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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

11
Feb
2017

Respetar los derechos de los fieles

7 comentarios
eucaristia03

“En una iglesia del corazón de Madrid que frecuento muy poco... me han negado insistentemente la comunión... por no ponerme de rodillas. He tenido que decir, en voz alta, defendiéndome, que no podía arrodillarme... por motivos de salud”. Estas palabras las ha escrito, recientemente, con tristeza, una buena persona, como un desahogo. No es el primer caso que conozco.

Hay que decir, con toda claridad y firmeza, que el comulgar en la mano o en la boca, de pié o de rodillas, con calcetines rojos o verdes, es un derecho de cada fiel. Y el presbítero, el diácono, o el ministro de la comunión, no puede negarle este derecho. Es penoso que algunos, en cuanto se ponen una sotana, se consideren los amos de la fiesta, olvidando que son servidores o ministros, o sea, menores al servicio de los fieles. Los gustos del que distribuye la comunión no cuentan; cuenta el derecho del que la recibe.

Cierto, en las celebraciones de la plaza de San Pedro no se distribuye la comunión en la mano, por un motivo serio: evitar que alguien pueda quedarse con la forma y utilizarla sacrílegamente. Por eso, en toda ocasión, el que recibe la comunión en la mano debe llevársela a la boca delante del ministro. Por otra parte, en la plaza de San Pedro la mayoría de los que reciben la comunión lo hacen de pié y no de rodillas.

Hablando de celebraciones, no está de más recordar que el presidente es responsable de que se celebre dignamente. Precisamente, en nombre de la  dignidad, debe procurar que la liturgia sea gustosa para los asistentes. Por eso conviene alternar las distintas posibilidades que ofrece la liturgia, los prefacios y las plegarias eucarísticas. Repetir siempre la plegaria eucarística número dos no es celebrar bien. La celebración comporta también un ritmo para que se entienda lo que se dice y se lee. Leer deprisa o sin el tono adecuado, no es celebrar dignamente.

Además, el celebrante debe favorecer que la conocida como “oración de los fieles”, sea lo que su nombre indica. Un modo sencillo de conseguirlo es pedir a algunos que preparen las oraciones para luego leerlas. O, en según qué circunstancias, que puedan decirlas espontáneamente.

Todas esto se soluciona cuando hay un verdadero diálogo eclesial, cuando el sacerdote conoce a los fieles y se gana su confianza, cuando cada uno respeta el papel de los demás, cuando hay un poco de flexibilidad y sentido común. En definitiva, se soluciona desde la normalidad.

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Un amigo
11 de febrero de 2017 a las 12:36

Reflexiones;
Hay presbíteros que parece que pongan "mala cara" cuando uno "pide" la comunión en la mano.
Además de más higiénico parece más natural.
¿Daría Jesús el pan a sus discípulos en la boca?.
Y como casi siempre, mi impacto cuando uno lee ciertos sectores digamos "extremos". Defendían casi (sin atreverse del todo a decirlo) que la comunión no era válida (o al menos no digna) si no se hacía en un reclinatorio. Y estaban dispuestos a exigir la colocación del reclinatorio en cualquier Iglesia donde se acuda. Bueno; si cada uno puede pedir.....

Antonio
11 de febrero de 2017 a las 13:14

Yo he tenido más bien noticias de la situación contraria. Pero no sólo se negaba la comunión a los que se ponían de rodillas, sino que delante de toda la asamblea se les recriminaba y gritaba. Sin contar las mofas que hay también en otros sectores sobre aquellos que no comulgan en la mano. Sin hablar del self-service eucarístico.

JM Valderas
11 de febrero de 2017 a las 15:19

Sobre la celebración de los misterios, quizá lo más sensato y saludable sea atenerse a las normas. Nunca entendí la facilidad --por no decir ignorancia supina-- con que se rechazan, por rigurosas y leguleyas, así las califican, las rúbricas, las ceremonias, el rito en una palabra.

No sólo en los fieles. Los sacerdotes y ministros del altar dan a veces una sensación de payasos, teatrera, infumable. Saltándose el decoro en nombre de una espontaneidad que sólo ellos, por lo visto, aprecian. Desde la indumentaria hasta las morcillas en el canon.

Siempre he admirado la seriedad de los templos católicos de Inglaterra. En Oxford, cuando la beatificación del cardenal Newman, los fieles asistían con unción, participaban en las lecturas y cánticos, se arrodillaban en serie en el reclinatorio del presbiterio.

En el templo del Santísimo Sacramento de Exeter (Blessed Sacrement) los fieles que quieren comulgan con las dos especies. Por la fila central acuden para hacerlo con la especie de pan y se encaminan al lateral para beber de un cáliz que les ofrece un fiel, si lo desean.

La seriedad, el rigor, el respeto podríamos atribuirlo a su situación minoritaria en un piélago anglicano. Han de delimitar con claridad su fe. La ambigüedad, el viva la Virgen, supone un profundo desprecio que algunos quieren camuflar con el lenguaje y la ridiculización.

A los fieles de la parroquia donde acudo aquí en España les suele llamar la atención la seriedad que se trasluce de las hojas parroquiales que traigo de allá: vida comunitaria, asistencia a los enfermos, bolsa para necesitados, orientación juvenil, retiros, los tés parroquiales, asignación de las lecturas y de la recaptación de las aportaciones. El rigor es evangelizador.

Ernesto
11 de febrero de 2017 a las 15:20

Muy buena tu reflexión fray Martín. Aún hay ministros que, por caer en legalismos, olvidan el verdadero sentido de la celebración, una mesa abierta a todos y a todas; en la que importa la convivencia en el amor de Cristo.

Mila Bas
11 de febrero de 2017 a las 20:10

Algo parecido pudimos presenciar en la Catedral de San Juan de Letran durante la clausura del año jubilar dominicano. Hubo un sacerdote que se negaba a dar la comunión en la mano. Los fieles ponían la mano y el directamente a la boca. Hubo una persona que le recriminó por que lo hacia y no le hizo ni caso. Yo pienso como Vd.

Reina María
11 de febrero de 2017 a las 20:55

Me gusta mucho Padre esa palabra ...normalidad...gracias

Antonio Saavedra
15 de febrero de 2017 a las 00:37

Desde la normalidad de una fiesta entre cristianos que se aman y respetan. Pero en eso se inmiscuye una predicación rigorista de formas y dogmas... mientras se rezaba el rosario durante la misa. Aún hoy hay campañas en ese sentido, tratando de imponer un criterio personal o minoritario.
Sin embargo, la 'liberalización' de posturas no es de hoy; ya hace algunos años en la revista de la parroquia de santa Rita, en Madrid, se publicó que entre las posturas del cristino, la más importante es estar de pie.
Cita a José Aldazábal, en Gestos y símbolos: La postura de pie es la característica del hombre frente a los animales...
Del A.T., Abraham (Gn , 6-12), el pueblo ante la tienda de la reunión (Ex 33, 7-11), o a los lados del Arca (Jos 8, 32-35), y los 3 jóvenes oraban de pie en medio de las llamas (Dn 3, 24-25).
En el N.T. Mc 11, 20-26, Lc 19, 1-10, entre otros.
A Dios no se le debe un trato como de zalemas a un poderoso de la tierra, y en la tradición cristiana la postura ante Dios no es ya de rodillas sino en pie.

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