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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

20
Feb
2025
El Altísimo es bueno con los malvados
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amaneceenelbosque

“Tratad a los demás como queréis que ellos os traten”. No dice: como ellos os tratan, sino como deseas que ellos te traten. No es fácil vivirlo, pero es el fundamento de una convivencia pacífica. Y una clave para romper con esas espirales interminables que provoca la violencia. En Jesús, este principio, “como queréis que ellos os traten”, encuentra una aplicación inesperada: “amad a vuestros enemigos”. ¿Qué te gustaría que hiciera tu enemigo?, ¿no te gustaría que dejara de serlo?, ¿no te encantaría que te tratase bien? Pues eso debes hacer tú: lo que te gustaría que él te hiciera, pero no te hace. No te lo hace, porque es tu enemigo. Pero tú no puedes ser enemigo suyo. Un cristiano no puede ser enemigo de nadie. Jesús no era enemigo de nadie, pero tenía unos enemigos tales que le llevaron a la cruz.

Pero hay más. Pues en el amor al enemigo no se trata sólo ni principalmente de romper una espiral violenta que nunca acaba, en la que a cada réplica sucede una contrarréplica peor. Se trata de algo todavía más profundo: de ser hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. ¿Por qué? Porque Dios es así, Amor, sólo Amor y nada más que Amor. Por eso en él no cabe ningún asomo de no amor, ningún odio. Los discípulos de Jesús están llamados a aspirar a esa filiación, a parecerse a ese Padre que sólo sabe de amores. A vivir un amor gratuito, como el del Padre. Un amor a fondo perdido, que no ama porque espera recompensa o respuesta, sino que ama por la grandeza desbordante de su corazón amante.

Para los oyentes de Jesús los enemigos eran personajes muy concretos y muy crueles: los soldados romanos, los soldados de Herodes y los soldados del templo, que les oprimían, les obligaban a pagar altos impuestos incluso con lo poco que tenían para comer. Los enemigos les mataban literalmente de hambre. No se trataba, pues, de vulgares rencillas vecinales. Eso hace todavía más desconcertante la palabra de Jesús. ¿Cómo amar a alguien así? ¿Cómo amar a quien me roba el pan de mis hijos o incluso a quien los mata? No conviene que espiritualicemos las palabras sobre el amor al enemigo, so pena de no entenderlas.

¿Cómo amar entonces a mi enemigo? En primer lugar, no poniéndome a su nivel, o sea, no devolviendo mal por mal. En segundo lugar, no deseándole mal; deseándole, por el contrario, lo que me gustaría que él me desease a mi. En tercer lugar, deseándole bien; esto es fundamental en todo amor: el que ama desea el bien del amado. Y es fundamental para entender lo que Jesús dice. Pues Jesús no dice: tienes que estar de acuerdo con tu enemigo; o tienes que aplaudir lo que él hace. Tampoco dice: tienes que tener intimidad con él. No. Dice: tienes que amarle. Y amarle es ante todo desearle bien. Y desearle bien puede ser desear que cambie de actitud, que actúe de otra manera, que deje de hacer el mal, que se convierta, en definitiva.

Las otras exhortaciones que encontramos en el evangelio de este domingo séptimo van en línea similar: al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. Son indicaciones igual de desconcertantes que la del amor al enemigo. Porque rompen con todos los cánones del honor: presentar la otra mejilla. Y dejan a uno totalmente desprotegido y literalmente desnudo: la túnica es el vestido que hay debajo de la capa; debajo de la túnica sólo queda el cuerpo desnudo. Se trata, de nuevo, de vivir un amor gratuito, sin condiciones.

En un mundo en el que sólo importan los beneficios económicos, en el que todos nos movemos por intereses, en un mundo además violento, el mensaje de Jesús sobre la gratuidad del amor es más urgente que nunca. Porque, si lo pensamos bien, lo más valioso es lo más gratuito, como la vida, la sonrisa, la alegría o el amor. Lo más valioso y lo único que dura. Dura tanto, que dura para siempre.

