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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

6
Dic
2013

Tenemos un problema de contenido

7 comentarios

Si el problema del lenguaje es serio (como decía en el post anterior), quizás el de los contenidos de la predicación lo es aún más. No porque ofrezcamos contenidos inexactos o distorsionados, sino porque no guardamos el necesario equilibrio entre las verdades de la fe o no sabemos situar esas verdades en el contexto que les da sentido. Corremos así el riesgo de ofrecer un evangelio mutilado y reducido a alguno de sus aspectos secundarios que, por sí solos, no manifiestan el corazón del mensaje cristiano. Ya el Vaticano II recordó que existe un orden o jerarquía de verdades. También Tomás de Aquino enseñaba esta jerarquía a propósito del mensaje moral de la Iglesia: toda la moral está regulada por el amor, y la misericordia es la mayor de todas las virtudes.

El Papa Francisco saca las consecuencias pastorales de esta enseñanza: “En el anuncio del Evangelio es necesario que haya una adecuada proporción. Esta se advierte en la frecuencia con la cual se mencionan algunos temas y en los acentos que se ponen en la predicación. Por ejemplo, si un párroco a lo largo del año litúrgico habla diez veces sobre la templanza y sólo dos o tres veces sobre la caridad o la justicia, se produce una desproporción donde las que se ensombrecen son precisamente aquellas virtudes que deberían estar más presentes en la predicación y en la catequesis. Lo mismo sucede cuando se habla más de la ley que de la gracia, más de la Iglesia que de Jesucristo, más del Papa que de la Palabra de Dios”.

El equilibrio que reclama el Papa se refiere también al modo de exponer algunas doctrinas o preceptos, de modo que se mantenga el necesario equilibrio y la debida proporción entre todos los aspectos de la doctrina o el precepto. Porque si nos quedamos solo con uno de estos aspectos o siempre insistimos en el mismo punto, podemos ofrecer una visión engañosa y distorsionada de la verdad católica. El Papa nombra uno de los ejemplos más delicados, como es el caso del aborto. Ningún católico discute la criminalidad del aborto. Lo que se discute es que sea el único crimen denunciable. También las estructuras económicas matan. Y matan cada día. Y a mucha gente. No es cuestión de olvidarlo o de decirlo de pasada o de decirlo muy de vez en cuando.

En el caso del aborto si nos quedamos solo en la condena o en el reproche mutilamos la doctrina de la Iglesia y olvidamos un aspecto fundamental para valorar bien estos penosos casos. Hay que preguntarse “qué hemos hecho para acompañar adecuadamente a las mujeres que se encuentran en situaciones muy duras, donde el aborto se les presenta como una rápida solución a sus profundas angustias, particularmente cuando la vida que crece en ellas ha surgido como producto de una violación o en un contexto de extrema pobreza. ¿Quién puede dejar de comprender esas situaciones de tanto dolor?”. Seguro que si las comprendemos, las valoraremos y trataremos de “otra manera”, de una “nueva” manera.

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Cristiano
7 de diciembre de 2013 a las 12:59

Un mandamiento nuevo os doy "que os ameis los unos a los otros2... lo CUMPLIMOS?

Anónimo
7 de diciembre de 2013 a las 14:16

”Auscultar, discernir e interpretar, con la ayuda del Espíritu Santo, las múltiples voces de nuestro tiempo y valorarlas a la luz de la palabra divina, a fin de que la Verdad revelada pueda ser mejor percibida, mejor entendida y expresada en forma más adecuada”.
Los teólogos son, por tanto, “pioneros del diálogo de la Iglesia con las culturas; un diálogo, al mismo tiempo, crítico y benévolo que debe favorecer la acogida de la Palabra de Dios por parte de los hombres, de toda nación, raza, pueblo y lengua”,
"La misión del teólogo es al mismo tiempo “ fascinante y arriesgada. Fascinante porque la búsqueda y la enseñanza de la teología pueden convertirse en un verdadero camino de santidad, como atestiguan numerosos Padres y Doctores de la Iglesia. Pero también es arriesgada porque comporta tentaciones: la aridez del corazón, el orgullo, incluso la ambición”.
Teólogos, servidores humildes y orantes de la Iglesia.

Papa Francisco a la Comisión teológica Internacional

news.va

Un amigo
8 de diciembre de 2013 a las 10:13

Es lo que pasa en cualquier disciplina humana, cuando se quiere empezar "la casa por el tejado". A veces se pretende empezar la instrucción cristiana por la moral. Pero los cimientos de ese edificio no son el núcleo del evangelio. Es verdad que todos los edificios necesitan sus tejados, pero a ellos se llega, tras haber ido realizando todas las fases anteriores de acuerdo a una lógica constructiva. Y ese proyecto arquitectónico lo enseña Jesús; acogida de pecadores, rechazados, despreciados, "enfermos"; manifestación de su amor, acogida y devolución de su dignidad humana, integración social renovada, apertura a nueva dimensión humana..... y como agradecimiento (como no puede ser de otra manera) un cambio de vida.

