuerda que en la Escritura Dios aparece como solidario con el pobre. En Jesús de Nazaret esta solidaridad encuentra su plena realización: nuestro Señor Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza (2 Co 8,9). La pobreza incidió en cada aspecto de la vida de Jesús, desde su nacimiento hasta su muerte. Se refiere luego a la tradición patrística. Basta recordar que San Juan Crisóstomo denunciaba el lujo exagerado que convivía con la indiferencia hacia los pobres. Y decía que honrar el Cuerpo de Cristo no era adornar el templo, sino distribuir las riquezas entre los pobres.

Lo que más me ha gustado de la exhortación es el elogio que el Papa hace a la gran labor en favor de los pobres de las congregaciones religiosas, en la atención a inmigrantes, personas necesitadas, ancianos, niños abandonados, enfermos. Y ahí cita con nombres propios a casi todas las congregaciones. Por ejemplo, la labor sanitaria de los Hermanos de San Juan de Dios; la labor educativa en favor de los niños necesitados de los escolapios, los maristas o los hermanos de La Salle; la atención a personas abandonadas y moribundas de Santa Teresa de Calcuta. O la obra de trinitarios y mercedarios en favor de presos y cautivos, también de las nuevas cautividades, como la droga.

Las órdenes mendicantes (franciscanos y dominicos) fueron solidarios con los pobres, mediante una predicación y una cercanía a las personas alejada de lujos y poderes. La tradición monástica (Benito, Bernardo de Claraval) nos enseña que la oración y la caridad (la acogida en los monasterios), el silencio y el servicio, forman un único tejido espiritual. Sin olvidar la labor de las congregaciones femeninas (las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul y santa Luisa de Marillac, y tantas otras) tanto en el terreno hospitalario, educativo, asistencial, protección de los derechos de la mujer, cuidado de niños y jóvenes, presencia en lugares conflictivos y de guerra, y muchos más aspectos relacionados con la pobreza.

El Papa afirma que los movimientos populares han ayudado a la Iglesia a cobrar conciencia de la importancia de estar con los lastimados y crucificados de la tierra. En este sentido hay que decir que los pobres nos evangelizan, ya que ellos son la misma carne de Cristo. Por eso, la cuestión de los pobres conduce a lo esencial de nuestra fe. Pues no se trata solo de llevar a los pobres a Dios, sino de encontrar a Dios en los pobres.

El texto completo de la exhortación apostólica "Dilexi te" está disponible online en la web del Vaticano y en formato libro en nuestra editorial Edibesa.

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9
Oct
2025
Cerrar la boca para entrar en lo sagrado
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El verbo griego “myein” significa cerrar los ojos o cerrar la boca. De esta raíz derivan palabras que remiten a prácticas religiosas, como místico y misterio. Hay una relación estrecha entre cerrar los ojos, o sea, entrar en el ámbito de lo invisible, y el culto a los dioses. Los dioses son invisibles. La carta a los hebreos (11,27) elogia la fe de Moisés, que se mantuvo firme en las dificultades precisamente porque se apoyaba en “el invisible”. Igualmente hay una estrecha relación entre cerrar la boca, o sea, guardar silencio, y el culto a lo divino. Esta segunda relación me parece interesante porque se diría que hoy el silencio no es lo que más abunda.

Vivimos en un mundo ruidoso. El silencio estorba y necesitamos continuamente del ruido para sentirnos vivos. Muchas personas llevan puestos unos auriculares como si fueran la continuación de sus orejas. Y en muchas casas, está continuamente encendido el aparato de televisión, aunque nadie lo mire. El ruido se ha convertido en una necesidad. ¿Será porque nuestro tiempo es alérgico al misterio, o porque “vivimos en un mundo sin consagración”, como dice Byung-Chul Han? El verbo fundamental de nuestro tiempo, añade el filósofo no es cerrar, sino abrir sobre todo la boca. Nadie escucha y muchos gritan. Y, sin embargo, el silencio nos permite entrar en nuestro interior; solo así podemos plantearnos las grandes preguntas que de verdad interesan: ¿quién soy?, ¿a dónde voy?, ¿qué sentido quiero dar a mi vida?

