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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

23
Ago
2018

Lo mío, ¿es mío o nuestro?

1 comentarios
emigrantes

En algunos países centro y sudamericanos empieza a haber problemas de violencia y de rechazo con los venezolanos y nicaragüenses que huyen de sus propios países, porque en ellos ya no es posible no sólo vivir con un mínimo de dignidad, sino incluso vivir sin más. Lo mismo ocurre en nuestros países europeos ante la llegada de inmigrantes desde África. Se diría que estas personas vienen no sólo a buscar un espacio en nuestro territorio, sino a quitarnos lo nuestro. Efectivamente, no es lo mismo recibir a cinco personas que a cinco mil. Cuando el número de personas que buscan acomodarse en nuestros entornos es pequeño, es relativamente fácil hacerles sitio. Cuando son muchas las personas que llegan, no sólo necesitan mucho sitio, sino que parece que hasta quieren quitarnos el nuestro e imponernos sus costumbres.

Para un cristiano los principios son claros: la tierra es de todos. La casa, la tierra que ocupo, no es mía, es “nuestra”. Y como es nuestra, tengo que compartirla. La cuestión está en el compartir. ¿Cómo compartir de modo que mi renuncia no me perjudique ni a mi, ni a “los míos”? Los “míos” entre comillas, porque los que llegan de fuera también son “míos”. Pero es normal que considere más “míos” a los que conozco desde siempre, a aquellos con los que he crecido. De ahí la necesidad de políticas imaginativas, generosas y valientes para dar una respuesta a tanta gente que busca sencillamente vivir, para que la acogida de esas personas no sólo sea un beneficio para ellas, sino también para los acogedores.

Hubo un tiempo en el que la emigración de españoles a América o a Francia, Suiza y Alemania, redundó en beneficio mutuo de esos países y de las personas que allí llegaban. Ya sé que los tiempos han cambiado. Pero el principio sigue siendo bueno: hay que encontrar el modo de que la acogida de inmigrantes sea buena para el acogido y para el acogedor. Por otra parte, hay que presionar a nuestros gobiernos, supuestamente democráticos, para que ayuden al desarrollo de los países más pobres y tomen medidas políticas en contra de esos regímenes que solo buscan perpetuarse a costa del bienestar de sus ciudadanos.

Hubo un tiempo en que Europa consideraba que el mundo era “suyo”. Y por eso, se dedicó a ocupar tierras no europeas. Ahora que los no europeos, no sé si por convicción, pero al menos por necesidad, consideran que el mundo es de todos, y por tanto Europa también es suya, esos europeos que antes consideraron que el mundo era suyo, ahora piensan que el mundo quizás sea de todos, pero Europa es sólo de los europeos.

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TAMARA
25 de agosto de 2018 a las 12:53

Martín, te mereces el Premio NOBEL..... ¡¡¡ y MÁS!!!

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