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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

1
Dic
2011

Omnipotencia sin ser capricho

4 comentarios

Dios, el Creador, es esencialmente poderoso. Puede cuanto quiere, pero sólo quiere lo que por su esencia tiene que querer. Su esencia es Amor. Por eso el acto creador es libre, sin ser arbitrario ni caprichoso. Un Dios que no crease libremente sería un Dios menesteroso, un artista que satisface en la creación una necesidad de su naturaleza o se libera de una carga interior. Igualmente sería menesteroso un Dios que crea porque anhela o añora el amor. En realidad, el Dios judeo-cristiano crea porque rebosa de amor. Un mundo y un hombre producto de la menesterosidad de Dios no podrían ser nunca mundo libre o un hombre con capacidad de plantarle cara a Dios y decirle que no o que sí.

Pero la libertad divina no es capricho. El Dios bíblico no se comporta como un déspota, que en su actuar se atiene sólo al humor del momento, y al que le resulta indiferente el derecho o la injusticia, la vida o la muerte, el hacer u omitir un acto. No es un Dios para el que es lo mismo crear y aniquilar, un Dios que exige de sus fieles que le adoren, o mejor que le teman por igual en uno y otro momento. Produciendo y ejecutando el derecho y la justicia es como se acredita el poder propio del Creador, el poder que realiza lo necesario. La omnipotencia del Dios bíblico es Sabiduría permanente, no ocurrencia momentánea o capricho arbitrario.

El Dios bíblico es el que traza en el cielo el arco iris, como señal que le obliga a no dejar que se acabe la vida mientras haya tierra. El Dios que da su alimento al ganado y se ocupa y preocupa de los cabellos de la cabeza del hombre. No con la ocupación del que siempre está encima y agobia, sino con una providencia universal que deja que la realidad funcione y madure por sí misma. Este modo de actuar del Dios bíblico (en contraste con otros dioses de los que hablé en un post anterior) es la que permite entender al hombre como hijo de Dios. Hijo es más que criatura. Hijo es incompatible con ser súbdito. Los hijos no están sometidos.

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Antonio Saavedra
2 de diciembre de 2011 a las 02:02

La omnipotencia de Dios no es un tema que me preocupe; sí el afán de la Iglesia católica de resaltar esa omnipotencia de un Dios cuyo Ungido entró en Jerusalén montado en una borriquilla prestada.
Parece que es necesario resaltar esa omnipotencia para acabar con nuestra pequeñez. Y así, con un Dios omnipotente y Rey del universo, remedamos las cortes mundanas.
¿Se acuerda de la llegada de Francisco de Asís, el poverello, a la corte vaticana, en la película Hermano Sol, hermana Luna, de Zefirelli? Yo sí y la recuerdo con frecuencia, cuando veo estas cosas.

Anónimo
2 de diciembre de 2011 a las 19:16

Todas la religiones consideran a "su dios" todopoderoso. ¿Comó si no iba a ser dios? La originalidad del Dios biblico creo que queda muy bien expresada, falta entenderla igual de bien. Porque en el fondo siempre se espera el "deus ex machina" que solucione con su "poder" lo que nos resulta imposible a nosotros, como fuerza que se impone desde fuera.

Isabel
3 de diciembre de 2011 a las 07:24

Si no creyera en la Omnipotencia del Dios bíblico,mi vida,desde mi adolescencia hubiese tomado otro camino totalmente distinto al actual" comamos y bebamos que,mañana moriremos"

camino
4 de diciembre de 2011 a las 12:00

La Omnipotencia de Dios me llena de alegría. Tenemos un Padre OMNIPOTENTE, en todo, cómo magníficamente nos lo describe.
Querido profesor, siempre gracias.

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