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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

25
May
2016

La caridad supone y supera la justicia

2 comentarios

Los dos calificativos son absolutamente necesarios para entender la relación entre caridad y justicia: la primera supone y supera a la segunda. Supone quiere decir que sin justicia no puede vivirse la caridad. Por tanto, cuando decimos que la caridad supone la justicia no estamos prescindiendo de la justicia para saltar directamente (por decirlo con una imagen gráfica) a la caridad. Sin la base, sin la realización efectiva, sin la práctica real de la justicia no hay caridad que valga. La justicia, pues, forma parte de la predicación del Evangelio. Sin duda, la justicia es una virtud propia de todo ser humano. Pero los cristianos, en nombre de una supuesta originalidad del evangelio, no podemos dejarla de lado. Lo cristiano supone lo humano y construye sobre lo humano. Nunca prescinde de lo humano.

Que la justicia sea una virtud humana que el evangelio ratifica debería alegrarnos, porque ahí encontramos un elemento de comunión entre todos los hombres. Pero el que la justicia sea una virtud humana no debe conducirnos a olvidarla en nuestra predicación del evangelio. Porque por muy propia de lo humano que sea la justicia, lo cierto es que en demasiadas ocasiones lo que vivimos los humanos es la injusticia. Hay demasiada corrupción en la política y la economía, hay demasiado egoísmo en nuestras vidas a costa de lo que es propio del prójimo y en justicia se le debe, como para que los cristianos dejemos de predicar, anunciar y reclamar la justicia.

¿En qué supera la caridad a la justicia? La caridad va más allá de la justicia, porque el amor cristiano supera “lo debido” para entrar en el terreno de la gratuidad, de la misericordia y del perdón. La justicia puede obligar a un padre a dar el pan a sus hijos; ningún tribunal puede obligar a un marido a amar a su mujer, ni a un mujer a perdonar las ingratitudes de sus hijos o de su marido. La parábola del samaritano misericordioso, que va más allá de lo que se podía esperar “razonablemente” es un buen modelo del amor cristiano: una persona que pierde su tiempo y su dinero para favorecer a quien podía considerarse su enemigo y que probablemente nunca hubiera hecho por el samaritano lo que éste hacía por el judío.

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JM Valderas
25 de mayo de 2016 a las 10:51

Un profesor benemérito de su facultad, fray Martín, Marceliano Llamera era experto en teología de la caridad. De hecho se ocupó de esa virtud en los comentarios de los dominicos españoles a la Suma de santo Tomás. En cierta ocasión, mediados los años sesenta, un alumno le planteó esa misma tesis que hoy desarrolla usted, sin justicia no hay caridad. De entonces acá ha llovido mucho. Y ese mismo alumno, sin rechazar la tesis, ni la primacía de la caridad sobre la justicia, más o menos por las razones que usted indica, se plantea las bases biológicas de una caridad aparente. A propósito del samaritano y la caridad, la explicación es que se trataría de un acto altruista. Un acto altruista en biología encierra un matiz egoísta en biología: se procede así por la llamada selección de grupo. Es decir, el individuo se sacrifica en bien de la especie o a la espera de reversión del favor. También hay explicación biológica de la justicia: se ha comprobado en primates que son muy recelosos de un tratamiento diferencial, de darle dos plátanos a uno por la misma hazaña en la que otro recibe uno solo. No es malo tener bases sólidas para poder encumbrarse con soltura.

Salvador M.
26 de mayo de 2016 a las 18:02

Hoy es frecuente, incluso en círculos cristianos, rebajar el valor de la caridad al nivel sentimental, un dar cariño. Como consecuencia se acaba intercambiando la injusticia por la carantoña de comprensión y acompañamiento emocional. Por el camino se pierden las dos virtudes, la de la justicia y la de la caridad. Si no hay justicia, no hay caridad. Si no se satisface una injusticia cuando se puede hacer, no hay amor, por más que se acaramele al afrentado...

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