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17
Feb
2025
Armas de guerra ¡para defender la paz!
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En estos últimos días los medios de comunicación han estado informado de las presiones, ejercidas sobre los gobiernos europeos, por el presidente de una poderosa nación, para que gasten más, mucho más dinero, en lo que irónicamente, califica de defensa, o sea, en armas. En la portada de un periódico de hoy se puede leer: “España prevé duplicar su gasto en defensa”. Las naciones fabrican armas de guerra con el falso propósito de defender la paz. Es el colmo de la ironía, es una descarada mentira. Porque la paz no se defiende con armas, sino con amor. ¿Cuál es el propósito último, qué se busca con la fabricación de armas? Pues, entre otras cosas, aumentar la cifra de negocios. Porque el negocio de armas es uno de los más suculentos. Sería interesante saber quiénes son los accionistas y los beneficiarios de este negocio. Si se fabrican armas es para utilizarlas y, con su uso, no se fomenta la paz, sino el caos, el desorden, la pobreza, la miseria. Eso sí, la miseria para muchos y la riqueza para unos pocos.

Si de verdad buscan la paz, lo que deberían hacer es dedicar ese dinero que gastan en armas en producir alimentos para que desaparezca el hambre en el mundo. O dedicar ese dinero para que los pueblos más pobres puedan progresar económicamente. Si así lo hicieran los habitantes de esos países pobres no tendrían que emigrar. Y así se evitarían los riesgos que comporta la emigración, además de los desarraigos que conlleva. Y de paso ahorraríamos gasto en policía de fronteras y evitaríamos represiones innecesarias.

Hace ya muchos años que Juan Pablo II escribió lo que luego han venido repitiendo sus sucesores: “Todos sabemos muy bien que las zonas de miseria y de hambre que existen en nuestro globo hubieran podido ser fertilizadas en breve tiempo, si las gigantescas inversiones de armamentos que sirven a la guerra y a la destrucción hubieran sido cambiadas en inversiones para el alimento que sirven a la vida” (Redemptor Hominis, 16). Por su parte, Francisco, en Fratelli tutti, propone la eliminación total de las armas nucleares y a que, con el dinero que se usa en armas y otros gastos militares, se constituya un fondo mundial para acabar con el hambre y para el desarrollo de los países más pobres, de tal modo que sus habitantes no acudan a soluciones violentas o engañosas ni necesiten abandonar sus países para buscar una vida más digna.

Así que, por favor, señores gobernantes, no nos tomen por tontos. Porque eso de que las armas de guerra sirven para defender la paz es un insulto a la inteligencia. ¿Y quienes insultan a la inteligencia? Los listos y los buenos, desde luego, no.

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14
Feb
2025
¿En quién confiamos?
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En Jesús los cristianos hemos visto un Dios seguro, un Dios en el que se puede confiar. Toda la vida de Jesús es manifestación de un Dios así. En la resurrección de Cristo los cristianos tenemos el motivo fundamental de nuestra esperanza y de nuestra fe en un Dios que es fiel a su criatura hasta el final, hasta la muerte y más allá de la muerte. Si Cristo no ha resucitado, nuestra fe no vale nada (segunda lectura del próximo domingo). Pero si Dios le ha resucitado de entre los muertos, entonces ese Dios se acredita como Dios de la vida que no puede estar sin sus hijos muy amados. La resurrección es un asunto de amor, un Dios que ama hasta tal punto que no quiere estar sin sus amados.

El Evangelio del sexto domingo del tiempo ordinario es también una llamada a la confianza en Dios. Las bienaventuranzas evangélicas no están ahí sólo ni principalmente para consolarnos frente a las injusticias y desgracias de este mundo. No son una llamada a la resignación. Las bienaventuranzas son una bendición, una ocasión para hablar bien de Dios que incluso en la aflicción se muestra poderoso, acompañando y sosteniendo a los suyos. En ellas Cristo nos declara felices y se congratula con nosotros porque él sabe muy bien como nos mira el Padre celestial. El motivo de la felicidad no es la pobreza, sino el lugar que ocupamos en el corazón del Padre.

Las bienaventuranzas no nos evaden de los problemas de este mundo. Al contrario, nos comprometen a trabajar por un mundo más justo y humano. Son muy realistas. En todo lugar y tiempo, en la Palestina de Jesús y en nuestro mundo, hay pobres, hambrientos y perseguidos. Un cristiano no vive el espíritu de estas bienaventuranzas si no se solidariza con ellos, imitando así al Padre celestial. Con una solidaridad real, efectiva y afectiva. Dios no quiere el sufrimiento, pero ama a los que sufren. Nosotros, hijos de Dios llamados a identificarnos con su Hijo Jesús, estamos invitados a tener esos sentimientos divinos.

