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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

26
Oct
2007

¿Miedo o insolidaridad?

1 comentarios
Hace unos 20 días ocurrió un triste y condenable incidente en un convoy de los ferrocarriles catalanes, similar a otros que se producen en nuestra nación. El ocurrido en Barcelona tiene la particularidad de que las cámaras lo grabaron y los medios lo han difundido abundantemente en estos últimos días. Una menor ecuatoriana sufrió una agresión –bofetadas y patadas- por parte de un joven de 21 años, que la llamaba repetidamente inmigrante. Hace cuatro días el agresor, temiendo las consecuencias penales, declaró a los periodistas: “ni racista ni nada. Iba borracho y punto”. Violento y mentiroso. Desde entonces, cual estrella mediática, pide dinero por conceder entrevistas. Violento, mentiroso y descarado.

En el vagón había un único testigo, otro joven que, según delatan las cámaras, permaneció pasivo durante y después de la agresión. Giro el rostro, miró hacia otra parte. Al respecto La Vanguardia del miércoles 24, debajo de las fotos delatoras, se pregunta: ¿miedo o insolidaridad? Su pasividad después del incidente, una vez retirado el agresor, inclina la balanza hacia la insolidaridad. Triste experiencia de contraste: el mismo miércoles, fallecía en Valencia Daniel, joven de 23 años, por defender a una chica de una agresión, en presencia de otros testigos que, como el de Barcelona, también se mantuvieron pasivos.

Sin duda el temor nos bloquea. No es menos cierto que vivimos en una sociedad individualista, egoísta, en la que los que no pertenecen a nuestro grupo nos resultan indiferentes. Una sociedad intolerante con el diferente. El otro, el distinto, nos produce miedo o desprecio. De ahí la importancia, la necesidad de un mutuo conocimiento. Conocer al otro rompe estereotipos, aclara malentendidos, hace que lo sienta como parte de mi yo. Y, al menos, el conocimiento hace más “razonables” mis posibles distancias. Como cristianos sabemos que no coincide tener razón con tener amor. Pero, en fin, peor es no tener ni siquiera razones. El racismo no tiene ni eso.
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Cristina
28 de octubre de 2007 a las 01:37

Muchas gracias Martín, por tu reflexión: Es necesario ponerse en la piel del otro, cuando es el perdedor... Sin duda el miedo es irracional. Por eso se necesita mucho dominio, mucho valor, y cierta dosis de autocrítica.
Cuando no se opta por el más débil, aunque no sea de "los míos", es muy probable que nos bloquee incluso nuestra razón, que incluso encuentra argumentos para defender lo que constituye mi mundo, mis miedos y prejuicios... Efectivamente, el mutuio conocimiento empático, que no cómplice, desmorona muchos fantasmas y desautoriza nuestras coartadas, implicándonos en el destino de "mi hermano", que para mí es Cristo.

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