Escuchar es la actitud religiosa por excelencia. Pero para escuchar hay que guardar silencio. Por eso, si la fe en Dios es ante todo escucha, solo el silencio puede despertarla. Recuerden esa escena del evangelio, en la que, aparentemente con toda razón, Marta se queja a su amigo Jesús de que su hermana María no le ayuda en las tareas de la casa. ¿Cuál el motivo por el que no es ayudada? Porque María está a los pies de Jesús, escuchando su palabra. Esta es la respuesta de Jesús a Marta: “te preocupas y agitas por muchas cosas y solo hay necesidad de una sola. María ha elegido la parte buena” (Lc 10,41-42). Lo que sobre todo esperamos de los amigos no es un regalo, ni un favor, ni que nos sean útiles, sino que presten atención a nuestra persona. A nuestra persona y no a nuestras necesidades. El servir a los amigos es útil. Pero solo una cosa es necesaria en la amistad: saber escuchar. Esta es la gran lección que María da a Marta. El otro tiene algo que decirnos, espera que le escuchemos con tranquilidad, que dejemos el ajetreo y nos paremos a mirarle en silencio, dándole lo mejor que podemos darle: la vida misma. El amor requiere silencio.

El ruido es inconciliable con la oración, en cierto modo impide la trascendencia. No es extraño que en algunas iglesias haya carteles en la puerta que invitan a los fieles a apagar el teléfono. Hoy estamos digitalmente hipercomunicados. Los ordenadores y los teléfonos producen mucho ruido, oral y visual. Esta hipercomunicación no crea ninguna conexión. Más bien aísla y acentúa la soledad. El silencio, en cambio, es camino de comunión con Dios, con los hermanos y con uno mismo.

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5
Oct
2025
Encuentro de María con Jesús resucitado
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Mes de octubre, mes del Rosario. El cuarto misterio glorioso, la Asunción de María a los cielos, se refiere al encuentro definitivo de María con Dios. Resulta sugerente relacionar este misterio con otro encuentro que no está explícitamente narrado en los evangelios, pero que tiene un apoyo en la tradición patrística y en la piedad popular, a saber, el de Jesús resucitado con su madre. María, en el momento de su muerte, es acogida en el cielo por su Hijo resucitado. Y María, después de contemplar, con inmensa tristeza y un gran amor, la muerte de su Hijo, se encuentra con su mismo Hijo resucitado, como se lo encontraron muchos que también le habían amado. Los evangelios nos narran algunos de estos encuentros. Pero también dicen que hubo otros: Jesús resucitado se apareció a muchos discípulos y discípulas, aunque no se les nombra explícitamente. María, discípula ejemplar y de primer nivel, ¿no estaría también entre ellos?

En María se realiza lo que, de un modo u otro, ocurrió con los primeros testigos de Jesús: ellos le conocieron por los caminos de Galilea anunciando el Reino de Dios; luego fueron testigos o tuvieron noticias directas de su crucifixión. Finalmente, fueron testigos o conocieron a testigos directos de su resurrección. Los que más le amaron fueron los que tuvieron una experiencia más intensa del encuentro, necesariamente misterioso, con el Resucitado. Porque el Resucitado ya no estaba en las condiciones de este mundo. Si estaba resucitado es porque había subido al cielo, porque estaba en el mundo de Dios. Y, desde allí, desde este mundo nuevo, se manifestaba a los suyos.

¿María fue la primera en tener un encuentro con Jesús resucitado? Si entendemos lo de “primero” en un sentido amplio bien podemos decir que sí. Porque no cabe duda de que ella estaba entre los que más le habían amado y, como he dicho, el grado de experiencia del encuentro es directamente proporcional al grado del amor. Si entendemos lo de primero en sentido cronológico, la primera de la que tenemos noticias fue otra de las grandes amantes de Jesús, o sea, María Magdalena. Que sea la primera de la que tenemos noticias no es obstáculo para que haya otros u otras antes de ella de los que no tenemos noticias.

Pero esto de ser el primero cronológicamente es algo totalmente secundario. En realidad, es una comparación fuera de lugar, que redunda en perjuicio de los comparados. Porque con Jesús todos somos primeros, cada uno somos únicos, a cada uno nos llama personalmente, con cada uno tiene un encuentro irrepetible, a cada uno le ofrece todo su amor y le colma de alegría. María fue primera, porque para Jesús todos somos primeros. De nuevo, María resulta así ser el modelo acabado de lo que ocurre con todo creyente. Ella es la pionera de la fe, el icono más acabado de encuentro con Jesús.