En la versión de Lucas las bienaventuranzas van acompañadas de una serie de maldiciones. Se trata de una seria advertencia para aquellos que buscan la felicidad en el poder, el prestigio o la ambición. También ahí Jesús es muy realista y nos plantea a todos una pregunta decisiva: ¿en qué o en quién confías? ¿Dónde pones tu corazón? No se puede vivir con un corazón dividido. No se puede buscar el poder y a la vez querer ser solidario con el débil. No se puede confiar a la vez en Dios y en el dinero. No pueden construirse armas de guerra con el falso propósito de defender la paz.

El evangelio de hoy, con ese contrapunto tan desconcertante a las bienaventuranzas, rompe con esas pretensiones nuestras (a veces incluso inconscientes) de compatibilizar lo incompatible: el afán de dinero y la solidaridad, la búsqueda de poder y la cercanía a los hermanos, el ser cristiano y el miedo a proclamar que lo somos. En suma, no es posible vivir como un impío y gozarse en la ley del Señor (salmo responsorial) Ya lo dice la sabiduría popular: no se puede poner una vela a Dios y otra al diablo.

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11
Feb
2025
Agua amenazante y fecunda
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aguafecund

El fuego, para los hombres de la antigüedad, representaba una fuerza saludable, fuente de luz y de calor, pero también un poder de destrucción y de muerte. Igualmente, el agua presenta el doble aspecto de manantial de vida y ayuda para la sed, por un lado, y de algo amenazador y fatal por otro. Para darse cuenta del papel ambiguo que tiene el agua, basta recordar el contraste entre el potencial destructivo de las lluvias que cayeron en Valencia y en otros lugares de España a final de octubre y principio de noviembre, y las aguas pacíficas, saludables, motivo de diversión y alegría de muchos lugares vacacionales.

En la mayoría de las religiones, y en concreto en la religión judía y cristiana, el agua (al igual que el fuego) es lugar de las manifestaciones divinas, pero otras veces también es sede o vehículo de los poderes infernales. Así, por ejemplo, la Biblia comienza hablando de un espíritu divino que aleteaba por encima de las aguas (Gen 1,2), las aguas del caos y del desorden sobre las que el espíritu crea orden y belleza. En el Nuevo Testamento vemos a Jesús calmando las olas de un mar embravecido que amenazaba con tragarse a los atemorizados discípulos (Mt 8,23-27).

A esta agua, símbolo de muerte, se refiere San Pablo para explicar que el bautismo es un sumergirse con Cristo en las aguas de la muerte para resucitar a una vida nueva (Rm 6, 2 ss). Unidos a Cristo es posible vencer a todos los poderes de muerte y destrucción. El pecado, o sea, vivir alejados de la voluntad de Dios, es la síntesis de todos los males. Pero unidos a Cristo podemos vencer al pecado. Y esta victoria viene significada por el bautismo.

Pero el agua tiene también un carácter eminentemente positivo. Así Jesús habla de un agua viva que salta hasta la vida eterna, refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él (Jn 7,37-39). Este sentido positivo del agua también se encuentra en el simbolismo bautismal. El agua en la que se sumerge el catecúmeno no es tanto signo de limpieza, cuanto de fecundidad: unidos a Cristo, agua viva, nuestra tierra reseca puede dar frutos de vida eterna, se convierte en una vida fecunda.

Este doble simbolismo negativo y positivo del agua nos permite entender el bautismo como la transformación de un agua en otra, del agua mortal en agua fecundante. Dicho de otro modo, como un abandono del pecado, pasando por las aguas de la muerte, para vivir una vida nueva, vida que Cristo hace posible: bebiendo el agua que él nos da, jamás tendremos sed y además viviremos, ya en este mundo, la vida de Dios, la vida eterna (cf Jn 4,14). O sea, nuestra vida tendrá sentido y será fecunda en buenas obras.

