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Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

16
Dic
2018

Por nuestra salvación bajó del cielo

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navidad18

El motivo de la Encarnación queda bien expresado en estas palabras del Credo: “por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo”. El motivo de la Encarnación es la salvación del ser humano. Dios se hace hombre para que nosotros podemos llegar a la perfecta bienaventuranza, que no es otra cosa que el encuentro con Dios.

Tomás de Aquino, en el libro cuarto de la Suma contra los gentiles, tiene un precioso artículo en el que explica la relación que hay entre encarnación y salvación de los humanos. Comienza afirmando que en el misterio de la encarnación hay “una sabiduría tan profunda, que excede todo conocimiento humano”.

Luego expone su tesis fundamental: “la encarnación fue la mejor ayuda para el hombre que busca la plena felicidad”. Como esta perfecta felicidad está en el encuentro con Dios, pudiera parecer a alguno que el ser humano jamás podrá alcanzarla, debido a “la inmensa distancia” que hay entre Dios y el humano. “Resultando de esto, dice Tomás de Aquino, que el hombre se entibiaría en la búsqueda de la bienaventuranza, frenado por la misma desesperación. Pero Dios, por el hecho de haber querido asumir, voluntariamente y en persona, la naturaleza humana, demostró de la manera más evidente que el hombre puede unirse a él. Por tanto, fue convenientísimo que Dios asumiera la naturaleza humana para cimentar nuestra esperanza en la bienaventuranza”.

Más aún, Dios quiso preparar al ser humano para que deseara encontrarse con él. Ahora bien, dice el santo, “el deseo de alguna cosa es causado por el amor de la misma”. ¿Cómo hacer desear al hombre el amor de Dios? “Nada nos mueve tanto al amor de alguien como hacer la experiencia de que él nos ama. Mas el amor de Dios a los hombres de ningún modo pudo demostrarse más eficazmente que por el hecho de haber querido Él unirse al hombre en persona, pues lo propio del amor es unir al amante con el amado, en cuanto es posible. Luego fue necesario para el hombre que tiende a la bienaventuranza perfecta que Dios se hiciera hombre”.

El santo doctor, consciente de que sólo puede haber amistad entre los iguales, se pregunta cómo puede haberla entre Dios y el ser humano, dada la distancia que hay entre ambos. Precisamente el misterio de la encarnación rompe esta distancia, igualando, en cierto modo, a Dios con el ser humano. “Por consiguiente, concluye nuestro santo, para que hubiese una amistad más familiar entre Dios y el hombre, convino que Dios se hiciera hombre, pues por naturaleza el hombre es amigo del hombre, y así (dice el santo citando uno de los prefacios de las eucaristías navideñas) conociendo visiblemente a Dios (en la humanidad de Cristo), él nos lleve al amor de lo invisible (el Dios inefable, sumamente amable)”.

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