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Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
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21
May
2025
Lo de Jesús no es normal
4 comentarios

dosenuno

Hace 1.700 años el Concilio de Nicea, con las categorías lingüísticas y filosóficas de su tiempo, quiso dejar claro una realidad cuando menos paradójica, sino aparentemente contradictoria, a saber: que, por una parte, Jesús era “Dios de Dios”, “de la misma naturaleza del Padre”. Y, sin embargo, este Dios de Dios, “se encarnó, se hizo hombre y padeció”. Ninguna de las dos afirmaciones por separado expresa la totalidad de la realidad de Jesús. Las dos dan mucho que pensar.

¿Qué vieron en Jesús sus contemporáneos? Sencillamente a un hombre. A un judío, hijo de José y de María, que vivió en Nazaret con su familia. Más tarde, sus discípulos, amigos y amigas comieron y bebieron con él, le acompañaron en sus correrías como predicador itinerante, le oyeron y tocaron, hicieron fiesta con él. Unos vieron en él a un profeta, otros quisieron hacerle rey; su amigo Pedro le confesó como Hijo del Dios vivo, aunque los evangelios notan que no comprendía lo que decía. Vieron a un hombre, quizás un hombre extraordinario. Y, sin embargo, lo que ocurre con este hombre no es normal.

No es normal, porque se trata de un Mesías que no quiere ser rey, de uno que expulsa demonios, pero les prohíbe que digan quién es, de uno que hace milagros, pero dice que eso no es muy importante, del juez de las naciones que come con los pecadores, del hijo de Abraham que dice que existe antes de Abraham, del Hijo del hombre que se deja prender y ejecutar como un malhechor. Cuando una voz celestial le designa como el Hijo amado que está por encima de todo, está a punto de hacerse bautizar como uno más por Juan Bautista. Cuando es transfigurado, exige que los testigos guarden silencio y les anuncia algo verdaderamente más inverosímil para ellos que la transfiguración: su pasión y muerte cercanas. Él que debería ser el vencedor termina siendo un vencido. Y, una vez vencido, parece que vuelve a resurgir.

Y, cuando después de Pentecostés, sus amigos le confiesan como Dios, se trata de un Dios muy sorprendente si tenemos en cuenta lo que ellos y nosotros nos imaginamos que debe ser un dios, pues “siendo de condición divina, no codició el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de esclavo. Asumiendo semejanza humana y apareciendo en su porte como hombre” (Flp 2,6-7). Tampoco parece eso muy normal. Se diría que Dios no sabe lo que es ser dios.

Un Jesús bien presentado debe sorprender. Si no sorprende, si todo está claro, entonces no se trata del auténtico Jesús, pues el auténtico es desconcertante y siempre provoca preguntas. Cuando decimos: “se trata de un hombre”, y lo presentamos bien, el oyente debe pensar: ahí hay algo raro. Y cuando decimos: “se trata de Dios”, y lo presentamos bien, el oyente debe pensar: en este Dios algo no encaja. Si todo está claro es porque nos lo hemos apropiado y lo hemos encerrado en nuestras pobres categorías. Si desconcierta y suscita preguntas es porque su persona orienta hacia más allá de su persona.

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17
May
2025
1700 años después de Nicea: ¿Jesús es Dios?
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Nicea1700

El primer Concilio de Nicea se celebró del 20 de mayo al 25 de julio del año 325. Estamos, pues, celebrando este año, el 1.700 aniversario de aquel Concilio. La confesión de fe que allí se definió es aceptada prácticamente por todas las Iglesias cristianas: católica, ortodoxa, reformada, luterana, anglicana y bastantes más. Fue un Concilio rodeado de polémica, tanto antes, como durante el concilio y también después. Lo convocó el emperador Constantino que pretendía lograr la paz y la unidad de su imperio a base de eliminar las disputas religiosas y conseguir una confesión de fe unánime. ¿Podemos ver ahí la primera interferencia del poder civil en la Iglesia? Hay que situarse en el contexto de la época. También otro emperador, Carlos V, influyó en la convocatoria del Concilio de Trento. Lo cierto es que, con sus más y sus menos, Constantino consiguió que en Nicea se confesase una profesión de fe, que sigue siendo hoy la que prácticamente todos los cristianos mantienen y que, con los añadidos del Concilio de Constantinopla, ha entrado en la liturgia católica.

