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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

4
Sep
2016

Vida religiosa, ¿estado de perfección?

2 comentarios

La teología anterior al Concilio Vaticano II (por poner una fecha significativa) calificaba la vida religiosa como “estado de perfección”, quizás teniendo como trasfondo esas palabras de Jesús, según el evangelista Mateo: “sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”. Las dos palabras, estado y perfección, tienen su interés. Estado quiere decir estabilidad, permanencia. Perfección se contraponía a ordinario. Se consideraba que había dos caminos para conseguir la meta a la que tiende todo cristiano, el de la mayoría, y uno reservado a la minoría, que al profesar los votos de castidad, pobreza y obediencia, encontraba un vía más segura para alcanzar el cielo.

Con el Concilio y la teología post-conciliar esta consideración de la vida religiosa como estado de perfección entró en crisis. La vida religiosa pasó a considerarse un modo peculiar de vivir el cristianismo, pero no necesariamente mejor o más adecuado. Ya Tomás de Aquino notaba que en los conventos no estaban los “perfectos”, sino los que buscaban la perfección. Y cuando habla de perfección para referirse a la vida religiosa, añade una importante precisión: “perfección de la caridad”. Según el santo doctor la vida religiosa es un “aprendizaje y ejercicio para llegar a la perfección de la caridad”. Su teología sobre la vida religiosa es, en ocasiones, sorprendente. En un momento dado se pregunta si el religioso peca más gravemente que los demás cuando peca. La respuesta espontánea diría que sí. El santo dice que “depende” de si hay escándalo o no lo hay. Si no lo hay, pudiera pecar menos gravemente.

Que esta perfección característica del estado religioso se refería a la caridad era algo que, aunque no se explicitaba con demasiada frecuencia, se daba por supuesto. Con todo, insistir en la perfección daba la impresión de reducir la vida religiosa a sus aspectos más ascéticos y sacrificiales. Insistir en la caridad es presentar la vida religiosa por su lado más positivo y estimulante. En ella, las personas buscan que toda su vida se oriente a la unión con Dios y a la unión con los hermanos, signo e instrumento de la presencia de Dios en toda comunidad fraterna. En esta línea, el texto de Mateo que exhorta a “ser perfectos” encuentra en el paralelo de Lucas esta traducción: “sed misericordiosos”. La perfección es la misericordia. Para los religiosos y para todos los cristianos.

La vida religiosa es uno más de los muchos modos de vivir evangélicamente. Su interés y su valor está en su capacidad de ser estímulo y dejarse estimular. De interpelar y dejarse interpelar. De dejar de mirarse a sí misma, para abrirse a Dios y a los hermanos.

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Antonio López Sernández
6 de septiembre de 2016 a las 09:53

Aunque la vida religiosa sea un estado de perfección de la caridad, el camino de perfección de cada cristiano en particular es aquel que le ayuda a amar más. Cada individuo puede acercarse a Dios conforme a su vocación. Por eso, encontramos seglares más cercanos a Dios que muchos religiosos: Seglares más entregados al amor dentro de su familia fundada en el amor. No cabe la menor duda de que, hablando en abstracto, es más fácil llegar a Dios mediante la vida religiosa. En sí misma, es más perfecta, pero individualmente, cada uno puede llegar a Dios por caminos diferentes. Todos los caminos donde domina el amor nos conducen a Dios.

Juan
6 de septiembre de 2016 a las 19:35

Creo que si Dios no toma la iniciativa de salir en busca del hombre, nunca el hombre sabrá cuál es el mejor camino a seguir para encontrar a Dios, ni nunca tendrá la certeza de haberlo encontrado. Humildemente cumplamos con nuestras obligaciones de nuestros quehaceres, y esperemos pacientemente llegar al cielo para verlo claro. De cualquier forma, gracias fray Martín y Antonio.

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