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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

18
Oct
2009

Dios rematadamente loco

8 comentarios

Eso dice José Saramago en su última novela titulada Cain. Su pretensión: culpar a Dios, como autor intelectual del asesinato de Abel y de todas las sangres que en la historia han sido. Ya en su primera novela, El Evangelio según Jesucristo, Saramago se inventa un diálogo entre Dios y Satán. Este constata que el proyecto de Dios es diabólico, y tras enumerar todas las consecuencias de la cruz en forma de cruzadas, inquisición, martirios, disciplinas monásticas y otras lindezas, dice: “Hay que ser Dios para complacerse en tanta sangre”. En la nueva novela, Caín se convierte en visionario del futuro y testigo de múltiples historias de muerte y sangre: la de un hombre llamado Abraham, al que Dios ordena que sacrifique a su hijo; la de los que murieron por adorar un becerro de oro, los exterminados en Jericó, o los niños abrasados en Sodoma. La conclusión que saca Caín es que “Dios está rematadamente loco”.

Si El Evangelio es una lectura muy libre de los evangelios sinópticos, en Caín la lectura, también muy libre, es del libro del Génesis. A mi no me molesta que se haga literatura con historias que son ya patrimonio de todos. Pero si se cambia totalmente el sentido de las historias originales, y se ofrecen interpretaciones que las desvirtúan, la literatura se convierte en provocación y es posible que moleste a más de uno. La novela de Saramago de histórica no tiene nada. Es pura imaginación. Caín (como antes Jesucristo) es un pretexto en el que volcar su ideología atea y marxista. Con argumentos un tanto superados y afirmaciones en exceso contundentes. Y puestos a juzgar la calidad del escrito, mi impresión es que si el lector de estas novelas no conoce la “verdadera” historia, esta literatura resulta francamente aburrida. Si no lo es, es precisamente por el contraste que el novelista logra despertar en el lector.

Mi consejo: no se pierden nada si no leen el Cain de Saramago. Pero tampoco van a perder la fe por leer una ficción que a nadie engaña. Al menos si se tiene una fe madura. Pues el dios que imagina el novelista no existe. Gracias a Dios.

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Desiderio
19 de octubre de 2009 a las 01:52

Me cuesta encajar, cuando hablo de Dios con personas que no están muy cercanas a Él, lo distinto que es “su” dios del mío, del nuestro. Supongo que es una experiencia que vosotros la viviréis tanto o más frecuentemente que yo. Y tras escucharles, no me sorprende para nada que no crean en ese dios, yo tampoco lo haría: como muy bien acabas el post, ese dios, gracias a Dios no existe. Pero el caso es que no quieren desembarazarse, en general, de su esquema mental, de la imagen que se han creado. Supongo que será más cómodo para ellos refugiarse en ese dios en el que no se puede creer, porque así no tienen que complicarse la vida. Y digo que me cuesta encajar esto porque me da pena, me da la impresión de que viven sus vidas como a medio gas, y es un misterio. ¿Por qué algunos recibimos el don de la fe —aunque muchos, como un servidor, no hemos hecho nada para merecerlo— y otros no? Y fijaros que yo creo que lo realmente importante, más que creer o no, es dar ese salto al mundo espiritual, a ese mundo más profundo en el que la persona es capaz de encontrarse a sí misma, ese mundo en el que se plantean esos interrogantes, una de cuyas respuestas es sin duda la fe. No sé por qué pero creo que todos estos intelectuales al estilo de Saramago, están muy lejos de esto que estoy comentando, porque si estuvieran cerca por lo menos lo comprenderían: podrán estar más de acuerdo o menos, pero por lo menos lo comprenderían.

nobel-adas
19 de octubre de 2009 a las 08:14

Puede que los ateos sean la sombra de los creyentes. Denuncian ese Dios de bolsillo que a veces nos hacemos los creyentes. Muchos de los excesos eclesiales llevan al ateismo a antiguos creyentes. Los marxistas, denuncian las injusticias sociales derivadas de estructuras de poder. El Sr Saramago ha denunciado injusticias sociales y componendas eclesiales. Tienen un mensaje que hay que escuchar. Y podrá gustar o no su literatura, pero no engaña a nadie. A diferencia de otros se sabe desde dónde habla y escribe. Y mantiene un estilo de vida sencillo y austero, siendo premio Nobel de Literatura. ( Y la literatura es una re-creación de la vida, a veces un espejo en el que cuesta mirarse ). Y no conecto con Saramago, ni con su ideario, ni con su literatura.

