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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

16
Sep
2015

Nuestros miedos y nuestra fe

7 comentarios

¿De qué tenemos miedo? De perder el dinero. ¿De quién tenemos miedo? Del distinto. ¿Quizás del inmigrante, del forastero, del pobre, del que vive su sexualidad de otra manera, del que vota al partido que yo no voto, del nacionalista, del creyente de otra religión, del que tiene un determinado color de piel? En distintas ocasiones los evangelios de Marcos y Mateo parecen oponer la fe al miedo. Otras veces parecen identificar el miedo con la cobardía. Jesús recrimina a sus discípulos que tienen miedo porque son hombres de poca fe. En otras ocasiones les dice que son cobardes, porque tienen poca fe. A veces, a quién le pide auxilio le dice: no temas, basta que tengas fe. Se diría que el miedo va asociado a la falta de fe y a la cobardía.

A mi entender hay dos tipos de miedo. Tenemos miedo cuando pensamos que podemos perder algo que nos resulta muy atractivo. Por ejemplo: tenemos miedo de que nos quiten nuestro dinero. O tenemos miedo de perder el trabajo. O de que alguien nos haga daño. En estos casos el miedo va asociado a la pérdida de bienes efímeros o temporales, aunque sean bienes que apreciamos mucho. Hay otro tipo de miedo, propio de los creyentes. Tenemos miedo de que se rían de nosotros o de resultar ridículos si damos testimonio de Jesucristo. En estos casos somos cobardes porque no nos atrevemos a confesar abiertamente nuestra fe. Una pregunta un poco ingenua: ¿qué tipo de miedo es el que hay cuando no queremos acoger al forastero o el inmigrante? ¿Quizás un poco de cada uno, miedo a perder comodidad y miedo a las consecuencias que conlleva la fe cristiana?

El miedo de perder el dinero no es el miedo del que habla Jesús. Aunque en algún sentido tiene que ver con la fe en Jesús: el miedo a perder el dinero demuestra lo apegados que estamos a él. Como no se puede servir a Dios y al dinero, el miedo a perder el dinero demuestra lo poco que servimos a Dios. Por el contrario, el miedo del que se acobarda cuando hay que dar testimonio de Jesucristo está directamente relacionado con la falta de fe. De lo que el creyente debería tener más miedo es de perder a Dios, de no confiar en Dios o de alejarse de él.

Cuando tenemos miedo de perder nuestro dinero, estamos solos con nuestro miedo. Cuando tenemos miedo de comprometernos con el Evangelio, este miedo desaparece si caemos en la cuenta de que Jesús está con nosotros en la tormenta, de que Jesús nos acompaña en nuestras tribulaciones. Y esta conciencia de la presencia de Jesús hace que el miedo desaparezca. Hay miedos que nos dejan solos con nosotros mismos. Hay miedos que desaparecen cuando nos sabemos acompañados del Señor. Porque su compañía es fuente de confianza y de fe. Ya no hay miedo cuando hay fe.

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Anónimo
17 de septiembre de 2015 a las 22:50

Creo que el miedo es simplemente al otro. Al que está a mi lado , al que no conozco y no sé como piensa . Miedo al prójimo y tal vez miedo a mi mismo.

JC.
18 de septiembre de 2015 a las 12:53

El pueblo hebreo siempre fue temeroso de Yhave; tambien el musulman cuando recuerda a sus fieles, que Ala guia a quien quiere y estravia a quien quiere. Entre los cristianos esta mas instalado el miedo a la muerte....."porque amaron en exceso la vida le temieron a la muerte". Morir y no estar preparado para ello debe de ser un trago dificil de beber; yo personalmente me inquieto cuando comprendo lo dificil que es hoy dia sobrevivir a las guerras, a las injusticias o a la pobreza. Despues de Jesús nadie se muere en un esquina, al menos espiritualmente, y esto me consuela.

