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Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

25
Dic
2021

Sagrada Familia: ¿mujer sometida?

3 comentarios
belenfamilia

Este año 2021, la fiesta litúrgica de la Sagrada Familia se celebra el día siguiente a la Navidad. La segunda lectura de la liturgia dominical dice así: “Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas”. Una pésima lectura de esta sorprendente afirmación para los oídos actuales: “mujeres, sed sumisas a vuestros maridos”, sería aislar estas palabras del conjunto de la frase, y entenderlas además sin tener en cuenta el contexto socio-histórico-cultural en el que se escribieron.

El autor de la carta a los colosenses habla de una sumisión “en el Señor”. Pues bien, en el Señor quedan suprimidas todas las diferencias sexuales, sociales, raciales, culturales y nacionales. En el Señor ya no hay hombre ni mujer, ni esclavo ni libre, ni judío ni griego, ni bárbaro ni escita. En el Señor todos somos “uno”. Y si somos uno es porque nos pertenecemos los unos a los otros. Si esto es así, el adjetivo “sumisión” no puede aplicarse en un solo sentido, sino en sentido mutuo: “sed sumisos los unos a los otros”, las mujeres a los maridos y los maridos a las mujeres.

En segundo lugar, después de aplicar el adjetivo sumisión a las mujeres, el autor de la carta indica imperativamente que los maridos deben amar a sus mujeres. El amor es mucho más difícil y exigente que la sumisión. El que se somete puede aborrecer a quién le somete; y siempre puede fingir y disimular. El amor no admite disimulos, supone decisión personal por parte del que ama, entrega al otro, deseo de bien hacia el amado, búsqueda de lo mejor para él aún a costa de la propia comodidad. La sumisión crea siempre superioridades e inferioridades; el amor anula todas las diferencias, iguala al amante con el amado.

Entendida en el contexto de hoy, la palabra sumisión es totalmente incompatible con el amor. Por eso la frase de san Pablo debe entenderse en el contexto de una cultura machista y misógina, en la que se consideraba que las mujeres eran propiedad del marido. En este contexto socio-cultural, la exhortación del apóstol a los maridos para que amen a sus mujeres es totalmente revolucionaria, contra-cultural, rompedora. El apóstol empieza utilizando el lenguaje de la época, pero enseguida pone una apostilla que anula totalmente la perversidad del lenguaje: sumisas, quizás, pero “en el Señor”. Y tras la apostilla que anula la perversidad de la sumisión (tal como hoy la entendemos), viene lo revolucionario (siempre situándonos en el contexto del siglo primero): maridos, amad a vuestras mujeres.

La Biblia es histórica y utiliza, en ocasiones, imágenes propias de una época que hoy ya no resultan adecuadas ni significativas. Por eso, más allá del lenguaje, debemos quedarnos con el fondo del mensaje y no con sus expresiones muy mejorables: mujeres, maridos, hijas e hijos; lo que importa en una familia, en definitiva, es el amor mutuo, el respeto mutuo, la ayuda mutua. Mutuo, eso es lo decisivo en el evangelio de Jesús: amaos los unos a los otros. Unos a otros y otros a unos. Amor recíproco, ese es el amor cristiano en la familia y en todo tipo de relaciones humanas.

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Mildred Alemán
25 de diciembre de 2021 a las 22:17

Mucha gracias por esta reflexión Fray Martín. Una manera clara y muy linda de ver la diferencia entre el amor como decisión y la sumisión como rompedora de vínculos.

Valero
27 de diciembre de 2021 a las 08:59

Gracias Martin por recordarnos que nada hay más revolucionario y contracultural que el amor, no ese amor sentimental y exento de toda capacidad de entrega y de sufrimiento del que hoy se habla, sino del revelado por Jesucristo que no se resistió al mal por amor, que no se resistió a la cruz por llevar hasta el final el designio de amor a los hombres, según la voluntad del Padre.

Teresa
30 de diciembre de 2021 a las 09:20

Buenos días
Me quedo con el último párrafo. Es súper importante asumir nuestra incapacidad para trasladar el modo actual de entender los acontecimientos a otras épocas pasadas, en las que las costumbres, la moral, eran bien distintas.
Y a fin de cuentas como decía Santo Tomás de Aquino "En esta vida es mejor amar a Dios que conocerlo". O lo que es igual, lo que importa es el Amor. También San Pablo nos lo recuerda, si no tengo amor, nada soy
Feliz Navidad y buen año

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