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6
Feb
2025
Inteligencia artificial e inteligencia humana
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Dos dicasterios de la Santa Sede, el de “Doctrina de la fe” y el de “Cultura y Educación”, han publicado una nota conjunta sobre la relación entre inteligencia artificial e inteligencia humana (en adelante: IA). La nota pretende considerar las implicaciones antropológicas y éticas de la IA, con el fin de garantizar que sus aplicaciones se dirijan a promover el progreso humano y el bien común. Mi consejo es que quienes estén interesados en el tema, lean despacio el documento vaticano.

Además de reconocer las ventajas que puede tener la IA en el campo de la sanidad, por ejemplo, y también de advertir sobre sus peligros, como la manipulación de informaciones o su uso perverso para la guerra, lo interesante de la nota es que ofrece claves para distinguir el concepto de inteligencia en referencia a la IA y al ser humano. La IA es capaz de realizar tareas mucho más rápidamente e incluso con mayor precisión que la inteligencia humana, pero no tiene en cuenta la experiencia humana en toda su amplitud, que no se agota en lo mensurable o en lo lógico-matemático, sino que abarca emociones, simpatías, sentido estético, moral y religioso, poesía y amor. Más aún, el ser humano, en todas sus búsquedas y en todos sus amores siempre busca a Dios, aunque no sea del todo consciente de ello.

Dado que la IA no posee la riqueza de la corporeidad, la relacionalidad y la apertura del corazón humano a la verdad y al bien, sus capacidades, aunque parezcan infinitas, son incomparables con las capacidades humanas de captar la realidad. Se puede aprender tanto de una enfermedad, como de un abrazo de reconciliación e incluso de una simple puesta de sol. Tantas cosas que experimentamos como seres humanos nos abren nuevos horizontes y nos ofrecen la posibilidad de alcanzar una nueva sabiduría. Ningún dispositivo, que sólo funciona con datos, puede estar a la altura de estas y otras tantas experiencias presentes en nuestras vidas.

Establecer una equivalencia demasiado fuerte entre la inteligencia humana y la IA conlleva el riesgo de sucumbir a una visión funcionalista, según la cual las personas son evaluadas en función de las tareas que pueden realizar. Sin embargo, el valor de una persona no depende de la posesión de capacidades singulares, logros cognitivos y tecnológicos o éxito individual, sino de su dignidad intrínseca basada en haber sido creada a imagen de Dios. Por lo tanto, dicha dignidad permanece intacta más allá de toda circunstancia, incluso en aquellos que son incapaces de ejercer sus capacidades, ya sea un feto, una persona en estado de inconsciencia o un anciano que sufre.

A la luz de esto, como observa el Papa Francisco, el uso mismo de la palabra “inteligencia” en referencia a la IA “es engañoso” y corre el riesgo de descuidar lo más valioso de la persona humana. Desde esta perspectiva, la IA no debe verse como una forma artificial de la inteligencia, sino como uno de sus productos.

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3
Feb
2025
Mala política afecta a personas vulnerables
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rejas

Todas las decisiones políticas tienen repercusiones sobre los ciudadanos. Y hay repercusiones que atentan claramente contra el bien de las personas, al menos de algunas personas. Y normalmente esas personas a las que afectan negativamente las malas decisiones políticas suelen ser las más vulnerables. A los políticos, el bien de los ciudadanos no les suele importar mucho. Lo que de verdad les importa es mantenerse en el poder. Las decisiones que toman están orientadas a este mantenimiento. ¿Dónde encontrar un buen político?

El presidente de una poderosa nación ha tomado una serie de decisiones que han afectado para mal a personas vulnerables. Eso de enviar a un penal, o campo de concentración (¿o cómo hay que calificarlo?) a inmigrantes, considerándolos delincuentes, es una clara muestra de mala política y de nula compasión. Ha habido una pastora protestante que ha recibido elogios de muchas personas e instituciones cristianas y, por supuesto, católicas, porque tuvo la valentía de denunciar delante del personaje sus malas prácticas anunciadas. Quizás sus electores están de acuerdo con esas prácticas. Pero ni en este ni en muchos otros casos el criterio de la mayoría es el bueno. A veces, es el peor.

Apelar a la religión para justificar determinadas políticas no es necesariamente un error. Porque la fe en Dios es determinante de todo lo que hace un buen creyente, también de sus tomas de posición políticas. Cierto, a veces en política uno no hace lo que quiere, sino lo que puede. Y cuando se trata de elegir a un político, el criterio no es exactamente el mal menor, sino el bien posible. Pero lo menos que puede exigirse de un político es un poco de dignidad, un mínimo respeto a las personas.