El asunto de fondo que allí se dirimía era, dicho de forma muy sencilla y sin entrar en matices, si Jesús era Dios. Digo sin entrar en matices, porque el Verbo encarnado es Dios y hombre verdadero. Tanto los partidarios de la ortodoxia como los partidarios de Arrio (el personaje que recapitula la “oposición” a Nicea, aunque no fue el único) confesaban que Jesús era “divino”. Pero los matices resultaban importantes y decisivos. Para unos, Jesús, el Verbo del Padre, había sido “creado” por el Padre, como mediador necesario de la futura creación del mundo. Solo el Padre era “ingenito”, no creado. El Hijo era engendrado por el Padre y, por tanto, concluían los partidarios de Arrio, era creado, antes de la fundación del mundo, pero creado. Hubo un tiempo, por tanto, en que el Padre existió solo. El Concilio dejó claro que el Hijo era “engendrado”, pero “no creado” y, por tanto, era eterno como el Padre. Porque en Dios no hay Padre sin Hijo, ni Hijo sin Padre. Los dos son simultáneos y de la misma naturaleza, aunque también son diferentes “personas”, pues si no fuera así, no habría forma de relacionarse.

Los dos “partidos” que se enfrentaban en Nicea podían apelar, en su favor, a los textos bíblicos: “el Padre es mayor que yo” o “el Padre y yo somos uno”, podemos leer en el evangelio de Juan. El Concilio optó, en su definición, por dejar de lado el lenguaje bíblico, porque este lenguaje es icónico, referencial, evocativo, y puede interpretarse de distintos modos. Utilizó un lenguaje filosófico, que es más preciso y más técnico. La filosofía entró en la definición de la fe. Los Padres conciliares consideraron necesario, para defender la fe, utilizar una terminología filosófica, que era familiar a sus oyentes. La Iglesia crea palabras nuevas porque la repetición mecánica no es suficiente. Si la Iglesia quiere transmitir la fe y hacerse entender por las personas de toda cultura y condición, debe utilizar (también hoy) un lenguaje que comprendan los destinatarios del evangelio. De ahí la importancia que tiene el diálogo de la fe con la cultura.

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13
May
2025
Resurrección: vida antes de la muerte
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vidaantesmuerte

La resurrección de Cristo no es un acontecimiento que le afecta a él solo. La resurrección de Cristo tiene repercusiones en todos aquellos que viven unidos a Cristo, pues Cristo ha resucitado como el primero de una larga lista de hermanos. Afirmar que Cristo ha resucitado va indisolublemente unido a afirmar que nosotros esperamos resucitar con él. “Viendo a Cristo resucitado, que es nuestra cabeza, esperamos que también nosotros resucitaremos”, escribió Tomás de Aquino (Suma, III, 53,1). Esta es la gran esperanza cristiana y, sin esta esperanza, todo el cristianismo se derrumba: “si solamente para esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, ¡somos los hombres más dignos de compasión!” (1 Co 15,19). Nuestra esperanza está en que el mismo Espíritu que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también vida a nuestros cuerpos mortales (Rm 8,11).

