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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

30
Nov
2012

Esperanza porque viene el amor

4 comentarios

Comienza el adviento, tiempo de esperanza. ¿Esperanza por qué? Debe ser porque viene el amor, el único capaz de suscitar esperanza. La primera parte del adviento celebra que aquel Jesús, que un día nació en Belén y volvió al cielo, vendrá de nuevo para juzgar a vivos y muertos. Los juicios siempre dan un poco de miedo. Pero el evangelio del primer domingo de este adviento, tras describir la segunda venida del Señor en términos cósmicos, como si la tierra tuviera que volverse del revés, anuncia a los creyentes: “cuando esto suceda, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación”. No hay que tener ningún miedo: se acerca la liberación. Debe ser que viene el amor.

La segunda parte del adviento dirige nuestra mirada a la primera venida del Señor, a su nacimiento en Belén. Allí un ángel anunció a los pastores tan buena nueva. Y los pastores “se llenaron de temor”. Pero el ángel les dijo: no temáis, ha nacido un Salvador. Tampoco entonces había motivos para el miedo, porque venía la salvación, otra palabra para designar la liberación. Venía el amor. Y entre estas dos venidas, la primera que ya ocurrió y la última que todavía esperamos, nosotros, los cristianos, ante tantas personas desalentadas y temerosas, porque han perdido el trabajo, o porque la vida ya no les sonríe, estamos llamados a ofrecer esperanza. ¿Cómo? Por medio del amor.

Cuando nos encontramos con personas en situación difícil, la mejor manera de despertar su esperanza es acercarse a ellas, interesarse por su situación, tratar de comprender, compartir su indignación y ayudarles en la medida que podamos. Nosotros, como cristianos, como Iglesia, si queremos que la esperanza se convierta en una palabra llena de realismo y de verdad, debemos buscar gestos y palabras positivas, que denoten cercanía y comprensión. Hay que dejar de lado críticas, discursos negativos, recetas espirituales alejadas de la realidad. Hay que trabajar para que este adviento sea un motivo de esperanza para todos aquellos que se encuentren con nosotros. Para ello hace falta que esas personas se convenzan de que viene el amor. Nosotros debemos sur sus portadores y sus portavoces.

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Maite
2 de diciembre de 2012 a las 12:55

La segunda lectura de la Eucaristía de hoy está en sintonía con lo que usted dice, o eso me parece: que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos. El sacerdote que celebraba ha insistido en que si nos colma, entonces rebosaremos, o sea, nos sobrará amor por todas partes. Que así sea.

en gozo y compromiso
2 de diciembre de 2012 a las 15:02

Renovación y espera. Eliminando aquello que impide la plenitud del Nacimiento continuo de Dios en el más profundo centro, como bien nos recuerdan los místicos renanos Eckhart, Taulero y Suso ( Gracias por sus textos para este Adviento en la web). Tiempo de reajustes personales y eclesiales. La espera de aquello que ha de llegar, con la certeza de su llegada, por la fe,implica ponernos al ritmo de Dios. Y nuestra espera es respuesta a la iniciativa de su Amor. Espera gozosa y comprometida. ¡ Buen Ad-Venimiento a todos!

Mercedes
2 de diciembre de 2012 a las 21:17

Mi hija y mi yerno están en el paro , el ya no cobra ni prestación , y lo único que se me ocurre para consolarlos y que no pierdan la esperanza , es decirles que, pidan al Padre insistentemente la fe que no tienen , que la acepten y, lo demás vendrá dado por añadidura . No se me ocurre otra cosa mejor ...

" A ti Señor levanto mi alma . Enséñame tus caminos ..."

Juan
2 de diciembre de 2012 a las 21:51

La prensa y las lecturas litúrgicas de esta mañana nos hablan del fin del mundo. Las autoridades civiles y eclesiásticas rusas
tratan de apaciguar a su pueblo, y Pablo corrige a su comunidad cristiana. Parece que los rusos, y siguiendo una falsa ínter-
pretación Maya, temen que el mundo se termine en 19 días, y para los primeros cristianos el fin estaba a la vuelta de la esquina. Gracias, fray Martín, por recordarnos que el fin nuestro es vivir en gracia, que es vivir en Dios y esperanza.

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