Malos políticos hay en todas partes, buenos en pocas. Pero, al menos, ya que no son buenos del todo, que sean medianamente buenos y no pésimamente malos, que no envíen a jóvenes a la guerra, a pobres al basurero, y a quienes no les aplauden a la cárcel. El poder es peligroso, muy peligroso. En todos los terrenos, el eclesiástico incluido. Porque cuando se utiliza mal, puede conducir a lo peor. Uno de los males del poder es pensar más en el propio provecho o el propio prestigio que en el bien de las personas; o también pensar más en las instituciones, sobre todo en las económicas, que en las personas. Dicho con palabras de la última encíclica de Francisco: “una mentalidad dominante considera normal o racional lo que no es más que egoísmo e indiferencia”. En fin, ¡qué Dios nos coja confesados! (frase coloquial para denotar que lo que se aproxima es extremadamente grave o peligroso).

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30
Ene
2025
Peregrinos, sembradores de esperanza
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cartujaburgos

El dos de febrero se celebra la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. El lema de la Jornada casi coincide con el del año jubilar que estamos celebrando: “peregrinos, sembradores de esperanza”. Peregrinos porque buscamos una meta, con la esperanza de encontrarnos con el Señor al final de la peregrinación. Y puesto que somos peregrinos de esperanza es lógico que por el camino vayamos sembrando esperanza.

Cuando hablamos de Vida Consagrada conviene dejar claro que todos los cristianos somos personas consagradas, pues el bautismo nos une con Cristo y nos hace hijas e hijos de Dios. Pero, en la Iglesia, el calificativo de “vida consagrada” designa una peculiar o especial consagración, no por mejor, sino por distinta, porque tiene algunos rasgos característicos, fundamentalmente la promesa o el voto de virginidad, aunque en algunas modalidades de vida consagrada se añadan dos votos más, el de pobreza y el de obediencia. Esta distinción es importante porque la vida consagrada puede vivirse según distintas modalidades: monjes, monjas, religiosos, institutos seculares, eremitas y vírgenes consagradas. Una consagrada en un instituto secular hace voto de virginidad, pero no es monja, ni es religiosa. Las vírgenes consagradas y los eremitas hacen voto de virginidad, pero no de obediencia a un superior eclesiástico, porque no viven en comunidad.

Una buena pregunta para las personas que viven una peculiar consagración en la Iglesia podría ser: ¿somos de verdad sembradores de esperanza? Lo de sembradores es el matiz del lema de la jornada de la vida consagrada comparado con el lema del año jubilar, que solo habla de peregrinos de esperanza. A los consagrados se nos invita a ser algo más que peregrinos, se nos llama a ser sembradores. En realidad, eso es también propio de todo cristiano, pero el lema de la jornada nos recuerda esta dimensión de la vida cristiana. Seremos sembradores de esperanza en la medida en que vivamos entregados al servicio de los demás y en la medida en que no ocultemos lo que somos.

Hay millones de cristianos que intervienen en el mundo, sin que en su actuación cuenten para algo los valores evangélicos y, por supuesto, al margen de la Iglesia. Los cristianos que viven su fe con convicción, su fe como determinante de toda su vida, y además actúan dentro de la Iglesia, afirmándolo explícitamente, son una pequeña grey. Es de suponer que las personas consagradas estamos en esa pequeña grey. Nosotros, con nuestra vida, hacemos profesión pública de fe en medio de un mundo hostil a los valores evangélicos, un mundo acomodado a metas materialistas, sin sensibilidad ante los valores trascendentes, un mundo paganizado, un mundo que quizás en otros tiempos fue cristiano. Hoy es post-cristiano.

Estamos llamados a dar testimonio de nuestra fe en este mundo de hoy, con sus dificultades, sus carencias y también sus valores. Este es el mundo que Cristo ha amado y por el cual murió.

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26
Ene
2025
Tomás de Aquino: fijar la mirada en Dios
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TomásAquino2025

Después de celebrar en 2023 y 2024 los 700 años de su canonización y el 750 aniversario de su muerte, la Orden dominicana y toda la Iglesia celebrará, en 2025, el 800 aniversario del nacimiento del posiblemente más conocido y citado teólogo de todos los tiempos. Recordar a Tomás de Aquino es hacer memoria de una figura que sigue teniendo una influencia beneficiosa en la Iglesia de nuestros días. Tomás de Aquino es un clásico de la teología, pues más allá de sus particularidades históricas, su eficacia se ha hecho universal, al ser capaz de abrirse a otras culturas y de sugerir nuevas realizaciones.

