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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

29
May
2019

La mesa, llamada a la justicia social

2 comentarios
mesa02

A la luz de lo dicho en el post anterior, se explica que la comida cristiana, aunque sea en una mesa reducida a unos pocos, es una exigencia de fraternidad. Muchas de las oraciones con las que se bendice la mesa en las familias cristianas lo recuerdan: “bendice, Señor, estos alimentos que, en tu nombre, vamos a compartir, bendice a quienes los han preparado, y da el alimento diario a quienes lo necesitan”. Reunirse a comer en nombre del Señor supone bendecir los alimentos, o sea, hablar bien de esos alimentos, ser consciente de que el alimento viene de Dios; es Dios el que nos lo regala. Pero es también ser consciente de que debe haber pan para todos. Por eso el cristiano pide a Dios que quienes lo necesitan encuentren manos amigas, manos divinas, que les repartan el pan. Dios da el alimento a quienes lo necesitan por medio de los creyentes. Cada cristiano es la mano de Dios allí donde hay una necesidad, allí donde alguien no tiene pan.

La comida cristiana es una fiesta, porque el creyente confiesa que es Dios quien parte y reparte el pan. Vivir no es solamente trabajar y sufrir, es también alegrarse con las bondades de Dios: “ve, come alegremente tu pan y bebe tu vino con corazón contento” (Ecl 9,7). Pero también el creyente recuerda que “quien come y bebe, lo tiene de Dios” (Ecl 2,25), “porque todo viene de ti” (1Crón 29,14). Además de una fiesta, la comida cristiana es un recordatorio de justicia social. Por eso, el creyente le pide al buen Padre del cielo no “mi pan”, sino “nuestro pan”. El pan no es mío, no puedo quedármelo todo para mi. Si hay mucho pan, pero éste es mío, entonces como yo sólo. Pero si hay poco pan, pero es nuestro, entonces pueden comer todos. El pan está para repartirlo. El hambre empieza cuando alguien pretende tener comida para él sólo (continuará).

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Mariano
29 de mayo de 2019 a las 14:30

A veces, emborrachados de la cultura del consumo y del individualismo, pretendemos creer que nuestra comida es sólo y exclusivamente fruto de nuestro esfuerzo y, por consiguiente, su ausencia en otras mesas, se debe a la pereza de otros.
Reconocer que nuestro pan viene también de Dios, es reconocer lo que dice el artículo: que no es sólo mío o para mí.
Hay muchos creyentes de bien que no perciben aún que la llegada del Reino de Dios tiene que ver con la justicia social y está no es meritocrática.

Maria Aurora
29 de mayo de 2019 a las 14:35

Muchas gracias por compartir y si nuestra mesa cristiana es vínculo de amor, unidad y justucia. Se me hace un nudo ennla garganta ver a tanto necesitado y no solo de ambre.

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