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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

19
Feb
2017

Tratar con Dios de tú a tú

3 comentarios
tratartuatu

“Hace algunos años, en la revista de la parroquia  de santa Rita, en Madrid, se publicó que, entre las posturas del cristiano, la más importante es estar de pié… La postura de pie es la característica del hombre frente a los animales”. Así se expresaba un comentarista de este blog,  a propósito del reciente post que trataba del derecho de cada fiel a comulgar de pié o de rodillas. El amable lector, y buen comentarista, añadía algunos textos, tanto del Antiguo Testamento (por ejemplo: los tres jóvenes orando de pié en medio de las llamas: Dn 3,24-25), como del Nuevo (por ejemplo: “cuando os pongáis de pié para orar”: Mc 10,25). Finalizaba con esta reflexión: “A Dios no se le debe un trato de zalema como a un poderoso de la tierra”. Zalema, o sea, reverencia hecha en señal de sumisión.

Me parece un comentario acertado. Hay una diferencia fundamental, entre el cristianismo y el Islam, en la comprensión de la relación del ser humano con Dios (dicho sea con el mayor respeto hacia todas las tradiciones religiosas). Para el Islam, Dios es fundamentalmente “señor” y exige sumisión. Sin duda, es un señor muy bueno, “clemente y misericordioso”, pero señor al fin y al cabo. Y con el señor hay que guardar siempre las formas y las distancias. Por el contrario, el Dios cristiano es fundamentalmente Amor. Por eso con él es posible establecer una relación a amigo a amigo. De Moisés se dice que hablaba con Dios “como habla un hombre con su amigo” (Ex 33,11).

Tomás de Aquino, basándose en Jn 15,15 (“a vosotros os he llamado amigos”) afirma que la relación del hombre con Dios es una relación de amistad. Lo sorprendente y maravilloso es que quién toma la iniciativa de mantener esta relación tan íntima y personal es Dios mismo. “¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?”, dice un verso de Lope de Vega. Sí, ¿qué tendré yo para que Dios quiera ser amigo mío?

El primer mandamiento de la ley de Dios no dice: “adorarás al  Señor, tu Dios”, sino “amarás al Señor, tu Dios”. El amor va por delante del señorío y lo determina. Dios es el único Señor al que uno puede tutear sin ir a su pérdida. Por eso convendría que nuestras oraciones y nuestros gestos (incienso, adoración) no se interpretaran en clave de sumisión o temor de Dios, sino de amor a Dios. Estar de pié delante de Dios es posiblemente la postura adecuada que se corresponde con la actitud que uno suele tener con los amigos.

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felicianolopezrobles
19 de febrero de 2017 a las 12:39

Hemos aprendido desde pequeños a tratar a Dios de tú, sin que esto lo hallamos advertido, lo cierto es que en nuestra relación con el Señor, lo tratamos como se suele tratar a los miembros de la propia familia.- Al ser conscientes de que Dios es amor, no reparamos en el trato de amistad que normalmente tenemos con él, lo tratamos simplemente y esto basta.- Él, el Señor, ha dispuesto en mí un modo de relacionarme, de tratar a solas con él, de abrirle mi corazón, aunque lo conoce de sobra, pero yo tengo la necesidad de contarle todos los problemas y pormenores de mi vida.- Así se entiende que mí trato con él sea fluido, amoroso, abandonado a su misericordia.-

JM Valderas
19 de febrero de 2017 a las 18:05

Fray Martín, ¿qué le está pasando a la teología? ¿Hemos de tomar por guía lo que digan unos redentoristas cuando el mensaje paulino es cristalino? ¿Cuántos centenares de veces del Antiguo y del nuevo Testamento no se habla de doblar la rodilla? Lo repite Pablo para quien no sólo somos amigos de Dios sino miembros de su Cuerpo?

¿Qué está pasando? Su propio fundador, en las múltiples formas de orar, no eran pocas las que se muestra no sólo rodilla en tierra, sino cuerpo entero?

¿Qué está pasando fray Martín?

Cuando uno lee determinados textos le viene a la memoria el rechazo de Avogadro, el famoso físico de comienzos del XIX en cuyo homenaje se designa cierta constante y una ley termodinámica, que rechazaba aquellas solicitudes que no aportaban nada sino que se ahogaban en un piélago de palabras.

María del Carmen Barrientos de romero
12 de marzo de 2017 a las 15:56

Frente a la presencia de Dios tengo dos posturas; la primera me inclino ante su presencia, no en sumisión, sino enzalsando su grandeza su omnipotencia, su magnificencia y comparando con mi nada, mi tierra frágil y sujeta al cambio. La segunda postura es tratarlo con mi amigo incondicional, el que me acompaña y sabe todo de mí, la Presencia en mí real y total, y soy su enamorada, pidiéndole perdón por mi infidelidad.

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