José María Valderas
8 de diciembre de 2013 a las 11:29

La doctrina afecta a los principios, los preceptos a su aplicación. De una doctrina dogmática (referida al Credo, que compendia las enseñanzas evangélicas) emergen una serie de preceptos de conducta de adhesión y adoración. De una doctrina moral, referida a la conducta (a las virtudes), emergen unos preceptos que deben guiar nuestro desenvolvimiento privado, familiar y social.

Pero hay una condición previa: deben conocerse.

Sin conocimiento dogmático, los disparates teológicos sobre el contenido de la fe y los sacramentos ejercen unos efectos devastadores (negación de la divinidad de Cristo, de la resurrección, etcétera).

Sin conocimiento moral, la conducta del cristiano se desdibuja con fatales consecuencias. Sean sobre la conservación de la vida, sea sobre las relaciones con el prójimo.

Nada más descorazonador que la situación siguiente: una monja que desconoce la doctrina social de la Iglesia y avala con su hábito y sus palabras lo que la Conferencia Episcopal Italiana y Juan Pablo II llamaron acto objetivamente perverso porque iba contra el bien común, la paz y el principio de subsidariedad. Se referían a la secesión del Norte de Italia "porque Roma les robaba, el sur vivía a su costa y querían desarrollar su identidad nacional". (Supongo que sus lectores fray Martín conocen la función lógica de sustitución y la emplearán aquí.)

Los principios de moral social están claros. Cuánto daño puede hacer el desconocimiento de los mismos. Sobre todo si esa ignorancia es culpable. Porque supongo yo que algún fraile u obispo le habrá pasado el catecismo a esas monjas y religiosos que tanta cizaña están sembrando.

Anónimo
9 de diciembre de 2013 a las 07:14

Es lo que tienen las voces proféticas: que incomodan. Sobre todo si es voz de mujer. Y con habito. Como si las monjas no fueran ciudadanas de pleno derecho, con sus propias opciones políticas que en democracia pueden expresar como cualquier ciudadano.Con el tiempo, se hace doctoras de la Iglesia a quienes en su momento se calificó de inquieta y andariega, incluso a punto de juicios inquisitoriales. Las Catalina Hildegarda, Teresa...afortunadamente siguen presentes entre nosotros. Con el apoyo de sus superiores. Que los tiempos han cambiado. Algunos deberían poner su reloj en hora. Ya van perdiendo el tren

Atónito
9 de diciembre de 2013 a las 13:38

Conozco multitud de mujeres silenciadas, mujeres de las que uno querría llevar sombrero para quitárselo al verlas, mujeres valientes, de fe, de Iglesia, que caminan hacia Cristo, por María, con Pedro. No llevan hábito muchas, otras sí, no salen en la prensa y las noticias, no arman follones ni mezclan churras con merinas ni esperan aplausos, sólo se dan día a día sin esperar nada. Silenciosamente, prudentes, caritativas y pendientes. Son mujeres silenciadas en general por mujeres que gritan y proclaman en los Medios de Comunicación y que afirman que las representan. Pero las mujeres de las que hablo no están representadas y no se sienten en nada junto a esas pseudo-profetas. Estas grandes mujeres tienen como modelo principal a María de Nazaret, y a partir de ahí a muchas otras, como Lucía de Fátima, o Catalina, o Lidia, o Cecilia, o Perpetua y Felicidad, o Teresa de Ávila, pero sobre todo a las santas de la familia, madres, esposas, trabajadoras arrimando su hombro en casa y en el trabajo, como Gianna Beretta Molla o Chiara Corbella, y muchas otras, tantísimas apoyadas por sus maridos, junto a ellas. Las que digo son Loli, Paquita, Maripili, y muchas otras grandes mujeres, orgullo de sus maridos y sus familias, y sin embargo silenciadas sobre todo por algunas mujeres.

José María Valderas
9 de diciembre de 2013 a las 14:51

Fray Martín, con tu permiso y sin ánimo de polemizar. Sólo para matizar. Sobre una de esas religiosas que entiendo todo el mundo conoce el obispo ha dicho públicamente que la ha amonestado y que ha recibido indicaciones del dicasterio romano, a ella y a su superiora, para que no disparate como lo está haciendo. Pero ella erre que erre. De la otra no lo sé porque no se ha publicado nada que haya llegado a mi conocimiento. A mí me interesa sólo lo doctrinal: el evangelio y su desarrollo. No entiendo ni quiero entender de inquisiciones y otras monsergas. Mucho menos de talantes personales. Previendo alguna presunta respuesta, hablo de hecho de los dos como puede leerse y de su calamitosa postura ante un acto objetivamente perverso porque va contra el bien común, la paz y el principio de subsidariedad. Por supuesto si la monja o el fraile están en desacuerdo deben razonarlo. No he oído ningún motivo, ninguna explicación. Sólo declaraciones incendiarias. Qué tendrá eso que ver con el profetismo. Aquí termina mi intervención en tu post. Gracias y hasta otra.

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