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El Amor del inmensamente Puro
8 comentariosEn la Pasión de Jesús, en la entrega total de su vida en la Cruz, “toda la suciedad del mundo entra en contacto con el inmensamente Puro. Si lo habitual es que aquello que es impuro contagie y contamine con el contacto lo que es puro, aquí tenemos lo contrario: allí donde el mundo, con toda su injusticia y con sus crueldades que lo contaminan, entra en contacto con el inmensamente Puro, Él, el Puro, se revela al mismo tiempo como el más fuerte” (J. Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, t. II, pág. 269). Dicho de otra forma: cuando el amor y el bien infinitos entran en contacto con el mal, resultan infinitamente más fuertes y más grandes que el mal. Ese es el misterio de la Cruz. Allí el amor se manifiesta en forma de perdón. Y así, lo que debería ser la condenación del mundo que rechaza al Hijo de Dios, se convierte en su reconciliación. El amor sufriente de Jesús transforma la oscuridad del mal, toma sobre sí todo el sufrimiento del mundo, y lo transforma en dádiva de amor.
Por este motivo, los cristianos cantamos que esta Cruz es gloriosa. Porque ella no condena. Sin duda debería condenarnos. Pero el modo como Jesús la asume hace que sea salvífica. Por sí misma la Cruz y el sufrimiento no salvan. Si el sufrimiento y la Cruz de Jesús salvan, es por el modo como Jesús muere, amando incluso a sus enemigos, a los que le condenan. Jesús no está dispuesto a que nadie le arrebate el amor. Jesús muere sacrificado por el mundo, pero no deja que le arrebaten el amor con el que ha actuado toda su vida. Al actuar de esta manera convierte el odio del mundo en la sin razón y el absurdo total: “me han odiado sin motivo” (Jn 15,25). Por el hecho de revelar con su muerte su amor y el amor del Padre para con los hombres, Jesús corta la lógica de la violencia. Así la humanidad es reconciliada por el amor.
Así se comprende que el 14 de septiembre no celebramos exactamente “la cruz”, sino “la exaltación de la santa cruz”. La cruz entendida con fe es instrumento de triunfo y garantía de premio eterno: es la cruz gloriosa.