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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

31
Ene
2016

El "año" acaba. La vida consagrada sigue

5 comentarios

El año dedicado a la vida consagrada ha sido una ocasión para que, en la Iglesia, cobremos conciencia de la importancia de este estilo de vida, con diversas variantes y modos de realizarse: monjas y monjes contemplativos, eremitas, congregaciones que socorren a personas necesitadas, Órdenes religiosas con diversidad de carismas, institutos seculares, sociedades de vida apostólica, etc. La sola enumeración de estos distintos modos de vivir la entrega consciente, pública y de por vida al Señor Jesús, manifiesta la riqueza de la vida consagrada, las múltiples virtualidades del Evangelio y las muchas urgencias que implica la construcción del Reino de Dios. Y también manifiesta que ha habido, hay y habrá mujeres y varones que se han dejado seducir por el Evangelio hasta el punto de querer dedicarle su vida entera.

Para los directamente implicados, el año de la vida consagrada no ha sido un motivo de autoalabanza, ni una ocasión para recordar glorias pasadas, sino una oportunidad más de agradecer al Señor su vocación y de mirar al futuro con esperanza. El dos de febrero finaliza el año dedicado a la vida consagrada, y lo hace dentro del marco del Jubileo de la Misericordia. La vida consagrada está llamada a ser profecía de un amor que no tiene límites y se manifiesta con más realce allí donde hay necesidad, hambre, pobreza, enfermedad.

Una de las muchas cosas que los consagrados tenemos que agradecer a Francisco es su valoración pública y explícita de este modo de vida evangélica y eclesial. No hay que olvidar que el Papa es jesuita y, por tanto, pertenece a una de las Órdenes religiosas con más solera y raigambre en la Iglesia. Quizás su "ser religioso” explique la finura en el discernimiento, la valentía en denunciar la injusticia, sus críticas a la autorreferencialidad eclesial, su capacidad de cercanía con la gente, su saber estar y saber acoger.

Clausurar el año de la vida consagrada es una oportunidad para dar gracias a Dios por tantas mujeres y varones que han escogido este modo de vida. Son gente débil, pero tienen muchas fortalezas. A veces se equivocan y hasta pecan, pero también hacen mucho bien. Tienen una historia gloriosa que contar, pero sobre todo quieren vivir hoy con fidelidad al Evangelio. Es justo, pues, dar gracias a Dios, que sigue llamando al seguimiento de Cristo a través de tantos carismas enriquecedores. Y dar también gracias a la Iglesia que acoge y promueve estas formas de vida en su seno. El “año de la vida consagrada” termina. Pero la vida consagrada sigue, atenta a los impulsos del Espíritu y a los signos de los tiempos, que la llaman a una continúa renovación y a una permanente fidelidad.

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Juan
31 de enero de 2016 a las 17:02

Te felicito, fray Martín, por haber consagrado tu vida al servicio del Evangelio en una Orden intelectual y contemplativa, que en su espiritualidad predomina la promoción de la justicia y los derechos del hombre.

Luciana
1 de febrero de 2016 a las 06:40

Que en el mundo secularizado en el que hoy tenemos que convivir,está bien claro que Dios,sigue actuando y regalando estas almas consagradas a la oración y que sus vidas transcurran a favor del prójimo.
Recordemos con agradecimiento y oración este regalo de Dios a su Iglesia.

Pepe E
2 de febrero de 2016 a las 14:09

A Jesús lo llevaron al templo de Jerusalén. Allí estaban los grandes sacerdotes. Pero sólo lo reconocieron dos personas humildes, dos ancianos: Simeón y Ana. Los sacerdotes esperaban en el Mesías alguien poderoso, importante, rico...por eso no lo supieron ver.

Pepe E.

Anónimo
3 de febrero de 2016 a las 07:58


Sus palabras, P Martín Gelabert, reflejaron el sentir de la Vida Consagrada que ayer abarrotó la catedral de Valencia, y arropó a su nuevo Vicario. Esperanza, claridad, afecto y un seguir trabajando con fuerzas renovadas, actualizadas con el tiempo nuevo, nos llegaba con su inconfundible voz llena de matices, cálida y firme a la vez, exigente y flexible. Sabiduría y Amor.

La Vida Consagrada sigue, como bien nos recordó. Gracias, P. Martín, por aceptar el reto, el servicio como nuestro nuevo Vicario. La Vida Consagrada le necesita. Le queremos a nuestro lado, caminando codo con codo, en este tramo del camino y de la historia, ilusionante y apasionado.

Felicidades. Dios le bendiga.

Vida Consagrada.

Anónimo
6 de febrero de 2016 a las 13:33

La vida consagrada es signo de santidad y valentía de la Iglesia. Lo maravilloso es que los consagrados no dejan de ser hombres y mujeres con sus tentaciones y debilidades. Pero dejan todo por amor y, con gran sencillez, son capaces de reconocer sus muchas limitaciones. Al santo le pasa como al sabio: éste, cuanto más se adentra en los misterios de la ciencia, es más consciente de su propia ignorancia, de lo mucho que le falta por saber. El hombre o mujer que se adentra en la oración, en la contemplación, en vivir por y para los demás es más consciente de las debilidades e imperfecciones del ser humano. Es maravilloso, P. Gelabert, lo que dice del Santo Padre, recalcando y admirando su condición de consagrado jesuita. Se hace realidad lo que decía Santa Teresa, la Santa de Ávila, sobre jesuitas y dominicos: "serán gloria de la Iglesia". Gracias, P. Martín, por ese ejemplo y capacidad de admiración hacia todo lo que "rezuma a Dios". Y el Papa Francisco es manifestación del que nació en un pesebre y tuvo como lecho de muerte el duro madero de la cruz. Y es Dios. Y gran admirador del "pobre de Asís", teniendo a orgullo llevar su nombre. La Iglesia, especialmente en sus consagrados, debe ser modelo de universalidad y comprensión. ¡Gracias!

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