Pero hay que añadir algo más a propósito de la esperanza cristiana. Pues hoy mucha gente, religiosa y no religiosa, y más aún la que vive en situaciones de opresión y dificultad, se pregunta: ¿habrá vida antes de la muerte? Vida, sí, porque hay situaciones en las que uno exclama espontáneamente: ¡esto no es vida! Por eso importa dejar claro que también la esperanza cristiana ilumina la cuestión de la vida antes de la muerte. Si la resurrección de Cristo es el signo más claro de que su camino conduce a la vida verdadera y de que Dios aprueba esta vida, porque una vida como la de Jesús es la que de verdad tiene futuro, entonces la resurrección de Cristo es una llamada a vivir como él vivió, a vivir con sus mismos sentimientos y actitudes, porque si así lo hacemos también nuestra vida culminará en la vida verdadera. Si en la resurrección de Cristo, Dios acoge una vida como la de Jesús, es de esperar que, si vivimos una vida como la suya, también Dios acogerá nuestra vida.

 La fe en la resurrección implica, pues, la lucha diaria contra la muerte. No se da solo la muerte al final de la vida, sino también la muerte de seres humanos en medio de la vida. Del mismo modo podemos decir: no hay solo una vida tras la muerte, sino también una vida antes de la muerte. Decir que Cristo ha resucitado es construir la paz con toda nuestra vida, hacer de las espadas, arados. De este modo la esperanza en la resurrección no desempeña un papel falsamente consolador, sino críticamente liberador. Resucitar aquí y ahora significa que no nos matemos unos a otros en la guerra; que no nos matemos con palabras de incomprensión, odios y prejuicios; que sembremos vida, viviendo unos para otros. La dosis de protesta contra la muerte, que late en la esperanza de la resurrección se hace patente en un poema del escritor y sacerdote suizo Kurt Martí (citado por H. Küng, ¿Vida eterna?, Cristiandad, Madrid, 1983, 198):

Qué bien para ciertos señores
que todo la muerte saldase,
el señorío a los dueños,
la servidumbre a los siervos
confirmados para siempre.

 qué bien para ciertos señores
que en rico sepulcro privado
siguiesen señores por siempre
y sus siervos como siervos
en baratas tumbas de serie;

mas una resurrección llega
de otra muy de otra suerte,
resurrección, pronunciamiento
de Dios contra los señores
y el señor de todos ellos: la muerte.

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9
May
2025
Se llama León, es agustino y elogia a Francisco
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LeonXIV

Después de cuatro votaciones resultó elegido Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal el cardenal estadounidense, con nacionalidad peruana, y segundo apellido muy español, Robert Francis Prevost Martínez, hasta ahora prefecto del Dicasterio para los Obispos y, por tanto, colaborador muy cercano al Papa Francisco. Que haya salido a la cuarta votación es un buen signo: a los cardenales no les ha costado mucho tiempo encontrar un consenso.

Que el nuevo Papa sea conocedor de la curia vaticana por dentro y doctor en derecho canónico por la Universidad de Santo Tomás de Roma, regentada por los dominicos, es también un buen signo, pues tendrá sentido jurídico (quizás una de las carencias de Francisco) y prestará atención a la curia, a la gente de su entorno inmediato. Que el nuevo Papa haya sido un colaborador que ha gozado de la confianza del fallecido es otro buen signo: seguramente seguirá los pasos y la orientación que durante estos pasados 12 años ha marcado Francisco. Es importante que la Iglesia salga de las sacristías y preste atención a los marginados. También es importante impulsar la presencia de las mujeres, no tanto en el sacerdocio, cuanto en el gobierno de la Iglesia.

De hecho, en su primer discurso a los fieles y al mundo ha elogiado sinceramente a Francisco y ha subrayado alguna de las insistencias del anterior Papa: su llamada a la paz desarmada y desarmante, a construir puentes, a ser una Iglesia sinodal, en la que todos podemos caminar juntos, una Iglesia que busca siempre estar cerca especialmente de quienes sufren, una Iglesia siempre dispuesta a acoger a todos con los brazos abiertos. Y también el recuerdo de que Dios nos ama a todos incondicionalmente.

