Sep
No todo es mal en el mal
10 comentariosAlguna vez he escrito sobre el problema del mal. Cuanto lo más lo pienso, más complejo me parece. Porque tiene muchas vertientes. Hoy quisiera, con temor y temblor, reflexionar sobre una de estas vertientes que me parece, bajo algunos aspectos, positiva. Hago esta reflexión con temor porque no se trata de ningún modo de justificar el mal o de ofrecer falsos consuelos a aquellos que sufren, diciéndoles que su sufrimiento es bueno y que deberían alegrarse por ello. Pero sí que veo que hay algunos bienes que sólo pueden llegar a partir de lo que para otros es malo. Y, en este sentido, la parte de bien que aparece debería también redundar en el que sufre con un sufrimiento que ayuda a otros (por más que en nuestro mundo “moderno” cueste cada vez más entender que el que ayuda al prójimo, al primero que se ayuda es a él).
Consideremos que alguien muere en un accidente. Esto es algo malo para el que muere y para su familia. Y más malo aún si la causa del accidente es la imprudencia de otro conductor o la falta de una buena señalización que los gobernantes deberían haber colocado y no lo han hecho. Hoy estamos sensibilizados ante el bien que suponen los trasplantes. Si la familia de la persona fallecida decide donar los órganos de su familiar, este mal se convierte en un bien para otros. Y si, como consecuencia del accidente, se instala un nuevo sistema de señales que impide que haya otros accidentes en el futuro, sus parientes podrían pensar que la víctima no ha muerto en vano. Es bueno para nosotros que algunas experiencias malas no sean derrochadas, sino que se conviertan en medios de un beneficio que no habría llegado a los otros sin ellas.
Si vemos las cosas desde una mirada creyente podríamos incluso pensar que un sufrimiento humano que es de utilidad para los otros, también es de utilidad para Dios, que ha diseñado el mundo de modo que el sufrimiento beneficie a esos otros. Del mismo modo que cuando un médico ayuda a un niño pequeño a usar sus miembros lesionados, beneficia tanto al niño como a los padres del niño, una de cuyas metas principales es que la vida de su hijo prospere, así todo el sufrimiento humano que ayuda a otros es de utilidad para que Dios consiga sus propósitos. Y quien es de utilidad para Dios es realmente afortunado.