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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

9
Sep
2011

Lo divino bajo figura despreciable

5 comentarios

Benedicto XVI en la Verbum Domini plantea el problema de las páginas oscuras y difíciles de la Biblia, por la violencia y las inmoralidades que a veces contienen. ¿Cómo es posible que algo tan sublime como la Palabra de Dios pueda expresarse no sólo tan pobremente, sino incluso bajo expresiones que parecen contrarias a la dignidad de lo divino? Cierto, la Escritura, además de palabra de Dios es también palabra del hombre. Dios se adapta a nuestro modo de entender, utiliza nuestro lenguaje. Por eso la “palabra de Dios” es una palabra muy “humana”. Pero, puestos a utilizar un lenguaje humano, ¿no estaría más acorde con la dignidad de la palabra Dios el uso de las más sublimas palabras e imágenes?

 

Tomás de Aquino se planteo este mismo problema, consciente de la pobreza y simplicidad de algunas expresiones y descripciones bíblicas. He aquí su respuesta: es preferible que lo divino se transmita en la Escritura bajo el ropaje simbólico de cuerpos viles que de cuerpos nobles. Por tres razones: primero, porque así queda más claro que cualquier figura que se aplique a Dios es inadecuada para expresar su grandeza; si las imágenes fueran sublimes y nobles, resultaría tentador confundir a Dios con esas imágenes. Segundo, porque este modo de conocer es más adecuado para hablar de Dios en esta vida, ya que de Dios sabemos mejor lo que no es que lo que es; por eso las imágenes más alejadas de Dios dan mejor a entender que Él está por encima de cuanto pensamos y decimos. Tercero, porque así lo divino queda más escondido para los ojos indignos.

Casi podríamos decir que la palabra de Dios es una palabra “chapucera” para que no caigamos en la tentación de buscar a Dios en las grandezas, elegancias, purezas, incontaminaciones y riquezas de este mundo. La forma misma de la palabra de Dios es una invitación a buscarlo en el pobre, en el necesitado, en el indigente. Y es una crítica de tanto oro, plata y diamante con el que, a veces, adornamos relicarios, mantos a las imágenes, altares y demás objetos sagrados. Lo divino se simboliza mejor, si seguimos esta doctrina de Tomás de Aquino, bajo la figura de cuerpos viles y despreciables que de cuerpos nobles.

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Isabel
10 de septiembre de 2011 a las 08:29

Creo entender perfectamente tu post sobre la pureza adecuada a Dios en nuestras palabras e imágenes.Solamente quiero comentar las ideas que a este respecto me vienen espontáneas que en absoluto, quieren corregir nada sino comentar.
Cuando se vaciaron las Iglesias de imágenes,adornos,paredes peladas y rústicas,lo entendí,era mas parecido a la imagen de Dios,mas pureza,menos asideros,mas contemplación.
Pero,hay personas llenas de arte que,precisamente necesitan plasmarlo porque les acercan a este Dios sin ataduras.La riqueza de unos vasos sagrados tallados por un orfebre en oro o plata y que luego, los toma el sacerdote en el momento del Sacrificio Eucarístico,será sensiblería pero,podría ser el mejor obsequio material y en nuestras manos, a nuestro Redentor,manifestado en algo que nosotros consideramos noble.Los bordados de filigrana que plasman en casullas,manteles,albas con el Amor de Esposas las Monjitas de clausura,en silencio,en contemplación y con actos de amor a Su Destinatario,pienso,es una riqueza de valor sin medida, es un conjunto de armonía para demostrar al Creador de todo, su Amor que dotó a sus criaturas de capacidad y belleza.
Me hubiese gustado dialogar con Sto Tomás de Aquino referente al pobre y las cosas viles.Le recordaría cuando la Magdalena rompió en el banquete donde se encontraba Jesús el frasco de alabastro de un valor incalculable y escuchó los comentarios de que¡lástima,se podría haber vendido para sacar dinero y darlo a los pobres¡entonces intervino Jesús a favor de la mujer diciendo"Dejarla estar,a los pobres los tendreis siempre con vosotros,que disfrute del novio mientras está con él."

del arte a la Encarnación
10 de septiembre de 2011 a las 12:04

Es bueno retomar el verdadero significado de iconoclasta, palabra tan cargada de prejuicios históricos y teologicos. Y es en la linea de tu post, Martín. Eckhart en unas de sus proposiciones pide a Dios que le libre de Dios. Porque el Dios que se encuentre no es Dios, en el sentido que dice Tomás de Aquino. La mirada apofática nos obliga a estar siempre tendiendo hacia Dios, nunca plenamente poseido, encontrado, amado. El espíritu de las Bienaventuranzas se relaciona con cuerpos viles y despreciables: " A Mí me lo hicisteis". Las tallas barrocas y ensangrentadas no tienen hambre, sed ni necesitan cobijo. Cuesta reconocer a María de Nazaret en algunas tallas, con tanta joya. Quizá sea tiempo de revisar, con todo respeto algunas expresiones de la religiosidad popular. Una cosa es arte y otra la realidad de la Encarnación. Gracias Martín, por ofrecernos otra mirada sobre Tomás de Aquino, tan actual

Oscar
10 de septiembre de 2011 a las 13:09

Gracias por esta lección de teología "negativa". Su último párrafo me parece una buena consecuencia, pero cambia usted de terreno, aunque todo está relacionado. Lo que me parece fundamental son los dos primeros párrafos sobre la estructura de la revelación.

JM Valderas
11 de septiembre de 2011 a las 00:11

Querido Martín, aunque la exhortación apostólica Verbum Domini se apoya en la trsadición de los Padres que recoge san Buenaventura (tesis de habilitatio de Benedicto XVI), para hablar del Logos y el estudio de Dios, a mí me parece especialmente interesante el número 36 (Fe y razón en relación con la Escritura), puesto muy adecuadamente delante del apartado dedicado al Sentido literal y sentido espiritual (37) y al apartado consagrado a la Necesidad de trascender la letra (38). El 36 es genuinamente tomista. La Revelación es un conocimiento. Y su fin, que un día podamos ver a Dios, es decir, conocerlo. Benedicto XVI ha hecho un esfuerzo titánico por elevar la interporetación de las Escrituras, por encima de la filología, la arqueología o la historia, asumiéndolas por supuesto. Y en ese nivel superior la hermenéutica de un joven Tomás de Aquino se nos antoja luminosa. Fe, razón y humildad para conocer las cosas que escondistes a los sabios y revelesta a los humildes.

Martín Gelabert
11 de septiembre de 2011 a las 12:51

Amigo Valderas: aunque el post sólo trata indirectamente de la "Verbum Domini" es de agradecer tu referencia a estos números. El n. 36: una fe que no derive en fideísmo y una razón abierta a lo que no alcanza por sí misma. Solo así es posible una correcta relación entre ambas y sólo así tenemos un buen presupuesto para interpretar "cristianamente" la Escritura. Y el número 38 que orienta hacia la exégesis canónica: "dejarse guiar por el movimiento interior de toda la Escritura". Por cierto, he escrito que, a mi entender, la Verbum Domini es el documento más importante emanado del Magisterio después de la Dei Verbum en lo que se refiere a la lectura e interpretación de la Escritura.

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