Marieta
18 de septiembre de 2015 a las 18:00

Muchas gracias, P. Martín por la reflexión. Yo también le he dado muchas vueltas al tema del miedo. A veces he sentido miedo por la calle y luego he pensado sobre ello. ¿Miedo porque me quitasen el dinero, porque me hicieran daño? ¿Qué dinero? ¿Que es lo que me quiero guardar? ¿Qué es lo que no quiero o me resisto a compartir? Me ha ayudado mucho pensar en Madre Teresa, cuando se movía por aquellas pobres calles de Calcuta recogiendo gente. Ella seguro que no quería guardarse nada. Igual pienso que puede sentirlo ahora mucha gente frente a esta oleada de refugiados. ¿Quiero guardar mi casa, o mis casas, solo para mi? ¿No soy capaz de compartirla con nadie más? Si fuésemos capaces de ver a Jesús en el otro… la cosa cambiaría. Qué bien, analizar nuestros miedos, aprender a descubrir cuantas cosas nos atan o nos inmovilizan.

Anónimo
19 de septiembre de 2015 a las 12:25

En el trasfondo de nuestros miedos subyace el miedo a la muerte. ¿ Qué ocurre con nuestra individualidad, nuestro pequeño yo, cuando morimos ? El miedo ancestral a desaparecer. Si profundizamos en el “ no yo es Cristo quien vive en mí” si creyéramos en el cambio de nivel de conciencia que supone, desaparecería nuestro miedo a morir. Desaparecería nuestro miedo a la vida. Porque vida y muerte son un continuo infinito. Y nos comprometeríamos a fondo el el proyecto del Dios de la Vida.

Cuando la gota de agua, que es nuestro individualismo, cae en el mar,si nos empeñamos en ser solo gota, al caer en el mar, desaparece. Pero si nos descubrimos como agua, no como gota, nuestra agua no desaparece, ni siquiera deja de ser “esta agua”. Bella metáfora paradójica de Raimon Pánikar que nos invita a zambullirnos en el mar de Vida, afrontando y traspasando nuestros temores, dejando, confiando en que la Vida nos viva. Si Cristo vive en mí, ¿ a qué o quién temeré?. Caminaremos sobre las olas del mar si ël nos lo pide, sabiendo de qué agua hemos sido creados.

Gracias P. Martín

Anónimo
19 de septiembre de 2015 a las 15:42


Fe de errata:

" si Él nos lo pide" ( Cristo)

" de qué Agua hemos sido creados" ( Agua Viva )

ruego disculpas

Juan
19 de septiembre de 2015 a las 16:54

¿Qué miedos tendrán los refugiados sirios? ¿Cómo calificar la tremenda tragedia humana del éxodo sobre el Mediterráneo -hablando de aguas- en busca de una acogida europea? A los miedos de partida se suman los de llegada. Ni todas las fronteras ni todos los corazones se abren a darles la bienvenida. Los derechos naturales de los que llegan deben superar las leyes de fronteras.
Los miedos de los que nos sentimos invadidos son irracionales. Gracias, fray Martín.

Angel Plaza-Martin
25 de septiembre de 2015 a las 14:04

Los seres humanos arrastramos infinidad de miedos debido a nuestro ego animal que desea sobrevivir a toda costa, que no quiere perder sino solamente ganar y perpetuarse. Muchos de esos miedos van emparejados con deseos, por ejemplo el deseo de vivir acompaña al miedo a morir. La experiencia de la vida spiritual, por lo que conocemos de los santos, parece que consigue que los miedos se vayan aminorando, pero también los deseos bulliciosos, que nos entretienen a los demás, se van calmando. Que los miedos se desvanezcan no hace que los santos se conviertan en personas temerarias, insensibles o fanáticas, pero sí que no se detengan. El miedo paralizador que nos detiene al resto de los mortales, incapaces de decidirnos por nada, no parece que sea lo que late en el corazón de personajes como Teresa de Jesús y tantos santos.
Sin embargo, leyendo en la Biblia sobre el miedo, sorprende que cuando Jesús muestra a sus discípulos su personalidad más divina: Jesús camina sobre las aguas o el Jesús resucitado, tenga que calmar el miedo que provoca y diga: “No temáis”. Es decir, que el seguir a Jesús, el ser sus discípulos, no evita que ante la contemplación de la Divinidad, nuestro corazón se acongoje y tenga que ser Dios mismo el que nos calme y estimule nuestra fe.
Saludos
Angel

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