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Parroquia, espacio de aprendizaje y acogida
2 comentariosUna buena celebración supone conocer bien la fe que se celebra: ¿qué celebramos, por qué celebramos, en qué Dios creemos, qué consecuencias tiene esa fe en Dios? Todo esto supone una buena formación, una buena catequesis. Primero para conocer mejor al amado, y después para dar un buen testimonio de nuestra fe ante un mundo que la cuestiona. De ahí que una parroquia necesita buenos catequistas, y una buena formación de catequistas. Es casi imprescindible que estos catequistas sean seglares. Primero porque el párroco no puede llegar a todo. Y, sobre todo, porque los seglares se conocen mejor entre ellos, resultan más convincentes, y además queda más claro que ellos no actúan por oficio, sino voluntariamente, convencidos de lo que hacen y dicen.
Momento importante de esta labor catequética son las homilías, no solo dominicales, sino también en los días laborables de los tiempos fuertes litúrgicos. Las buenas homilías llenan las Iglesias, las malas las vacían. Una buena homilía, además de elocuente, debe estar bien preparada teológicamente, y responder a las preguntas y necesidades de los fieles, para orientarles cristianamente. Preparar la homilía requiere tiempo y materiales adecuados. Hoy es fácil hacerse con esos materiales. El asunto no es la falta de materiales, sino la desidia en utilizarlos.
Una parroquia es también un espacio de acogida de los que, entre los nuestros, pasan necesidad. En el grupo de los cristianos, se dice en el libro de los Hechos, nadie pasaba necesidad. Para que eso fuera cierto se repartían los bienes del grupo de modo que todos tuvieran lo necesario. Esa sigue siendo una tarea de la parroquia, si por parroquia se entiende el grupo de creyentes de un determinado lugar. De nuevo son los seglares los que pueden y deben ocuparse de esta tarea.
La acogida debe ampliarse a los que no son de los nuestros, a tanta gente necesitada que no acude a las celebraciones, quizás porque no son cristianos o quizás porque su fe es débil. A esa gente necesitada también hay que ayudar y acoger, no para que se incorporen a nuestro grupo y asistan a nuestras celebraciones, sino como una exigencia que brota de nuestra propia fe y de nuestra propia convicción. El amor es gratuito.
Una parroquia donde hay seglares convencidos y comprometidos, es una parroquia que tiene asegurado el éxito. Una parroquia a la que los seglares acuden pasivamente, bien porque el párroco quiere hacerlo todo, o bien porque se limita a atender a las celebraciones litúrgicas, es una parroquia que languidece y que poco a poco irá vaciándose. Si la parroquia es asamblea, si la parroquia es pueblo de Dios, eso supone que todos los miembros son activos, participativos, responsables, porque todos consideran que lo que allí ocurre es “suyo” y, además de suyo, es de gran interés.