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30
Sep
2025
Francisco y Domingo "nos enseñaron tu ley, Señor"
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Las Órdenes religiosas tenemos buenas relaciones. Corren a veces algunas leyendas sobre lo mal que se llevan los miembros de unas y otras Congregaciones, fruto, sin duda, de acontecimientos totalmente superados. Por ejemplo, la controversia sobre la primacía de la gracia o de la libertad entre teólogos jesuitas y dominicos. O las disputas entre franciscanos y dominicos a propósito de la Inmaculada. Yo he conocido a algunos dominicos que eran tan o más “inmaculistas” que los franciscanos.

No pretendo escribir sobre disputas, sino sobre un abrazo que, según algunas crónicas, hubo entre Francisco de Asís y Domingo de Guzmán, cuando se encontraron en Roma. Al parecer, en este encuentro, Domingo dijo a Francisco: “Tú eres mi compañero; conmigo recorrerás el mundo. Establezcamos entre nosotros un compromiso de colaboración. Seamos fieles a Cristo, y no habrá adversario que pueda vencernos”. De allí data la tradición de que la Eucaristía en el convento de los dominicos, en la fiesta de Santo Domingo, sea presidida por un franciscano. Y el día san Francisco, en el convento de los franciscanos, preside y predica un dominico. Más aún: en la fiesta de los respectivos fundadores, los frailes suelen invitarse a comer y, antes o después de la comida, cantan en latín que “el seráfico Padre Francisco y el apostólico Padre Domingo nos enseñaron tu ley, Señor”.

Para los dominicos, Francisco de Asís es “nuestro Padre”. El Patriarca de los Menores (así se llaman los franciscanos: Orden de Frailes Menores), dejando las riquezas de su casa, vistió la desnudez de Cristo y se desposó con la dama pobreza. Su alma soñadora veía en la creación la gran familia divina, en la que Dios es el Padre y todas las criaturas hermanas. Murió consumado de amor y tres años después fue canonizado por Gregorio IX.

En una carta escrita por el Ministro General de los Franciscanos y el Maestro de los Predicadores, alrededor del año 1260, podemos leer: “¡Qué gran ejemplo de amor mutuo y de paz nos han dejado nuestros Padres, el bienaventurado Francisco y el bienaventurado Domingo y todos nuestros primeros frailes, que tan tiernamente se amaron en vida y nos dieron muestras de un amor tan sincero cuando se consideraban unos a otros como ángeles de Dios; y cuando unos a otros se acogieron como quien acoge a Cristo; o cuando competían entre sí a quién de ellos honrar más; o cuando se alegraban recíprocamente de los triunfos de cada cual; o cuando mutuamente se ensalzaban con elogios; o cuando unos promovían el éxito de los otros!”. Sí, bien podemos cantar que nos enseñaron tu ley Señor, a saber, la del amor mutuo. Mutuo.

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26
Sep
2025
Migrantes y mayores
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A principios de octubre, casi en las mismas fechas (el día 5), se celebra la jornada mundial del migrante y del refugiado, y el día del mayor. Mayores y migrantes merecen toda nuestra consideración, respeto y ayuda. Cuando el ser migrante y el ser mayor coinciden en la misma persona los problemas pueden multiplicarse.

Como suele ser habitual el Papa ha escrito un mensaje para la jornada mundial del migrante, bajo el titulo: “migrantes, misioneros de esperanza”. Comienza notando que hay tres fenómenos que contribuyen a la emigración: la carrera armamentística, la crisis climática y las profundas desigualdades económicas. En efecto, nadie emigra por placer. Los que dejan sus tierras es porque allí su vida y la de su familia corren peligro, bien porque hay guerra, bien porque el ambiente natural se ha vuelto hostil, bien porque no tienen trabajo y, por tanto, no tienen pan. Los que vivimos en lugares más o menos seguros y estables no deberíamos olvidar que la tierra es de todos, porque es del Señor, y el Señor nos la ha dejado todos: “Del Señor es la tierra y cuanto hay en ella”, dice el Salmo 24.

El Papa relaciona la migración con la esperanza. Porque la valentía y tenacidad de los migrantes son el testimonio heroico de una fe que les da fuerza para desafiar la muerte en las diferentes rutas migratorias contemporáneas. Porque ellos recuerdan a la Iglesia su dimensión peregrina, perpetuamente orientada a alcanzar la patria definitiva, sostenida por una esperanza que es la virtud teologal. Y porque pueden convertirse en misioneros de esperanza en los países que les acogen. No cabe duda de que, en muchos lugares, nuestras Iglesias se han revitalizado y renovado gracias a la presencia de gentes venidas de otros países. Gracias a ellos nuestras Iglesias siguen teniendo gente.