Santo Tomás ha dejado ha dejado de ser patrimonio de la Orden dominicana, para convertirse en “doctor común o universal de toda la Iglesia”, ya que “la Iglesia ha hecho suya su doctrina” (Pío XI), pues en ella “reconoce la expresión particularmente elevada, completa y fiel de su Magisterio y del sensus fidei de todo el pueblo de Dios”. Esta afirmación de Pablo VI es probablemente el mejor elogio que pueda hacerse de un teólogo. Elogio tanto más significativo cuanto que santo Tomás no fue precisamente un teólogo conservador y sumiso, sino un teólogo libre, abierto al diálogo con las mejores aportaciones científicas y culturales de su tiempo. Si Tomás de Aquino es el doctor común de la Iglesia católica, eso significa que es un bien de todos y que pertenece a todos.

Recordar a Santo Tomás de Aquino es una buena ocasión para responder a una pregunta que muchos se hacen: ¿para qué sirve la teología?, pregunta que se plantea incluso entre personas creyentes. Hay quien la considera un “montaje cultural” alejado de la “verdadera vida”. Sin embargo, se trata de una tarea eclesial imprescindible, absolutamente necesaria. La teología es la fe vivida en una reflexión humana. Ayuda al creyente a comprender y valorar mas inteligentemente el misterio de Dios, a hablar con coherencia del Dios del que dan testimonio las Escrituras, pero también a situarse frente a las dificultades y problemas que plantea a la fe la cultura ambiental.

El buen creyente busca eso que Santo Tomás de Aquino decía de sí mismo, citando a San Hilario, a saber, que su lengua y todos sus sentidos hablen de Dios. La teología es la mejor ayuda para ello. Pero la lengua y los sentidos hablan de aquello que conocen y hablan bien de aquello que aman. Por eso, en la base de toda teología hay una experiencia de amor. Para Tomás de Aquino la teología es una forma de sabiduría, o sea, de saborear, de gustar a Aquel en el que fijamos nuestra mirada y nuestra mente, y así descubrir su rostro y el embrujo de su presencia. Por eso el teólogo, como era Tomás, es un hombre de oración profunda y permanente, sumergido en un clima de contemplación y de contacto con Dios.

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22
Ene
2025
¿Cuál es la voluntad de Dios aquí y ahora?
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voluntaddios

Hace tiempo que una amable lectora, comentando unos de mis breves artículos, preguntaba por los criterios para discernir la voluntad de Dios a través de los acontecimientos. Lo primero que conviene aclarar es que somos nosotros los que discernimos la voluntad de Dios. Por eso la decisión que tomamos es nuestra. Los asuntos concretos y puntuales son cosa nuestra, aunque sea el evangelio el que inspira nuestra toma de posición. El evangelio no dice, por ejemplo, a qué partido hay que votar o qué presidente o superior hay que elegir. Lo que dice el evangelio es que vote o elija buscando el bien de la sociedad o de la comunidad.

Dios en este mundo se nos hace presente a través de mediaciones. En ellas descubrimos su voluntad. Pero las mediaciones nunca son claras del todo. Están lastradas de una ambigüedad ineliminable. Jesús, mediador entre Dios y los seres humanos, también estaba marcado por esta ambigüedad constitutiva de toda mediación. De otro modo nunca hubiera sido rechazado. Si pudo serlo, fue porque lo humano siempre puede interpretarse de modos muy diversos. Según unos, en Jesús actuaba el poder de Dios. Según otro, el poder de Satanás. En el terreno de lo humano, y más aún en el de lo religioso, lo que a unos les parece muy claro, a otros les parece oscuro.

Tomás de Aquino se planteó la pregunta de cuál es la voluntad de Dios en el aquí y el ahora. La respuesta puede resultar sorprendente «No lo sé», dice el santo. Citemos sus palabras exactas: «Podemos saber de una manera general cuál es el objeto querido por Dios, pues sabemos que todo lo que Dios quiere, lo quiere en cuanto bien. Por eso, todo el que quiere alguna cosa por este mismo motivo tiene una cierta conformidad con la voluntad divina en cuanto al motivo de querer. Pero, en particular, ignoramos lo que Dios quiere, y en este aspecto no estamos obligados a conformar nuestra voluntad con la de Dios».

