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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

4
Feb
2010

Tráfico de niños

3 comentarios

La detención de 10 norteamericanos, afiliados a una iglesia baptista, en la frontera entre Santo Domingo y Haití, que pretendían hacerse (iba a decir “raptar”, pero ellos dicen que no pretendían raptar) con 33 niños haitianos, no es más que la punta del iceberg de un asunto poco claro, por no decir sucio, que se desarrolla habitualmente en algunos países pobres, y que también se daba en Haití antes del terremoto. Es posible que recuerden que algunas monjas españolas que trabajan en África sufrieron amenazas de muerte por denunciar prácticas, que incluyen comercio de órganos. Según informaciones fidedignas, antes del terremoto, los niños haitianos vendidos y comprados ilegalmente rondan los mil casos anuales.

Hay hechos que, de por sí, son repugnantes y condenables. Que además se mezclen apelaciones a la religión, como en el caso de los niños haitianos, no cambia la gravedad del asunto, pero sí obliga a recordar que no se puede tomar el nombre de Dios en vano. Desgraciadamente su santo nombre ha sido demasiado profanado y vilipendiado. Las palabras de Martín Buber sobre las huellas de sangre que los seres humanos han dejado bajo el término “Dios” siguen resonando como una advertencia permanente. Las apelaciones al nombre de Dios tienen sus luces y sus sombras. Pero cuando de sombras se trata, lo bueno se convierte en pésimo.

Para que los derechos y libertades de la persona, sobre todo de los más débiles y vulnerables, sean debidamente reconocidos, falta todavía un largo camino por recorrer, debido a condicionamientos de todo tipo: económicos, políticos, sociales, ideológicos y también religiosos. La explotación de la sexualidad (trata de blancas, prostitución infantil, violación de menores –por cierto, un periódico boliviano acaba de denunciar la violación de 42 menores en un centro evangélico de acogida-), el tráfico de órganos, el robo de menores, o la manipulación del hombre por el hombre, es uno de los mayores insultos al Creador. Por eso, la cooperación en la obra creadora de Dios, que hoy bien puede traducirse en ayuda desinteresada para reconstruir Haití, pasa por el logro de una mayor justicia como fruto del amor.

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silencios vergonzantes
4 de febrero de 2010 a las 07:55

Las guerras y desastres naturales sacan a flote lo peor y mejor de la humanidad. Durante la guerra civil española tambien se produjeron adopciones sospechosas, por parte de familias acomodadas y desapariciones de niños en orfelinatos. De hecho, adoptados durante este periodo,que quieren saber cuales son sus raices, sus padres biológicos, se encuentran con el muro de silencio de ordenes católicas que se niegan a hacer públicas las listas de adopción, o afirman que han desaparecido.Aún no se ha hecho justicia a la memoria de tantos huérfanos, tantos "expósitos", de este triste periodo. Y no vale el borrón y cuenta nueva,mientras la memoria viva de sus víctimas siga en pie. Como los nietos de las abuelas de la plaza de Mayo, y tantos otros, víctimas inocentes de la barbarie. Silencios vergonzantes se encuentran en la trastienda de todas las confesiones religiosas. Sí, Martín, avergonzado debe andar Dios de las tropelías cometidas su nombre. Muy a menudo, pronunciado en vano.

Carmen Pardo. hna Dominica de la CRSD en Benin
20 de noviembre de 2017 a las 14:08

Muchisimas gracias por la reflexion. Por desgracia el trafico de seres humanos y, especialmente de ninos indefensos, es una realidad muy habitual. Quiera Dios que podamos eliminar ese insulto a su obra creadora.

Liliana Yñiguez
21 de noviembre de 2017 a las 17:40

Qué cosa espantosa...pero para que esto exista, hay quien "compra" .. cómo los seres humanos podemos llegar a hacer estas cosas tan desgraciadas. Pobres inocentes. Al menos, difundir que esto existe para dar vos a los que no tienen vos. Siempre los más débiles.

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