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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

25
Oct
2015

Las conclusiones del Sínodo y el color de mi cristal

3 comentarios

Algunos titulares con los que se ha informado de las conclusiones del Sínodo son un buen reflejo de la ideología del informador. El Sínodo no es una batalla entre buenos y malos, los buenos supuestamente los más conservadores y los malos los más abiertos. En el Sínodo ha ocurrido algo parecido a lo que ocurrió durante el Concilio Vaticano II. En el aula conciliar pronto quedaron de manifiesto dos tendencias, que se conocen como la mayoría (en este caso renovadora) y la minoría conciliar. También en el Sínodo han aparecido dos tendencias, cosa bastante normal en todo grupo humano. El mismo Papa en su discurso final del Sínodo constató que lo que a unos Obispos les parece “normal”, a otros les resulta “extraño”; lo que unos consideran “violación de un derecho en una sociedad, puede ser un precepto obvio e intangible en otra”.

Ya decía Tomás de Aquino que la experiencia influye en la vivencia de la esperanza. Podemos añadir: y en la vivencia y comprensión de la fe. Y mucho más en las conclusiones que de la fe se derivan. De ahí que sea difícil, y cuanto más delicada es la materia, mas difícil es ofrecer soluciones concretas válidas para todos. Lo concreto vale para cada uno. Por eso el Papa, en su discurso, añadió que los “verdaderos defensores de la doctrina no son los que defienden la letra, sino el espíritu, no las ideas, sino la persona, no las fórmulas sino la gratuidad del amor de Dios y su perdón”. Cuando las fórmulas y la doctrina se convierten en arma arrojadiza o en elemento excluyente y condenatorio, dejan de ser católicas.

Lo que el Sínodo ha ofrecido al Papa son unas conclusiones muy matizadas. Que dan pié a distintas soluciones. Hay afirmaciones que suenan bastante bien. Por ejemplo, eso de dejar sentado que en los divorciados vueltos a casar, “el Espíritu derrama sus dones y carismas para el bien de todos”. O que las personas que se encuentran en esta situación deben hacer un camino para integrarse más plenamente en la vida de la Iglesia. Del documento puede deducirse que el momento de esta integración deben decidirlo ellos en su “fuero interno”. El fuero interno es la conciencia. Y cada uno puede preguntarse qué significa una integración “plena” en la vida de la Iglesia.

Como ocurrió con el Vaticano II, las conclusiones del Sínodo son un texto de compromiso, pero un compromiso que da pasos adelante y permite avanzar. Así son las cosas en la Iglesia y así son las cosas en materia doctrinal. Hay que actuar con cuidado para que todos puedan sentirse dentro y en comunión con los demás. Benedicto XVI, en un famoso discurso sobre la hermenéutica conciliar, no dijo que había que interpretar el Concilio a la luz de la tradición. El mismo Concilio es tradición. Lo que Benedicto XVI proponía era un equilibrio entre continuidad y alteridad. Estas fueron sus palabras: “Precisamente en este conjunto de continuidad y discontinuidad en diferentes niveles consiste la naturaleza de la verdadera reforma”.

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Rodney
28 de octubre de 2015 a las 04:05

Así como la Iglesia debe siempre santificarse así también debe siempre reformarse.

¿ A problemas nuevos nuevos en la Iglesia soluciones nuevas ? No, la Iglesia debe
crecer -

Buena reflexión del Padre Martín Ballester Gelabert .Posiblemente el término
alteridad pueda modificarse.

Luciana
28 de octubre de 2015 a las 18:41

Hoy día,por suerte o por desgracia qué familia no se siente herida porque,uno de sus hijos-as o hermanos se encuentran en esta situación ?
Muy consolador es saber y escuchar las decisiones sobre esta materia en las Palabras del Papa "" que los verdaderos defensores de la doctrina no son los que defienden la letra sino el espíritu,no las ideas,sino sino la persona,no las fórmulas sino la grtuidad del Amor y,es lo que verdaderamente nos da vida".
Gracias al P.Martin por ofrecernos estas decisiones de la Iglesia que verdaderamente nos dan vida.

Antonio López Sernández
30 de octubre de 2015 a las 12:23

Ha reflejado en pocas palabras el espíritu del Sínodo. La letra mata, el espíritu vivifica. ¡Cuánto daño y desconcierto ha hecho a la Iglesia, concretamente al matrimonio cristiano, la interpretación literal de la ley, olvidando el espíritu de la misma! El sábado está hecho para el hombre, no el hombre para el sábado: la ley está hecha para el hombre, no el hombre para la ley. Ante todo está el hombre, el amor... Al final sólo se nos examinará del amor. ¡Con cuánto rigorismo aplicamos la ley para los demás y cuántas excusas, subterfugios, interpretaciones benignas hacemos para nosotros mismos, especialmente los encargados de juzgar...! Al final siempre está el perdón. El Espíritu Santo jamás abandona a su Iglesia, a pesar de las debilidades e incomprensiones de los hombres.

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