El Papa León es agustino. Ha sido Superior general de su Orden. Conoce bastante bien la problemática de muchos lugares, debido a las visitas que tuvo que hacer a los frailes y conventos de su Orden, esparcidos por todo el mundo. Y, como muchos religiosos, ha sido misionero. Tiene por tanto una visión universalista de la Iglesia, un aprecio por la vida consagrada y una sensibilidad por la misión evangelizadora entre los más necesitados. Sé de primera mano que su labor en las misiones de Perú fue muy apreciada.

El nombre elegido es significativo. A mi me ha recordado enseguida que León XIII fue el Papa de la primera encíclica social de la Iglesia, la “Rerum novarum”, en defensa de la dignidad y derechos de los trabajadores. También León XIII impulso el diálogo de la fe con la ciencia. León XIV es licenciado en matemáticas y tiene base para establecer ese diálogo fe-ciencia. Luego he caído en la cuenta de que el hermano León fue el compañero más cercano de San Francisco de Asís. ¿Cabría ver en esta elección del nombre un guiño al Papa Francisco, del que fue estrecho colaborador?

En las próximas semanas nos haremos una mejor idea de por dónde irán las preocupaciones pastorales del nuevo Papa. Pero no cabe duda de que las primeras impresiones han sido buenas y positivas.

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8
May
2025
Mis ovejas escuchan mi voz
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El cuarto domingo de Pascua se lee siempre un fragmento del capítulo 10 del evangelio de Juan. En este capítulo, Jesús se presenta con la imagen del buen pastor. Este año leemos el breve fragmento final con el que termina este capítulo 10 del evangelio de Juan, el que comienza con esta palabra de Jesús: mis ovejas escuchan mi voz.

Más que voces, lo que hay en este mundo es mucho ruido. Por eso no es fácil en medio de tanto ruido escuchar voces con sentido. Por otra parte, son muchas las voces que quieren guiarnos. Tanto ruido y tanta voz exige atención y discernimiento pues, a veces, no son los que más gritan los que dicen cosas sensatas. El griterío suele ser signo de insensatez. Los gritos suelen ir acompañados de mucha vaciedad. La pregunta que ayuda discernir es: ¿estas voces buscan nuestro bien? Ni lo más cómodo, ni lo más entretenido, ni lo más halagador, ni lo que hace más ruido, suele ser lo mejor. En medio de tantas voces nos llega la voz de Jesús. De él podemos fiarnos. Porque él conoce los caminos que pasan por el valle de la muerte, los ha recorrido y ha abierto pasos en medio de ellos.

Añade Jesús, tras decir que sus ovejas escuchan su voz: “yo las conozco”. Jesús conoce a los suyos no de forma general, no de forma estadística. Conoce personalmente a cada uno por su nombre. Tiene con los suyos una relación íntima, profunda, hecha de cercanía, conocimiento y amor. Una relación tan íntima como la que tiene con el Padre, ese Padre que conoce a su Hijo Jesús, y el Hijo que conoce a su Padre Dios. ¿Cómo podemos nosotros conocer a Jesús como él nos conoce a nosotros? Oración, escucha de la Palabra, participación en la Eucaristía son buenos modos de conocer a Jesús.

Tercera afirmación que hace Jesús: “mis ovejas mi siguen”. Seguimos al buen Pastor. O sea, conformamos nuestro sentir, querer, actuar y pensar con sus palabras y con su vida. A quienes le siguen, Jesús les dice: “no perecerán para siempre”. Porque el Cordero (como dice la segunda lectura de este domingo) las conducirá a fuentes de aguas vivas y Dios enjugará las lágrimas de sus ojos.

Última afirmación de Jesús: nadie puede arrebatarlas de mi mano, de la mano de mi Padre, como nadie pudo arrebatarle a él de las manos del Padre, ni siquiera la muerte. Nada: las adversidades, ni las enfermedades, ni la muerte, ni los falsos pastores, ni la cultura ambiental. Nuestra esperanza, la gran esperanza cristiana es saber que nos da la mano y nos acompaña aquel que es capaz de pasar por el valle de la muerte. Nuestra fe no está blindada contra dudas y desalientos, pero nos encomendamos a las manos fuertes, bondadosas y poderosas de Jesús. ¡Que en nuestra libertad no nos soltemos nunca de esas manos!

