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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

7
Mar
2020

Restricciones por el virus, oportunidad cuaresmal

8 comentarios
luzvigilante

Desde distintas instancias eclesiales se están ofreciendo orientaciones para evitar le expansión del coronavirus que, desgraciadamente, está afectando a muchas personas en todo el mundo. Fundamentalmente estas cuatro: 1) retirar el agua bendita de las pilas de entrada en las Iglesias; 2) ofrecer en la eucaristía “otro gesto” de paz distinto al habitual; por ejemplo en vez de darse la mano, una mirada o una sonrisa; 3) que las personas que distribuyen la comunión se laven las manos antes y después de este momento; 4) que en las muestras de devoción y afecto hacia las imágenes, tan propias de este tiempo de cuaresma, se evite el contacto físico, y la devoción se exprese, por ejemplo, con una inclinación o reverencia.

Yo añadiría una observación más: que allí donde se tenga la costumbre de comulgar bajo las dos especies, se haga por “intinción”, o sea, mojando el pan consagrado con el vino. De esta forma se evita que los fieles beban del cáliz en el que otros han bebido previamente.

Estas restricciones en las celebraciones eclesiales no deberían molestar a nadie. Incluso podrían ser una ocasión (impuesta por las circunstancias, pero conscientemente asumida) para ir más allá de las expresiones sensibles, a las que tan apegados estamos los humanos, como los besos a las imágenes, o los besos y abrazos de paz, y dar paso en esta cuaresma a una mayor interioridad en nuestras vivencias religiosas. Profundizar en el misterio, mas allá de los signos sensibles.

El virus es una desgracia que debemos combatir, pero las restricciones eclesiales pueden ser ocasión de revisar si nuestra relación con Dios, a veces, depende demasiado de las expresiones sensibles, de gustos artísticos o de costumbres (legítimas, sin duda) propias de un grupo o de un lugar. Una persona amiga, lectora de este blog, me hace al respecto una buena reflexión: uno de los efectos colaterales del virus podría ser un tiempo de gracia en forma de “desierto” o “desnudez” de lo sensible.

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Dory Ramos.
7 de marzo de 2020 a las 13:00

Yo pondría otra precaución. Me refiero a la confesión. Pienso que es estar demasiado cerca el confesor y el sacerdote. Si el virus se contagia por vía aérea...... No habrá peligro de contagio? (suponiendo que uno de los dos esté contagiado....)

Manuel Diaz
8 de marzo de 2020 a las 00:43

Pues yo, si hay enfermos de gripe por coronavirus en aislamiento, me ofrezco a cuidarlos, como San Francisco, como San Damian de Molokai, como la Madre Teresa de Calcuta. Estas son las medidas auténticamente evangélicas. Perdón, pero es lo que espero que digamos los cristianos, y además que seamos capaces de hacerlo.

J. Garcia
8 de marzo de 2020 a las 11:27

Lamentablemente esta epidemia, psicológicamente, nos sitúa en un estado de alerta, donde el otro es el "contaminador", el "enemigo" (nos negamos a darle la mano)..Digo ser lamentable, pues en este tiempo de cuaresma debiéramos considerarnos más hermanos, hijos del mismo padre celestial. No bastaba con el cierre de fronteras, que niega la bienvenida y la fraternidad a grandes multitudes de refugiados y emigrantes en situaciones críticas.. Lamentable!!

Manuel Monteagudo Gandía
8 de marzo de 2020 a las 19:23

Yo pienso que, aunque todas las opiniones son consideradas muy respetables, debemos sentirnos profundamente queridos por el amor de Dios y reflexionar sobre la manera de poder poner nuestro granito de arena para ayudar a la humanidad en estos momentos de crisis epidemiológica, sin poner en riesgo nuestras vidas; pero esa ayuda se puede hacer con los medios, como bien dice fray Martín, con unas restricciones tan sencillas como son las expresiones sacramentales, no anulando ninguna de ellas, sino dando un giro sensible a la "forma", no al efecto. Nuestra vivencia religiosa no debe alterar nuestro sentimiento de amor interior. El temor al contagio también puede ser un efecto negativo que altera también nuestro estado psicológico.

Emilio
10 de marzo de 2020 a las 22:55

Una gran y necesaria reflexión Fray Martín. Muy de acuerdo con el primer comentario, y se podría añadir alguna medida preventiva más, por ejemplo, en la “intinción” que comenta el artículo, que el sacerdote haga lo mismo, hoy mismo he visto en misa como el sacerdote bebia directamente del caliz antes. Se esta hablando mucho del "virus" del miedo, pero este también puede mutar en el "virus" de la temeridad y como muy bien se dice en otro comentario, ayudar pero con los medios necesarios y tomando las precauciones debidas, pues si cae enfermo dejamos de ser una ayuda. Saludos.

Hormias
11 de marzo de 2020 a las 16:04

A veces pienso que es un castigo del cielo por ser tan soberbios..

Jesus Castejon
13 de marzo de 2020 a las 08:59

También una oportunidad; cuando se cierran iglesias para evitar contagios, durante un tiempo indefinido, es una buena ocasión para desarrollar una iglesia más doméstica, buscar algún momento litúrgico en casa, quizá en torno a la mesa, en la fracción del pan, en la bendición de la mesa, el darse las gracias al final...casi casi como en las primerísimas comunidades...

Enrique Sáez
14 de marzo de 2020 a las 13:15

Quiero hace mi comentario respecto de las rectricciones por el coronavirus. Yo estoy totalmente de acuerdo, especialmente, con el gesto de la paz dar la mano. Creo que también es momento de fomentar la solidaridad y pensar un poco en los demás.
Digo esto, porque ya desde hace tiempo me ha ocurrido que gente muy próxima a mí durante la celebración de la Misa estornudan, o tosen, y se tapan la boca con la mano. Luego en el momento de dar la paz te tienden la mano. En alguna ocasión y cuando he observado esto me he ausentado un momento para evitar ese contacto con unas manos presuntamente contaminadas por algún tipo de virus, bacteria, o qué se yo.
Quizá la gente se sienta obligada a hacer ese gesto, dar la mano, pero si la Iglesia lo cambia por otro como podría ser un gesto amable,una sonrisa, una inclinación de saludo, etc. nosotros los asistentes a Misa lo asumiríamos y en el fondo nuestro sentimiento sería lo importante.

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