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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

3
Ago
2020

Purgatorio, antesala del cielo

9 comentarios
purgatorio

A veces se ha dicho y entendido que el purgatorio es un infierno temporal. Pero puestos a comparar el purgatorio con otras estados o situaciones del más allá, la buena comparación no es con el infierno, sino con el cielo. El purgatorio es la antesala del cielo. Y por eso hay que concebirlo, ante todo, en categorías de esperanza. Porque el que está en la antesala, sabe que le queda muy poco para entrar en la sala; más aún, sabe que la entrada en la sala es segura. Y cuanto más segura es la esperanza, más fuerte es la alegría. El purgatorio no es un lugar de pena, sino de alegría por el bien cercano.

Con todo, es mejor concebir el purgatorio no en términos de lugar (antesala), sino en términos de “estado”. Y en vez de hablar de lugar de purgación, hablar de estado de purificación. Visto desde la perspectiva del encuentro con Dios, habría que decir que el encuentro con el inmensamente Puro requiere una situación adecuada y acorde de pureza. Para encontrarse con el Santo es necesaria la santidad, para que el abrazo con el Amor de los amores sea auténtico se necesita un amor purificado. Visto desde la bondad de Dios, habría que decir que no somos nosotros los que nos purificamos, porque no sabemos ni somos capaces de conseguir la pureza que Dios requiere, sino que es Dios quién nos purifica. Eso sí, nos purifica y hace que nosotros nos purifiquemos.

¿Y cómo nos purifica? ¿Castigándonos? No, abrazándonos. El purgatorio es el primer momento del abrazo amoroso del Dios que, desde siempre, nos ha estado esperando. En este momento primero del abrazo, nos daremos cuenta de lo que mucho que nos ama y de lo poco que nosotros le hemos amado. Y al darnos cuenta de ese gran amor y de nuestro poco amor, experimentaremos una sensación de “vergüenza”, una sensación de indignidad, que nos hará exclamar: “Señor, no soy digno de tu amor, no soy digno de entrar en tu casa”. Y él nos sonreirá y nos levantará. La experiencia de indignidad se convertirá en la experiencia de un gran amor. El amor es purificador, madurador y acrisolador, pero también es plenificador. El momento purificador dará paso enseguida al momento de la plenitud.

El dogma del purgatorio es el dogma del matiz. Ni somos tan buenos como nos imaginamos, ni tan malos como se imaginan nuestros enemigos. Somos frágiles, pero resulta que Dios ama lo débil, lo frágil; por eso enaltece a los humildes y colma de bienes a los hambrientos.

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Bernardino Quispe Cari
3 de agosto de 2020 a las 02:54

En todo caso el purgatorio podría compararse con el abrazo del hijo pródigo quien dice que quiere volver pero se considera no digno, y el Padre le devuelve esa dignidad, llamaríamos nosotros esa santidad, esa pureza que habíamos perdido todos en algún momento de nuestras vidas.

MARÍA
3 de agosto de 2020 a las 10:50

Me ha gustado mucho la explicación y comentario acerca del dogma? del Purgatorio. Podría aclararme por qué se dice y hasta se predica "el Purgatorio lo pasamos en la tierra"?
Gracias.

J. Garcia
3 de agosto de 2020 a las 12:20

Considerar el Purgatorio como un momento, sin momento, de encuentro de uno mismo con el Padre amoroso, que nos está esperando con los brazos abiertos para purificarnos, es ciertamente de una gran esperanza. Gracias, fray Martín y Bernardino.

Hormias
3 de agosto de 2020 a las 18:42

Me ha encsntado la explicacion.. Gracias fray Martín

Maria
5 de agosto de 2020 a las 07:52

Que sea un estado(no un lugar) parece planteable, Igual que el cielo tambien es un estado y el infierno dudo que esté habitado...y discrepo: creo que la vida eterna es la prolongacion de la terrena, volver al Amor. Sin intermedios, tal y como hemos vivido nos presentaremos ante el Abba.

Samuel de la Gala
6 de agosto de 2020 a las 02:53

Purificarnos, santificarnos, para que nuestra vuelta a Casa, sea un encuentro de Amor Puro con Aquél que nos creó. Gracias P. Martin, su reflexión nos anima a vivir ese estado de purificación aquí y ahora, en este mundo.

Luis Hugo Marino
7 de agosto de 2020 a las 06:16

El Purgatorio es el lavadero de Dios donde el alma se ducha se limpia y se perfuma de Santidad para poder entrar a la fiesta celestial como corresponde..Nadie iría a una fiesta de casamiento sucio harapiento y sin ducharse

Baldo López Carrera, laico
7 de agosto de 2020 a las 13:31

Hermano Martín: Tu reflexión sobre el purgatorio, «se non è vera, è ben trovata». Se te olvidó decir -yo diría que en primer lugar- que el Purgatorio ha sido y sigue siendo la principal fuente de financiación del clero y adláteres desde los albores de la «cristiandad»: indulgencias, responsos, misas gregorianas de aplicación por los difuntos, etc., etc. Pero, pienso que pedir a Dios que sea compasivo y misericordioso es una blasfemia: como si su obrar estuviera condicionado por nuestros ruegos y no fuera anterior a ellos. Los teólogos habéis hablado muchísimo más del purgatorio que del cielo. Me pregunto cómo grandes teólogos como tú andáis ocupados ahora en rescatar «dogmas» del pasado, cuya validez es más que dudosa, por no decir totalmente falsa. Los concilios de Florencia, de Lyon, de Trento y el Catecismo de la iglesia católica han construido en el aire sus teorías («dogmas») sobre el compartimento o estado previo que es el Purgatorio, como últimamente se ha proclamado sin ninguna validez el dogma de la Inmaculada Concepción, cuando la doctrina del pecado original y el origen humano de una única pareja hace aguas por todos sus poros. Tu hermano en religión, el gran filósofo fray Eladio Chávarri afirma que ante lo que pasa después de la muerte no cabe nada más que el silencio. Y, para los que creemos en la consumación de nuestra vida más allá de nuestra historia, la única actitud posible es la «expectativa radical». A quien elija como Metahistoria la consumación de su humanidad le rondará, sin duda, la tentación de hablar sobre ella, de diseñarla y describirla, como habéis hecho los que habláis del cielo, del infierno, del pugatorio o del limbo. Pero en el ámbito metahistórico nos movemos en el vacío racional, pues desconocemos por completo cómo va a ser esa humanidad consumada. La única opción razonable es el silencio y esa EXPECTATIVA RADICAL, que, aunque tiene bases racionales firmes para creer en ella, no está exenta de serias y profundas dudas. Esa expectativa no es un cruzarse de brazos «mirando al cielo», sino que exige un compromiso activo con aquello que se espera.

Toni Oliver Pons
9 de agosto de 2020 a las 22:03

De siempre que su enfoque del tema es el que me parecido mas afinado y escrupulosamente ponderado teologicamente hablando.

Este es uno de los temas en los que percibo mas contraste de pareceres y prevalencia de unos con otros.

Creo que el Papa Ratzinger dio unas pautas nuevas y mas entendibles , desviandose de la version escolastica y rigurosa del termino.

Me adhiero , comparto y razono con logica su estupenda definicion. Que no es la suya claro, es la de la Iglesia en version actualizada.

Gracias Martin .

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