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6
May
2025
El Cónclave ya está aquí
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conclave2025

El martes, día 6 de mayo, es el último día para celebrar funerales por el Papa Francisco. El miércoles, día 7, comienza el Cónclave que debe elegir nuevo Obispo de Roma. Acabados los funerales, las diócesis y parroquias están invitadas a celebrar Misas “pro eligendo pontífice”, o sea, Misas por la elección del romano pontífice. En la que se celebrará el miércoles a las 10 horas, en la Basílica de San Pedro, presidida por el Cardenal Re (el mismo que presidió los funerales de Francisco), asistirán todos los cardenales. En la oración colecta de esta Misa, la oración que recoge los sentimientos de la asamblea celebrante, aparecen tres palabras que podemos considerar tres grandes principios que, luego, el elegido, tendrá que concretar en función de su carácter y de las necesidades de la Iglesia: santo celo por los fieles, reverencia del pueblo, saludable gobierno.

Los medios de comunicación continúan especulando sobre los cardenales “papables”. Yo mismo he sido invitado a participar en un programa sobre el cónclave de un canal de televisión. Después de pensarlo un poco, decliné la invitación. Porque hay muy poco que decir sobre nombres y tendencias, que es lo que interesa a los medios, eso sí, siempre en función de sus orientaciones políticas. El que salga merecerá todo el respeto del mundo y, aunque desde el primer momento será catalogado, habrá que esperar al menos algunas semanas para ver cuales son sus insistencias y preocupaciones pastorales. Estoy convencido de que no habrá ni marcha atrás ni saltos en el vacío. Habrá continuidad, quizás con un estilo distinto, pero continuidad.

¿Cómo no va a estar preocupado el próximo Papa por el hambre en el mundo, por la pobreza, por los migrantes, por la paz, por el entendimiento entre los pueblos, por el diálogo ecuménico e interreligioso, por la buena marcha de la Iglesia, por el anuncio del Evangelio con alegría? ¿O es que Francisco ha estado preocupado por otras cosas? En definitiva, preocupado por anunciar el Evangelio, consciente de que el Evangelio no es solo ni principalmente un asunto doctrinal (¿qué querrán decir esos que añoran o piden un Papa preocupado por la “sana doctrina”?), sino un asunto de vida en el amor, porque ese es el mandamiento de Jesús y el gran signo por el que se conocen sus discípulos.

Se dice que al Papa le elige el Espíritu Santo. Pero es también el resultado de negociaciones, a veces tensas, entre los electores. Porque el Espíritu Santo siempre se sirve de causas segundas. No actúa directamente. No envía mensajes de whatsapp, ni habla por la boca de los más rigoristas. La acción del Espíritu Santo hay que verla en los consensos, en los discernimientos, en los acuerdos. El Papa será elegido directamente por los Cardenales, después de que cada uno haya discernido en conciencia a quién debe votar, voto también condicionado por su carácter, sus experiencias y sus expectativas. Lo que hará el Espíritu Santo será sacar lo mejor del elegido, orientar, modular su carácter, su visión de las cosas y sus preocupaciones. El Espíritu actúa a través de la escucha de la Palabra, de la oración, de la atención a los signos de los tiempos, de la escucha de los hermanos, del discernimiento personal, de la libertad.

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4
May
2025
Mes de mayo con M de María, Modelo, Maestra y Madre
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Tradicionalmente, en el mundo católico, el mes de mayo es un mes dedicado a María. María es un nombre de origen hebreo que significa “excelsa” o “elegida de Dios”. Por tanto, es un nombre muy adecuado para designar a aquella que fue elegida por Dios para ser la madre de su Hijo. Por este motivo “todas las generaciones la llaman bienaventurada” (Lc 1,48).

