May
Predicación y misericordia intercambiables
3 comentariosDomingo de Guzmán fundó una Orden de Predicadores en orden a la salvación de las personas. La salvación viene del encuentro con Jesucristo. Para encontrarlo es necesario que alguien lo presente, lo dé a conocer. Esa es la función del predicador: dar a conocer el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Por otra parte, una de las características de la vida de Sto. Domingo fue su actitud misericordiosa, manifestada no sólo en su modo de tratar a las personas, sino en la ayuda espiritual y material que les prestó, como por ejemplo, cuando siendo joven, antes de pensar en fundar ninguna Orden, vendió sus libros en Palencia para que los pobres pudieran comer. Por este motivo se dice que la predicación de los compañeros de Domingo debe ser una predicación compasiva.
Importa entender bien la relación entre predicación y misericordia. No se trata solamente de que la misericordia debe ser un contenido de la predicación. Se trata de entender que la predicación misma es misericordia, la primera de las obras de misericordia: enseñar al que no sabe. Lo más importante, en realidad lo único que importa saber, el único conocimiento decisivo es el conocimiento de Dios y de su enviado Jesucristo. Por eso, la primera y fundamental enseñanza es la que da a conocer a Jesucristo.
El ministerio de Jesús no comienza con su actividad sanadora, sino con su actividad predicadora. En Jesús “la misericordia de Dios no se empieza expresando a través de unas obras externas de ayuda, sino a través de la palabra” (dice Xavier Pikaza). La primera obra de Jesús ha sido enseñar. El motivo (no necesariamente el contenido) de su enseñanza era la misericordia: “al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas” (Mc 6,34). Esta enseñanza de Jesús contrasta con la de los rabinos: la gente se quedaba asombrada al escuchar a Jesús, porque enseñaba con autoridad y no como los escribas (Mc 1,22). O sea, la enseñanza de Jesús estaba avalada por su vida. Sabía lo que decía y lo sabía desde su propia experiencia de Dios. Por eso su enseñanza resultaba convincente y transformadora (Mc 1,27). Era una palabra que devolvía la esperanza, levantaba de las opresiones, una palabra liberadora, cargada de sentido.
La misericordia no es simplemente dar un pan material, sino hablar, compartir la palabra, conocerse. La palabra crea comunión entre las personas, y entre las personas y Dios. De ahí la urgencia de hablar de Dios, compartir la palabra de Dios, dar a conocer a Jesucristo. Entonces la predicación es por sí misma misericordia y la misericordia se expresa en la predicación que anuncia y hace llegar “la Palabra en la que está la vida” (Jn 1,4). La relación entre predicación y misericordia no es externa; es intrínseca. Si se entiende bien se trata de palabras intercambiables. Cuando no son intercambiables es porque probablemente las dos están falseadas o desvirtuadas.