Puede que Saramago, como ateo no crea en Dios. Es posible que Dios si crea en él. A Saramago la Vida le ha regalado Amor en la persona de su esposa, Pilar, totalmente dedicada a él, y en palabras del propio Saramago, gracias a su entrega aún sigue con vida, despues de su grave crisis de salud. Tiene la vivencia de que el Amor cura las heridas de la vida. ¿ Qué sabe nadie? La misericordia de Dios es infinita. Saludos cordiales

lola
19 de octubre de 2009 a las 10:27

Es posible que a nuestras generaciones no le afecte, pero si afectara a las actuales que no han oido hablar de Dios, quien sabe si a las futuras. Me encuentro ya cada vez mas, gente joven que no sabe nada de Jesus, ni de nada que se relaciones con el. No es que sean ateos, simplemente nadie les ha hablado del tema, y eso ocurre en Valencia.

Oscar
19 de octubre de 2009 a las 10:52

Más allá de buen o mal uso de los textos y de las historias está el problema de fondo: ¿cómo en nombre de un Dios Padre de Amor se puede llegar al terror de Isaac, a las guerras de religión, a la inquisición? Ya sé que los tiempos cambian, pero ¿también cambia Dios?

fray Benito,op
19 de octubre de 2009 a las 13:36


No suelo dar consejos a nadie si ni me los piden,pero en época de crisis, me atrevo a deciros, si no teneis mucha curiosidad,no gasteis un euro. No lo digo por que todo son fantasías descabelladas, si no por que lo pasareis mejor leyendo cualquier comic de mafalda que encontreis por la celda. fray Benito,op

Bernardo
19 de octubre de 2009 a las 21:30

Aunque comporto la desaprobación de lo que hace Saramago en su Evangelio, me quedo con la duda después de tantas lecturas que en la Iglesia se hacen del Evangelio. A veces pienso que después de oír ciertas interpretaciones en la Iglesia, lo que haga cualquier otro está justificado. Pero también me sucede que quedo perplejo ante interpretaciones tan dispares como la que hace Crossan y la que hace Dunn o Wright. Cualquiera pensaría que hablan de personas diferentes o de Jesuses diferentes. No sé, prefiero quedarmo con el "Ensayo sobre la ceguera".

anónimo
19 de octubre de 2009 a las 21:44

Querido Martín: Sin entrar en la sinceridad del autor y del valor de la novela, creo que has planteado un tema muy importante. ¿Qué idea de Dios tenemos los cristianos creyentes? Y sobre todo, ¿qué idea de Dios transmitimos a los demás? El tema es viejo, pero hace algunos años un teólogo-sicólogo dominico escribió un libro titulado: ¿En qué pienso cuando digo Dios?... Y por las causas que fueran, no entro ahora en ello, dicho libro fue retirado por la autoridad eclesial competente. Gracias por suscitar este tema. Un amigo

fray Mario
20 de octubre de 2009 a las 10:00

Querido Martín, comparto lo que dices sobre el libro de Saramago, pero como bien sabes todo esto hace que tengamos que afinar cada vez más nuestro lenguaje como expresión de la experiencia de Dios que queremos transmitir. En nuestra América, tan profundamente "religiosa" el lenguaje que se ha usado para manifestar lo profundo de la fe crisitana empieza a agotarse... ojalá y gente como Saramago termine por ayudarnos a re-crear nuestra experiencia y nuestro lenguaje. un abrazo hermano.

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