Por otra parte, María es buen modelo de vida cristiana. El Concilio Vaticano II la califica de “excelso Modelo” de la Iglesia, “modelo de todas las virtudes para toda la comunidad de los elegidos”. En efecto, ella “en cierto modo reúne en sí y refleja las exigencias más radicales de la fe…, progresando continuamente en la fe, la esperanza y el amor y buscando y obedeciendo la voluntad de Dios en todo” (Lumen Gentium, 65).

Precisamente porque es un buen modelo también puede ser calificada de maestra de vida cristiana y maestra de humanidad. Las buenas y los buenos maestros no son simplemente los que se limitan a ofrecer datos y conocimientos, sino los que son ejemplos de vida para sus alumnos. El Vaticano II, citando a San Ambrosio dice que la vida de María “es enseñanza para todos” (Perfectae caritatis, 25). Si su vida es enseñanza, tiene que ser necesariamente maestra. Sin duda, su magisterio comenzó en la educación de su hijo, como hacen todas las madres de la tierra: ellas son las primeras que enseñan a sus hijos y esta enseñanza marca para siempre sus vidas. Pero más que María como educadora del niño Jesús, ahora quiero notar el papel de María como educadora de la Iglesia, en línea con lo que afirma el Vaticano II: María “coopera en la educación de los creyentes” (Lumen Gentium, 63). María es una buena maestra porque no enseña “desde fuera”, sin implicarse en su enseñanza. Ella realiza en su vida aquello a lo que invita. Si enseña a cumplir la voluntad de Jesús es porque ella es la primera discípula y la primera convertida.

Además de Maestra, María también es Madre, no solo de Cristo, sino de todos los fieles cristianos. Al finalizar el Concilio Pablo VI pronunció un importante discurso, en el que proclamó a María madre de la Iglesia: “Proclamamos a María santísima madre de la Iglesia, es decir, madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores que la llaman madre amorosa, y queremos que de ahora en adelante sea honrada e invocada por todo el pueblo cristiano con este grandísimo título”. Pablo VI dice que este título encuentra “su justificación en la dignidad misma de la madre del Verbo encarnado”. Esta maternidad del Verbo encarnado se extiende a la Iglesia, pues María es “madre de aquel, que desde el primer instante de su encarnación en su seno virginal se constituyó en cabeza de su cuerpo místico, que es la Iglesia. María, pues, como madre de Cristo, es madre también de los fieles y de todos los pastores; es decir, de la Iglesia”.

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30
Abr
2025
La gran pregunta de Jesús: ¿me amas?
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meamas

En la segunda parte del evangelio del ciclo C del tercer domingo de Pascua (el mismo evangelio que se leyó en el funeral del Papa Francisco) aparece repetida, por tres veces, la pregunta más importante que puede hacernos Jesús. En el evangelio va dirigida directamente Pedro, pero en realidad Jesús nos dirige la misma pregunta a cada uno de nosotros: ¿me amas?

Lo único que nos pide Jesús es amor. Porque donde hay amor, uno está siempre junto al amado y siempre está dispuesto a complacerle. “Pedro: ¿me amas?”, pregunta Jesús. Si se puede hablar de primado en Pedro, de ser cabeza de la Iglesia, de ser el que confirma en la fe a sus hermanos, eso solo puede hacerse desde el amor a Cristo y a los hermanos. Las tres preguntas que Jesús dirige a Pedro, en el evangelio de este domingo, de alguna manera pretenden compensar las tres negaciones de Pedro en el momento de la pasión. Sus negaciones, sus miserias, su debilidad, no impiden que pueda ser el guía de la comunidad de los discípulos.

Pedro no es el discípulo perfecto. Le basta con ser el discípulo que ama. Jesús no nos quiere perfectos, si por perfecto se entiende alguien que no tiene ninguna debilidad, ninguna tentación, ningún pecado. Jesús nos quiere amantes, porque el amor supera la multitud de los pecados. Donde hay amor se vencen los malentendidos y hasta las infidelidades. El amor de Pedro al Señor ha curado su pasado, sus negaciones. Todo se cura con amor.