Incluso en muchas de nuestras diócesis, la pastoral sacramental es posible gracias a la presencia de presbíteros venidos de otros países, porque el clero propio de la diócesis ha envejecido y los seminaristas son escasos. Ahora bien, no es por motivos “prácticos” porque los que debemos apreciar y acoger a los migrantes, sino por motivos religiosos: ellos son nuestros hermanos y deben ser tratado como tales. Tampoco conviene olvidar que muchos de nuestros abuelos, en la primera mitad del pasado siglo XX, dejaron España y buscaron en países lejanos pan, tierra y libertad. Quizás deberíamos ver, al menos en algunos emigrantes, a nuestros propios nietos o a nuestros abuelos que vuelven a casa.

¿Y qué decir de la necesidad de cuidar a nuestros mayores? En la debilidad y en la enfermedad, en las personas que sufren, encontramos a Cristo que nos pida ayuda, sufriendo en ellas. Migrantes, personas mayores, cualquier persona necesitada es una llamada que pide una respuesta de amor, respeto, cariño y cercanía.

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22
Sep
2025
Guardar y perder o entregar y encontrar
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En los evangelios aparecen muchas palabras de Jesús que resultan sorprendentes y paradójicas. Por eso hacen pensar. Una de ellas dice: “quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mi, la encontrará” (Mt 16,25). Aquí hay una extraña correspondencia entre salvar y perder, por una parte, y entre perder y encontrar, por otra. O, dicho de otra manera: el que guarda, pierde; y el que entrega, gana. Espontáneamente uno diría que eso va en contra de toda lógica y de toda experiencia. Porque el que guarda parece que acumula y así cada vez se enriquece más. Y el que entrega, parece que cada vez tiene menos y, por tanto, pierde y se empobrece. En todo caso, si alguien gana es el que recibe el don.

Sin duda, la lógica de Jesús contrasta con la lógica del mundo. Pero no es una lógica absurda, pues encierra una extraña sabiduría que solo comprenden los que la experimentan. Para empezar, eso de que el que entrega pierde solo vale para los bienes materiales, en definitiva, para los bienes que no llenan el corazón. El que da dinero, se queda sin él. Pero el que regala alegría o el que regala amor, no solo no pierde alegría o amor, sino que gana alegría y amor al ver la alegría de los demás y el amor que los otros le devuelven. Y el que ofrece saber, no solo no deja de saber, sino que gana más saber al ver la reacción de sus oyentes y al responder a las preguntas de sus oyentes. Hay bienes que, por mucho que se repartan y por mucho que se gasten, no solo no se pierden, sino que aumentan: la ciencia, el saber, la sonrisa, el perdón, la alegría, la comprensión, en definitiva, los bienes del amor.

En las relaciones familiares o en personas que viven en comunidades fraternas, en definitiva, en espacios donde se busca vivir en el amor, muchas veces saber ceder es el camino para ganar, para mejorar las relaciones amorosas. El que no sabe ceder dificulta el amor. Y si pensamos en las relaciones entre pueblos y naciones vecinas resulta claro que mantener a toda costa las propias posiciones sin escuchar al otro, y no digamos conquistar terrenos del otro a la fuerza, conduce inexorablemente a la guerra, en la que todos pierden, también el que pretendía ganar.

Todos queremos salvar la vida. Desgraciadamente muchas veces la perdemos. Si entendemos que salvar la vida es pensar solo en uno mismo, en mis comodidades, en mi bienestar, sin importarme nada los demás, nos engañamos, y más que preservarla, la estamos destruyendo. Cuando una persona solo sabe calcular cómo aprovecharse de las otras, cómo explotarlas en su propio beneficio, se está arruinando. Cuando nuestra vida está tan ocupada que no tenemos tiempo para escuchar a lo otros, la estamos vaciando. Al contrario, el que por pensar en los demás no tiene tiempo para sí mismo, ese se está construyendo, creciendo, enriqueciéndose. Por eso la gran pregunta es: ¿qué estoy haciendo para salvar mi vida?, ¿consumo mis fuerzas en hacer felices a los demás? Solo el que trabaja por la felicidad de los demás, ese y solo ese trabaja por su propia felicidad.

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