Cuando buscamos el bien y pretendemos hacer lo que consideramos que es bueno (para los demás y para uno mismo), actuamos en conformidad con la voluntad de Dios, que siempre quiere lo bueno. Pero en concreto y en particular no sabemos lo que Dios quiere. No sabemos qué decisión tomaría Dios ante dos o tres caminos distintos que parecen todos buenos (se lo parecen a uno mismo; o uno parece bueno a un individuo y otro a un segundo individuo). Así se explica que en la búsqueda de lo bueno (lo bueno es formalmente la voluntad de Dios) puedan darse soluciones materialmente distintas o incluso opuestas cuando se trata de concretar eso bueno.

En este sentido el Concilio Vaticano II reconocía que una misma concepción cristiana de la vida puede conducir a adoptar soluciones divergentes. La razón de la divergencia no puede estar en la concepción cristiana a la vida, sino en la distinta lectura de los acontecimientos. Eso sí, cuando todos buscamos el bien, aunque a veces las soluciones que ofrecemos para resolver un problema concreto sean distintas, esta distinción no puede enemistarnos, tiene que ser un motivo para continuar el diálogo y para buscar consensos. Porque el bien fundamental es el buen entendimiento y la buena relación entre las personas.

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18
Ene
2025
Cristianos unidos en la misma confesión de fe
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Semanaoracion2025

Como todos los años, desde el 18 al 25 de enero se celebra, en el hemisferio norte, la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Como no podía ser de otra forma, los recursos para esta semana de oración han sido preparados de manera conjunta por el Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, de la Santa Sede, y la comisión Fe y Constitución del Consejo Mundial de la Iglesias.

El lema de este año son las palabras de Jesús: “¿Crees esto?” (Jn 11,26). Se trata de la pregunta que Jesús hizo a Marta antes de resucitar a Lázaro. Y ¿qué es lo que debe creer Marta? Que Jesús es “la resurrección” y que el que cree en él “no morirá jamás”. Esta fe que Jesús propone a Marta podemos relacionarla con un dato importante que celebraremos este año y que los organizadores de la semana de oración han tenido en la mente, a saber, la celebración del 1.700 aniversario del Primer concilio ecuménico, celebrado en Nicea. Se trata de una oportunidad única para celebrar y reflexionar sobre nuestra fe común. Porque si Jesucristo es “la resurrección” es porque es el Hijo de Dios, el que posee la vida en plenitud. Esto es lo que los Padres del Concilio de Nicea proclamaron, en contra de la herejía arriana, a saber: que el Hijo de Dios es “engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre”.

Engendrado, sí, pero no como son generadas las criaturas, sino como es concebido el pensamiento por la mente, de tal modo que mente y pensamiento son simultáneos e inseparables. Por eso decimos que el Hijo es la Palabra de Dios, no como una palabra que una vez pronunciada se desvanece, sino como una Palabra concebida interiormente, que siempre permanece. Se trata, por tanto, de una Palabra no creada, porque existe desde siempre. Y es de la misma naturaleza que Dios e igual a Dios. Así comienza el evangelio de san Juan: “En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios”.

Otra feliz coincidencia que está relacionada con el Concilio de Nicea: allí se determinó el modo de fijar la fecha de la Pascua. Debido a los avatares de la historia, esta fecha hoy no se determina de la misma manera en la Iglesia Católica Romana y en las Iglesias de Oriente. Pues bien, en 2025, la fecha de Pascua coincide el mismo día para todos los cristianos.

Esta semana de oración tiene que ser un estímulo para seguir caminando hacia la unidad. Y en todo caso, para olvidarnos de viejas disputas teológicas y alegrarnos de aquello que nos une, para reconocer que podemos confesar la misma fe, aunque a veces la expliquemos y comprendamos desde distintas teologías. Y para dar juntos testimonio de Jesucristo ante un mundo que, aunque no lo sepa, está hambriento de salvación, esa salvación que sólo Cristo puede darnos al revelarnos el rostro misericordioso de Dios.

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