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Dic2025En Navidad no había sitio en la posada
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El evangelista Lucas (2,7) cuenta que María acostó a su hijo, recién nacido, “en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento”. La palabra griega katalyma, que se suele traducir por posada o por alojamiento, podría designar una sala en la que se albergaba la familia de José. Si este tenía su domicilio en Belén, es lógico que al llegar a su pueblo se dirigiera a casa de su familia. Quizás la casa estaba llena, porque había allí otras personas que habían ido a empadronarse. Quizás la familia de José se quedó escandalizada de un embarazo tan adelantado para el poco tiempo que llevaban de casados. Sea lo que sea, mandaron a la joven pareja al comedero del ganado que, sin duda, estaba instalado en una pared de aquella pobre casa. Esta interpretación que ofrezco vendría reforzada por lo que escribe el evangelio de Juan (1,11): “vino a su casa y los suyos no le recibieron”.
La familia de José, la familia de David, no les recibió. “Los suyos”, convertidos en extraños, le enviaron a un pesebre. El Salvador nació en clave de marginación, se sitúo en los márgenes de la historia. Los primeros que le acogieron fueron unos pastores, o sea, gente de muy mala fama, una clase social que todos despreciaban. Contemplar el nacimiento de Jesús en clave de alejamiento nos exige cambiar nuestras actitudes de marginación, de exclusión, de rechazo a tantos distintos y diferentes (prófugos, refugiados, emigrantes), a tantos que tienen problemas no previstos, problemas que no encajan en nuestra moral y nuestras comodidades de gente aburguesada. El realismo de la encarnación continúa hoy y nos exige a los cristianos ver a Dios no en clave de grandeza, sino en clave de solidaridad con tanta gente necesitada.
Hay una reflexión de Benedicto XVI a propósito del pesebre, inspirada en San Agustín, que me parece oportuno copiar: “El pesebre es el lugar donde los animales encuentran su alimento. Sin embargo, ahora yace en el pesebre quien se ha indicado a sí mismo como el verdadero pan bajado del cielo, como el verdadero alimento que el hombre necesita para ser persona humana. El alimento que da al hombre la vida verdadera, la vida eterna. El pesebre se convierte de este modo en una referencia a la mesa de Dios, a la que el hombre está invitado para recibir el pan de Dios. En la pobreza del nacimiento de Jesús se perfila la gran realidad en la que se cumple de manera misteriosa la redención de los hombres”.
Una cosa más a propósito del himno que los ángeles entonan después de anunciar a los pastores el nacimiento del Salvador: “gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres en quien él se complace”. La gloria de Dios se relaciona directamente con la paz. Por eso, en esta Navidad, los cristianos debemos rezar para que, en lugar de armamento para la guerra lleguen ayudas para los que sufren, para que los gobernantes comprendan lo absurdo de la violencia, y para que todas las personas aprendan a reconocer el verdadero rostro de Dios, que nos hace a todos hermanas y hermanos, hijo del único Padre, que es Amor, y que en Jesucristo nos ha dicho su palabra definitiva, palabra de amor, paz y fraternidad.








