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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

30
May
2017

Entristecer al Espíritu Santo

5 comentarios
paloma

Según el Nuevo Testamento, el Espíritu Santo es el amor de Dios que se hace presente en las creaturas y en toda la creación. Un amor capaz de transformar a los que se dejan guiar por él, pero también un amor paciente y respetuoso hasta el máximo con la libertad de la creatura y de la creación. Hay un texto de la carta a los Efesios que dice, ni más ni menos, que el Espíritu Santo puede sufrir y entristecerse: “no entristezcáis al Espíritu Santo con el que fuisteis sellados para el día de la redención” (Ef 4,30). El motivo por el que el Espíritu se entristece es el daño causado al prójimo. No me extrañaría, por tanto, que estuviera permanentemente triste a la vista de: terrorismo, insultos entre cristianos, falta de atención a los signos de los tiempos, escasa atención a las necesidades de los pobres, despreocupación por el cambio climático.

Si es posible entristecer al Espíritu, también debe ser posible alegrarle. Seguro que se alegra por la fe de los pobres, de los sencillos y humildes de corazón; por la generosidad, la hospitalidad, la compasión, la solidaridad de muchas personas; por aquellos que anuncian el Evangelio de Jesús, por los que trabajan por la justicia y la paz, por los que se juegan la vida para que otros vivan, por la vida orante y sacrificada de tantos enamorados de Jesús. El Espíritu tiene muchos motivos para alegrarse. Porque el bien, a pesar de las apariencias, supera con creces al mal. Decir lo contrario sería, además de un dato sociológicamente falso, negar la bondad de la obra de Dios. Incluso lo que hace posible el mal, a saber, la libertad, es uno de los mayores signos de la buena obra divina.

Sobre todo, el Espíritu empuja a toda la creación hacia Dios. Pero empuja respetando al máximo la libertad. Por eso, en ocasiones, su obra se ralentiza o se retrasa. Entonces el Espíritu se entristece. Entristecerse es algo muy distinto de irritarse. Si se irritase quizás le entrarían deseos de castigar o de alejarse. Pero como el Espíritu es ante todo amor, se entristece, pero sigue empujando, lentamente, con paciencia, hasta conseguir su objetivo definitivo que es la “redención”, o sea, el encuentro de todos y cada uno de los seres humanos con Dios.

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Vicent el Rojet
30 de mayo de 2017 a las 13:13

Gracias Padre Martín Gelabert por esta reflexión tan hermosa sobre el Espíritu Santos. El es quien conduce y guía a la Iglesia.Amen

Marcos Hernandez
30 de mayo de 2017 a las 22:13

Hemos aceptado las corrientes y postulados del mundo humanista y aceptamos como bueno el no detenerse a ver la necesidad del prójimo. En consecuencia, entristecemos al Espíritu de Dios.

Juan
31 de mayo de 2017 a las 13:18

Si el Espíritu Santo dedica algún tiempo a contemplar el gobierno de los pueblos, supongo que un paseo por la Casa Blanca, el Senado y la Casa de Representantes de USA será suficiente para estar triste por largo tiempo, pues no encontraría proyecto de ley alguno en favor de los pobres, marginados, niños, ancianos, medio ambiente..¿No son todos estos gobernantes de turno cristianos? "Ven, Espíritu Santo"

felicianolopezrobles
1 de junio de 2017 a las 19:14

Lo preocupante para mí es que pueda entristecer al
Espíritu de Dios, lo demás también pesa en mi conciencia, pero no está resolverlo de un modo personal.- De ahí la necesidad de hacer presente, en nuestros medios, la palabra de Dios.-

Antonia Capa Loján
4 de junio de 2017 a las 17:45

Una gran luz para entender la tristeza y/o alegría del Espíritu en nuestra vida de fe; y cómo disponemos de la libertad ante sus inspiraciones. La importancia de dar sentido a lo que hacemos y cómo hacemos en el servicio al prójimo. Gracias! PENTECOSTÉS FELIZ.

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