La fe cristiana es una experiencia de amor. Creer en Jesucristo es mucho más que aceptar verdades acerca de él. Creer en Jesucristo no es saberse el catecismo (aunque eso está muy bien), pero no es eso. Creer en Jesucristo es encontrarse con él, tener una relación personal con él, jugarse la vida por él, dejar de pensar y actuar con criterios mundanos, para pensar y actuar con los criterios de Jesús. Criterio mundano: no robo porque si me pilla la policía me meterán en la cárcel. Criterio de Jesús: no robo porque eso es malo, malo incluso para mi; no robo porque no quiero hacerle daño al hermano, porque el hermano es para mi más importante que mi ambición o mi avidez.

El amor a Jesús no destruye ni reprime nuestro amor a las personas. Al contrario, el amor a Jesús da su verdadera hondura a nuestros amores humanos, liberándolos de la mediocridad y la mentira. La experiencia del amor a Cristo puede darnos fuerzas para amar sin esperar recompensa, para renunciar a nuestras pequeñas ventajas, y así servir mejor a quien nos necesita. Tal vez algo nuevo se produciría en nuestra vida si fuésemos capaces de responder con sinceridad a la pregunta del Resucitado: tú, ¿me amas?

En cierto modo, tendría razón Charles Baudelaire cuando dice que “es más difícil amar a Dios que creer en él”. Porque los demonios también creen en él, como muy bien dice la carta de Santiago (2,19). Su problema es que no le aman. Una fe que se limita a repetir: “Señor, Señor” (Mt 7,21) no es una fe auténtica, pues la verdadera fe “transforma a toda la persona, precisamente porque se abre al amor” (Francisco, Lumen Fidei, 26).

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26
Abr
2025
Extraño pasillo de honor para el Papa Francisco
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funeralfrancisco

En la escalinata de acceso a la Basílica de Santa María la Mayor, por donde entró el féretro con el Papa Francisco, estaba un extraño grupo personas dándole el último adiós. Digo extraño con un inmenso respeto. Extraño por inesperado. Extraño porque cuando se despide a un gran personaje son otros grandes personajes los que le acompañan hasta la tumba. Extraño porque muchos consideran a esas personas como los “últimos” de la sociedad. ¿Quiénes son esas extrañas personas, tan importantes para el Papa, esas grandes personas que le han echo un pasillo de honor, esos amigos que le han dado el último abrazo? Un grupo de pobres, presos, transexuales y migrantes.

Los que no querían a Francisco habrán encontrado aquí un motivo más para descalificarle. Los que le querían habrán visto ahí un gesto que, si bien no es el resumen de su pontificado, es una de sus insistencias fundamentales: su cercanía a pobres y marginados, su misericordia con todos, su acogida de quiénes más necesitan amor y cuidado. Porque cuando se dice que Dios ama preferentemente a los pobres, no es porque sean más buenos ni más santos; los ama preferentemente porque están más necesitados de su amor. Y el amor, aunque es universal, mira atentamente a los últimos.

La homilía del cardenal Giovanni Battista Re en la misa funeral por el Papa me ha parecido acertada y oportuna. Ha recordado las grandes preocupaciones pastorales del difunto, así como los rasgos más característicos de su carácter: su deseo de estar cerca de todos, con especial atención hacia las personas en dificultad; su espontaneidad y su manera informal de dirigirse a todos; su gran calidez humana, su sensibilidad hacia a los dramas actuales. El primado de la evangelización, ha dicho el cardenal Re, fue la guía de su pontificado, difundiendo con una clara impronta misionera la alegría del Evangelio. El hilo conductor de su misión fue la convicción de que la Iglesia es una casa para todos; una casa de puertas abiertas. El Papa, añadió, elevó su voz implorando la paz e invitando a la sensatez, porque la guerra es una derrota para todos y siempre deja el mundo peor de lo que estaba.

