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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

18
Dic
2012

Ponerle a otro la piel de tu hijo

8 comentarios

Ahora que los belenes se van a llenar de pastores, cabras y ovejas, voy a contar una historia de pastores, cabras y cabritos. Hay cabras que se quedan sin leche, y no pueden alimentar a su cabrito; también ocurre que un cabrito se muere y la madre, por mucha leche que tenga, se queda sin hijo al que alimentar. En estos casos los pastores cortan con mucho cuidado la piel del cabrito muerto y con ella cubren a aquel cuya madre se ha quedado sin leche. Y a ese cabrito, con la piel del otro, se lo acercan a la cabra con leche a la que se le ha muerto el hijo para que alimente al que lleva la piel del hijo. Al principio, la madre no lo reconoce y lo rechaza, pero poco a poco, al oler la piel del hijo que cubre al que necesita alimento, se produce un acercamiento entre los dos y la cabra acoge al que lleva la piel de su hijo.

Al escuchar esta historia, que me contó un aprendiz de pastor, espontáneamente pensé en una historia bíblica. La de la madre de Jacob y Esaú, que viste a su hijo menor con la piel de oveja que el mayor utilizaba para cubrirse, para engañar así al padre prácticamente ciego, logrando que el padre se confunda y bendiga a Jacob, el menor, en lugar de Esaú, el mayor. Estas historias de animales y de humanos, en las que uno se pone la piel del otro, encierran una profunda lección. A veces invitamos a “ponerse en la piel del otro” para comprender acciones que no nos gustan o con las que estamos en desacuerdo. Se trata, por un momento, de pensar: ¿qué haría yo si estuviera en su lugar? Pero cuando ese otro al que se nos invita a ponernos en su lugar es ajeno o alejado, la invitación resulta poco efectiva. Y, al tiempo que condenamos la acción que no nos gusta, pensamos que nosotros hubiéramos obrado de otro modo.

Ahora bien, cuando alguien cercano a nosotros, un hijo, una hermana, una persona querida, se encuentra enfrascada en situaciones que hemos condenado (divorcio, pareja de hecho, lesbianismo, drogas), entonces vamos un poco perdidos, sobre todo si nuestro amor era y es auténtico. Puede y suele ocurrir que, tras el primer desconcierto, sigamos amando a esas personas, y les amemos con esa circunstancia desconocida hasta ahora para nosotros. Esta historia de cabras y cabritos nos invita a modificar el “ponte en la piel del otro”, por el “imagina que este lejano o desconocido que condenas lleva la piel de tu hijo”. No se trata de justificar lo injustificable, pero sí de no condenar precipitadamente algunas situaciones personales (sobre todo cuando no son actos delictivos, sino realidades humanas con las que uno se encuentra), de comprender que cada persona es un misterio, de dar gracias a Dios por lo que somos y tenemos, y de ayudar a los otros a sobrellevar sus dificultades. De tratar al otro como si fuera tu hijo. O como si fueras tú: “amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

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Maite
19 de diciembre de 2012 a las 11:55

Más de una ve he pensado que mientras las desgracias o cualquier otro acontecimiento fuera de lo considerado normal en nuestros ambientes bien pensantes, el paro, o el irse a vivir con su pareja, no le ocurre a tu hijo, o sea, mientras una cosa no te afecta de cerca, la ves de manera distinta que si te toca de cerca. No sabía eso que ocurre con las cabras, pero me ha gustado. Tenemos mucho que aprender, hasta de las cabras.

Juan
19 de diciembre de 2012 a las 18:27

Para saldar nuestras deudas, el Señor de la Natividad, se presenta a los pastores con piel humana: gracias, Señor; gracias fray Martín.

bon nadal
19 de diciembre de 2012 a las 19:29

Un fill donat per Déu

Es parla
del naixement d’un infant,
no pas de la proesa revolucionària
d’un home fort,
tampoc de l’agosarada descoberta
d’un savi,
ni de l’obra pietosa
d’un sant.
Supera tota comprensió:
el naixement d’un infant provocarà
el canvi de tota cosa,
portarà a tota la humanitat
salvació i alliberament.
Com per avergonyir
els esforços i empreses humanes
més poderoses,
un infant és posat al centre
de la història humana.
Un infant nascut de dona,
un fill donat per Déu.
Aquest és el misteri
de l’alliberament del món:
tot el passat i tot el futur
estan aquí inclosos.

Dietrich Bonhoeffer,
Meditacions sobre el Nadal,
ed. Claret, 2006

Anonio Saavedra
20 de diciembre de 2012 a las 02:56

Es una lástima que haya textos que no resulten comprensibles para la mayoría. ¿Puede alguien traducir el de Bon Nadal?

Martín Gelabert
20 de diciembre de 2012 a las 12:16

D. Antonio Saavedra: dado el interés del texto de Bon Nadal, yo mismo le ofrezco la taducción:

Un hijo dado por Dios

Se habla
del nacimiento de un niño,
no de la proeza revolucionaria
de un hombre fuerte,
tampoco del osado descubrimiento
de un sabio,
ni de la obra piadosa
de un santo.
Supera toda comprensión:
el nacimiento de un niño provocará
el cambio de todas cosas,
llevará a toda la humanidad
salvación y liberación.
Para avergonzar
los esfuerzos y empresas humanas
más poderosas,
un niño es puesto en el centro
de la historia humana.
Un niño nacido de mujer,
un hijo dado por Dios.
Este es el misterio
de la liberación del mundo:
todo el pasado y todo el futuro
están aquí incluidos.

Paul T.
20 de diciembre de 2012 a las 16:09

Que maestría. Ponernos en la piel del otro...a eso estamos llamados.
gracias maestro.

Anónimo
21 de diciembre de 2012 a las 12:58

!!Gracias, Fray Martin!!...Siempre supe que detrás del Maestro en Teologia estaba el creyente, el hermano y compañero de camino.

Fr. Anibal Saldaña , OAR.

Valero
14 de diciembre de 2022 a las 12:27

Cristo no sólo se puso en mi piel en sentido figurado, si no que se hizo en todo igual a mi y no sólo eso, si no que en vez de decir: "yo me hice hombre y sin embargo no he pecado, al contrario que éste" me acompaña, me cuida, me sale al encuentro y me espera cada día, sin ningún reproche, si no sólo deseando que yo libremente renuncie a mi y en él, ame a todos en todo momento, como él hace conmigo.

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