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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

15
Jun
2019

La Habana, sorpresas en el cementerio

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cementeriohabana

Cada vez que he tenido ocasión de estar en la hermosa ciudad de La Habana (siempre para impartir cursos de teología para laicos), he pasado por delante de dos de sus cementerios, en el centro de la ciudad, pero nunca había entrado en ellos. Uno es el cementerio chino, adosado al cementerio general. Fue construido a finales del siglo XIX para la colonia china en Cuba. En realidad, parece un cementerio cristiano, puesto que prácticamente hay una cruz en todas las tumbas, lo que posiblemente indica que muchos de los descendientes de los primeros chinos y asiáticos que vinieron a Cuba se convirtieron al catolicismo.

El cementerio general resulta espectacular. Es el mayor de América. Será todo lo municipal que se quiera, pero parece cristiano. En la parte de arriba de la puerta de entrada hay un mosaico con la pasión de Cristo, y encima una escultura representando a las virtudes teologales. La fe tiene la eucaristía en una de sus manos, y la cruz en la otra. La esperanza sostiene un ancla; según la carta a los hebreos (6,19), la esperanza es el ancla firme y segura de nuestra vida. En el centro, la caridad, representada por una mujer que abraza a unos niños desamparados.

En la calle principal de la necrópolis encontramos monumentos (adornados con esculturas de la Virgen, San José, o los ángeles) que perpetúan la memoria de las grandes familias y personalidades habaneras. Alguno con leyenda, como el de “La Milagrosa”: allí está enterrada una mujer que falleció al dar a luz a su primer y único hijo. La leyenda cuenta que cuando exhumaron el cadáver encontraron al niño, que había sido enterrado a sus pies, en brazos de la madre. La calle lleva directamente a una capilla, de forma redondeada. En el tablón de anuncios se encuentra un cártel que pone: “arzobispado de La Habana”, y debajo el horario de Misas diarias. Diarias, sí. Sentado en una silla de la entrada hay un sacerdote, con alba y estola, supongo que para atender a las personas que lo deseen.

Detrás de la capilla, siguiendo por la calle principal me encontré con dos sorpresas: un panteón en el que reposan los restos de algunos arzobispos y obispos de La Habana. Y justo al lado, otro dedicado a las fuerzas armadas revolucionarias. Es uno de los pocos panteones en el que no hay simbología religiosa, aunque (imagino que sin intención alguna) las tumbas están unidas por un arco abierto, y detrás (no formando parte del monumento), hay una cruz que parece estar en el centro mismo del arco. Si uno no se fija bien parece que forma parte del panteón de las fuerzas armadas.

Al salir de la necrópolis llegaban dos coches fúnebres. Se dirigían a la capilla. Unas personas depositaron en ella los dos féretros. Por cierto, detrás de los coches fúnebres había dos taxis y un autobús público que, ante mi sorpresa, conservaba dos escritos que ponían: “Transports municipals de Barcelona”; y “Cuidem el medi ambient”. Imagino que el bus sería un obsequio del ayuntamiento de Barcelona.

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