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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

21
Nov
2016

Seguimos en el tiempo de la misericordia

3 comentarios

El año jubilar de la misericordia ha terminado. Lo que no ha terminado, ni puede terminar nunca, es el tiempo de la misericordia, porque ella expresa la verdad profunda del Evangelio. El Papa, en su carta apostólica Misericordia et misera, lo dice de forma gráfica: “termina el jubileo y se cierra la Puerta Santa. Pero la puerta de la misericordia de nuestro corazón permanece siempre abierta, de par en par”.

Para dejar muy claro que esta puerta de la misericordia va más allá del año jubilar, el Papa Francisco, en su carta, ha realizado algunas concesiones significativas. Destaco estas dos: en adelante todos los sacerdotes podrán absolver el pecado del aborto; por otra parte, los sacerdotes de la fraternidad San Pío X pueden otorgar válida y lícitamente la absolución sacramental. Son dos gestos llamativos, pero de lo que se trata es de dejar claro que la misericordia no tiene límites y que la Iglesia debe mostrar con sus signos que ella no pone obstáculo alguno a quienes buscan la reconciliación y el perdón de Dios por medio del sacramento.

Estas concesiones no avalan lo que no se puede avalar. Por eso el Papa deja muy claro que el aborto es un pecado grave, pero con la misma claridad hay que afirmar que no existe ningún pecado que la misericordia de Dios no pueda alcanzar y destruir. Y en lo referente a la fraternidad San Pío X (fundada por el Obispo Marcel Lefreve, desobediente al Concilio Vaticano II y a los últimos Papas) Francisco expresa su deseo de que los fieles y sacerdotes adictos a ella recuperen su comunión plena con la Iglesia católica.

Además de estos gestos, destaco dos insistencias del Papa sobre dos lugares necesitados de misericordia. Ante todo, las personas socialmente excluidas, que necesitan encontrarse con personas misericordiosas: masas empobrecidas, niños hambrientos, presos, enfermos, emigrantes, personas sin hogar ni techo, nuevas formas de esclavitud (sobre todo en niñas) y tantas situaciones que son la contrapartida de la cultura del individualismo, de la pérdida del sentido de la solidaridad y de la responsabilidad hacia los demás.

El otro espacio necesitado de misericordia es el de las familias en crisis. La realidad familiar actual es muy compleja. Cada uno lleva a cuestas su propia historia, única e irrepetible. Esto exige, sobre todo de parte del sacerdote, un discernimiento espiritual atento para que cada uno, sin excluir a nadie, sin importar la situación que viva, pueda sentirse acogido concretamente por Dios, participar activamente en la vida de la comunidad y ser admitido en el Pueblo de Dios. El que quiera entender, que entienda.

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Martín Gelabert
21 de noviembre de 2016 a las 14:42

La imagen que acompaña al post represente a san Martín de Tours (ese que un día se despredió de su capa para que un pobre pudiera abrigarse) que ha bajado de su caballo para abrazar al pobre, que es Cristo. Gracias a la excelente persona que me la ha enviado.

feliciano lópez robles
22 de noviembre de 2016 a las 17:52

La realidad es esa, "El que quiera entender, que entienda".- De un modo o de otro, todos entendemos lo que significa misericordia, pero nos cuesta ejercitarla en muchas ocasiones; estamos ciegos para obrar el bien a diario.- Cuántas veces hemos vuelto la espalda al indigente, al que vive marginado, sin tener a penas conocimiento de su situación.- Cuando abrimos el evangelio, aparece enseguida la disposición de Jesús hacia los demás.- Él, el Señor, vino a enseñarnos a caminar por el sendero de la misericordia.- Si nuestro corazón se ha vuelto duro como una piedra, tendremos que restaurarlo pidiendo al Señor su auxilio, porque como cristianos, no podemos ni debemos caminar olvidados del hermano que suplica, que pide y nos necesita.- El Papa, abre camino, escuchemos y sigamos su voz.-

JM Valderas
22 de noviembre de 2016 a las 22:32

fray Martin, concluye usted con las mismas palabras de la Carta del Pontífice relativas a los que viven en situación irregular en su matrimonio. Y añade bíblicamente que el que quiera entender que entienda. No hace falta ser un lince para adivinar a quién está aludiendo.

No se trata de hacer un examen hipercrítico del texto papal. Ni cínico. He repetido aquí mi sorpresa con los textos que usted considera magisteriales (de magisterio pontificio) y un servidor los cree más bien olvidables. Luego, otras voces más autorizadas han abanderado y siguen abanderando esa idea, sin que ningún teólogo haya sido capaz de rebatirlas. La justificación que hacen, por contra, el primado de Viena o de Castillo no parecen excesivamente sólidas.

Después del relato que recuerda la voz misericordia de una diccionario bíblico, llegado ese momento de la situación matrimonial, el núcleo de la confesión, la metanoia, queda diluido. Se pasa la responsabilidad, diríase, al cura,k para entendernos.

Quizá no haya leído la Carta con suficiente quietud de ánimo. Tengo delante el artículo sobre ecología integral, la famosa idea de Laudato si, un disparate como un templo o un truismo inane, escrito en la primavera en Science por Soronda, el presidente de la Academia Pontificia de Ciencias. ¿Por qué empecinarse? Todos sabemos el interés de la hasta hace unos meses directora de Science sobre el calentamiento global.

¿Por qué esa papalatría?

Sería injusto si no reconociera la hermosa imbricación de la misericordia en la vida sacramental (eucaristía y confesión). Tal vez ahí esté la mano de Benedicto XVI, aunque conociendo sus escritos, es curioso que no se extendiera en otros textos litúrgicos.

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