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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

29
Sep
2015

La envidia

3 comentarios

La culpa del mal y de la muerte es la envidia del diablo. Así se expresa el libro de la Sabiduría (2,24), interpretando el texto del Génesis sobre el primer pecado de la humanidad. La última raíz del pecado, según este texto, no estaría en la desobediencia del ser humano, sino en la envidia del diablo que habría movido al ser humano a desobedecer a Dios.

Envidioso es el que mira al otro como un rival. En la medida en que yo solo pienso en mi mismo, me encierro en mi mismo y me busco a mi mismo, en esta medida me incapacito para encontrar al otro como otro. Los otros solo existen en la medida en que me sirven, en la medida en que puedo utilizarlos para mi propio provecho. Como esto nunca es así, porque los otros existen por sí mismos y para sí mismos, el envidioso ve rivales por todas partes y está continuamente pensando que lo que los otros tienen debería tenerlo él. El envidioso entiende la vida en términos de posesión y no en términos de don. Lo triste es que la posesión no llega nunca. Pues como dice la carta de Santiago (4,2) “envidiáis algo y no podéis alcanzarlo”. Y al no conseguirlo, el envidioso vive permanentemente defraudado.

Al afirmar que el pecado entró en el mundo por envidia del diablo, el libro de la Sabiduría ofrece una interpretación del mito del Génesis. Allí, la serpiente tentadora no se contenta con decir a la pareja humana: “seréis como dioses”. Lo que hay detrás de esta afirmación es: “Dios tiene miedo de que seáis como él”. El tentador presenta a Dios como el rival del ser humano. El origen del pecado está ahí, en considerar a Dios como un rival y no como el dador de toda vida. Si es un rival, es mi enemigo. Lo mejor que puedo hacer es alejarme de él.

Los evangelistas cuentan que Pilato era bien consciente de la inocencia de Jesús: “yo no encuentro en este hombre culpa alguna” (Lc 23,4.14). Pero añaden que Pilato también era consciente de que los sumos sacerdotes habían entregado a Jesús “por envidia” (Mc 15,10). Consideraban a Jesús como un rival. Pues su presencia abolía el privilegio que ellos se arrogaban de ser los intermediarios entre Dios y su pueblo. La envidia no es solo causa de enemistades entre los humanos. Hay algo peor: puede provocar el más terrible de los malentendidos, el de pensar que Dios es nuestro rival.

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jackie lamadid
30 de septiembre de 2015 a las 08:58

Me gusta tu block muy interesante hace ver desde otra perspectiva el pecado cruel de la envidiaa q ciega a muchos creo q va acompanado por la sobervia ... gracias por darnos este alcance

Antonio López Sernández
30 de septiembre de 2015 a las 11:54

El P. Martín señala momentos claves en que la envidia causa un mal enorme. La envidia es sin duda un pecado muy frecuente, causante de muchos daños. También es el pecado más angustioso para el envidioso. En realidad se reduce a "tristeza o dolor por el bien ajeno". ¿Qué beneficios reporta la envidia? Ninguno. Sólo dolor. Y es la causa de muchos males. La mayoría de los pecados se comenten por el "beneficio" que ilegalmente pretende el pecador: placer desordenado, apropiación indebida de bienes, etc. Se peca cuando se hiere el amor a los demás. La envidia también es pecado contra el amor. Pero al envidioso sólo le reporta dolor, angustia... ¡Cuántas familias, amistades... rotas por la envidia! Es perniciosa para todos. Es malicia contumaz, origen de odio.

Luciana
1 de octubre de 2015 a las 12:44

Según nos cuenta la Sagrada Escritura,la envidia originó el primer pecado en la humanidad.Adán y Eva comieron del fruto prohibido por querer ser como Dios,cierto que fué el tentador quien los invitó a pecar.Caín mató a su hermano inocente,Abel porque el humo de sus sacrificios no subía igual que el de su hermano.Desde el principio de la humanidad,la envidia ha sido nuestra compañera,como bien nos recuerda el P.Martin,fue el tentador,el padre de este pecado.Remedio? el amor al prójimo commo a uno mismo,primer mandaniento de la ley de Dios.

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