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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

25
May
2022

Ascensión, la otra cara de la Pascua

3 comentarios
galaxia2

Ascensión y Pentecostés. ¿culminación de la Pascua? Culminación en el sentido de terminar, no. Porque la Pascua es un acontecimiento permanente. Por eso los cristianos prolongamos cada domingo la celebración de la Pascua. Culminación en el sentido de plenitud, quizás. Y digo quizás, porque más que plenitud, Ascensión y Pentecostés son las otras caras del acontecimiento pascual. Se trata de un acontecimiento único y permanente, aunque nosotros, para entenderlo mejor, lo celebremos por etapas.

Viernes Santo, Pascua, Ascensión y Pentecostés son la misma realidad. Se puede hablar de cuatro momentos, pero en realidad, son distintas perspectivas del mismo acontecimiento. ¿Cuándo sube Jesús al cielo, cuando entra en el mundo de Dios para nunca más morir? El día de su resurrección. La resurrección es la subida de Jesús al cielo. Y desde el cielo asegura la perenne efusión del Espíritu, que él mismo entregó el día de su Crucifixión: al morir, dice el evangelio de Juan, entregó su espíritu. Y al morir, ¿qué ocurrió? Pues eso, que Dios le acogió para siempre en su seno.

La Ascensión no es el final de la historia de Jesús de Nazaret, sino el punto de partida de la misión de la Iglesia. Esa fue la recomendación de Jesús a los suyos en el momento mismo de subir al cielo: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”. El tiempo de esta misión va desde la Ascensión hasta la Parusía, cuando Cristo vuelva glorioso para juzgar a los vivos y a los muertos.

La Ascensión no es tampoco la ausencia de Jesús. Es su nuevo modo de presencia: “yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”, dice también Jesús en el momento de su despedida de la tierra. Sigue estando con nosotros de una manera distinta a como lo estaba durante su vida terrena, pero no menos real. Se hace presente en su Iglesia y en sus discípulos por medio del Espíritu. Jesús resucitado envía su Espíritu, de forma que cada cristiano puede decir con toda verdad: “es Cristo quién vive en mí”. Y como Cristo vive en mi, yo soy el modo como hoy Cristo se hace presente en esta sociedad.

Gracias al Espíritu que la guía y la conduce, la Iglesia puede llegar “hasta los confines de la tierra” y proclamar el Evangelio en todos los tiempos. La presencia terrena de Jesús de Nazaret estaba limitada a un tiempo y a un lugar por sus condicionamientos terrenos. Pero esta presencia puso en marcha un movimiento que, a lo largo de toda la historia, despliega sus múltiples virtualidades y potencialidades. El Espíritu es el que hace posible que hoy Cristo llegue a todos los lugares y tiempos por medio de su Iglesia, o sea, por medio de los cristianos. Esa es nuestra tarea y nuestra responsabilidad. Responsabilidad, sí, porque si la presencia de Jesús de Nazaret estaba condicionada por sus posibilidades físicas y temporales, la presencia de Cristo resucitado está también condicionada por las debilidades y pecados de los creyentes.

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Marcela Díaz
25 de mayo de 2022 a las 12:34

Puedo vivir sin el Sol no sin la Santa misa

Valero
26 de mayo de 2022 a las 08:46

El mundo no cree en Jesús resucitado porque no le ve, su presencia no es tangible ni empíricamente demostrable, pero la vocación a la que siento llamado es a vivir en Cristo, a estar con él todo el tiempo, de manera que el mundo pueda ver y tocar a Cristo resucitado en mi, viendo mi vida y mi forma de amar siempre y a todos. Esa misión me supera absolutamente, pero si le dejo vivir en mí y yo en él, entonces es posible.

José Eduardo Reinoso
26 de mayo de 2022 a las 13:43

El envío del Espíritu Santo es la nueva presencia de Jesus en la humanidad.

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