En suma, dijo el Cardenal Re, se trata de construir puentes y no muros. Palabras que, sin duda, iban dirigidas a los poderosos políticos que allí estaban y, probablemente, a los cardenales electores que le escuchaban. La homilía terminó recordando unas palabras que el Papa solía dirigir a la gente: “no se olviden de rezar por mi”. No lo ha dicho el Cardenal, pero lo digo yo, Francisco alguna vez añadía: “pero recen a favor”, no sé si queriendo recordar que Dios solo escucha las oraciones “a favor”, porque la oración “en contra” condena a quién la hace y, por eso, Dios la rechaza. Y ahora vuelvo a lo añadido por el Cardenal: ha pedido a Francisco que, desde el cielo, rece por nosotros y bendiga a la Iglesia y al mundo.

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24
Abr
2025
Especulaciones sobre el nuevo Papa
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capillasixtina

El lunes de Pascua murió Francisco. La noticia de su muerte fue portada, con grandes titulares, de los periódicos del día siguiente. Y, junto con la noticia de su muerte, también, en la mayoría de las primeras páginas, con caracteres destacados, se especulaba sobre quién podía ser su sucesor. El asunto del sucesor interesa. De hecho, mucha gente me ha preguntado quién pienso yo que saldrá elegido en el próximo Cónclave. Dudo que la mayoría de esas personas tengan suficiente información sobre los cardenales para poder hacer una valoración adecuada. Los periódicos sí que hacen valoraciones, algunas condicionadas por su línea editorial.

No hablemos de lo que se dice en redes sociales y algunos blogs que pululan por la red, en los que hay de todo, como no podía ser de otra forma, aunque en algunos casos lo que hay es falta de respeto con el Papa difunto. Y lo digo de una forma elegante. Y cuando hacen pronósticos sobre el nuevo Papa, me temo que confunden sus deseos con la realidad. Eso dejando aparte que atribuyen a sus candidatos ideas en las que seguramente ellos no se reconocerían. Hasta las casas de juego hacen lo que no tiene nada de cristiano, a saber, apuestas sobre quién será el nuevo Papa.

Estoy convencido de que el elegido continuará la línea de su predecesor, con algunas características propias. Es lo que ha ocurrido con todos los Papas. Ninguno descalifica a su antecesor. Todos dicen continuarlo. No quiero arriesgarme a hacer pronósticos, pero aún así aventuro que una de las primeras decisiones del nuevo Papa va a ser continuar con el Sínodo y, por supuesto, dejar claro que el año jubilar continúa con el ritmo ya empezado. Porque en la Iglesia no hay rupturas. Hay estilos distintos, en función de las personas, como es lógico y normal. Pero lo fundamental permanece.

En vez de especulaciones sobre quién será el nuevo Papa, lo que ahora toca es dar gracias por la vida y el magisterio de Francisco, convencidos de que Dios guía a su Iglesia y, con sus fallos y deficiencias, porque está formada por seres humanos frágiles y pecadores (empezando por el Papa), la sostiene para que siga anunciando a las personas de cada época y lugar la buena nueva del Evangelio de Cristo. La referencia de los cristianos no es una ideología, sino un hombre de carne y hueso, con sus manías, un pobre hombre vestido de blanco, pobre en relación con Aquel del que es Vicario, pobre como esos pobres hombres que somos nosotros, pero signo viviente del Verbo que se ha hecho uno de nosotros.

La elección de los últimos Papas (sobre todo de Juan Pablo II y Francisco) fue una sorpresa. Es posible que en esta elección tengamos otra. Y un asunto más: una cosa son los cardenales con derecho a voto, y otra los que están en condiciones de desplazarse a Roma, que serán algunos menos. Y a propósito de esos cardenales que no podrán estar en el Cónclave, ¿qué es lo que preocupa a algunos? Si están en uno u otro bando, según sus clasificaciones políticas, trasplantadas al ámbito eclesial. ¡Penoso! Todo muy penoso.

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